El Magazín Cultural
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El buen cine alimenta

Del 27 al 30 de abril en el Colegio Nuevo Gimnasio, de Bogotá, se llevará a cabo la cuarta versión de Cinecita.

Jessica Leguizamón
27 de abril de 2015 - 02:00 a. m.
Fotograma de la película “Arrepentimiento” (Holanda), dirigida por Dave Schram, que gira alrededor del fenómeno del bullying.
Fotograma de la película “Arrepentimiento” (Holanda), dirigida por Dave Schram, que gira alrededor del fenómeno del bullying.

Cinecita es un festival internacional de cine y televisión que busca no solo fomentar productos visuales de calidad para niños y jóvenes, sino también crear conciencia social, educativa y cultural en Colombia.

Este espacio cultural abre las puertas a la inclusión, integrando colegios distritales y privados y ofreciendo películas con las que los asistentes pueden sentirse identificados en diferentes situaciones típicas de la infancia; tratan, por ejemplo, problemáticas actuales como el bullying, o muestran la realidad de niños y jóvenes de otros países, con costumbres totalmente diferentes. Cinecita también genera un espacio de esparcimiento en donde el público puede apreciar muestras musicales y ser partícipe no solo como asistente sino como organizador, con la posibilidad de hacer reseñas y entrevistas sobre las películas.

El festival reúne artistas, actores, productores, cantantes y maestros. También ofrece talleres artísticos y todo en torno a los niños, que conforman un público que debería ser el más importante, ya que si creamos espacios de educación que fomenten la cultura y la sensibilización social en los niños y adolescentes tendremos adultos conscientes de la vida en sociedad y del rol de la cultura como herramienta y estilo de vida.

Con su versión Correcaminos, en cada edición el festival busca llegar a diferentes poblaciones, a las que lleva una muestra de películas y una oferta de talleres artísticos. Es tanto el impacto del festival, que ha trascendido las fronteras, llamando la atención de la comunidad internacional. El año pasado estuvo en India, y su tema principal fueron los cuentos de hadas llevados a la realidad. Esa experiencia les permitió a los realizadores hacer una muestra internacional del festival y, a su vez, conocer y vivir la cultura de los niños de India. Así, tal vez, se acercaron un poco más al hecho de que la cultura puede trascender fronteras e idiomas, y aporta a la construcción de una mejor sociedad en cualquier rincón del mundo.

Al preguntarle a Ana Mazhari, directora del festival, por qué la realización del evento, ella afirmó que aunque se ha convertido en un reto para ella y sus colaboradores, el festival es un aporte que llena el alma. Ver cómo ha crecido y cómo los niños y adolescentes disfrutan las películas, los talleres y reflexionan sobre los contenidos es, según ella, la mayor recompensa y el impulso para seguir adelante con este proyecto, que cada vez es más grande, más completo y genera un aporte mayor a la construcción de país.

“Cinecita es un mensaje de paz lleno de sensibilidad sobre la vulnerabilidad cotidiana de la niñez, que es la misma vulnerabilidad humana: admiración, cuestionamientos, alternativas, llantos y risas son experiencias para compartir, buscando respuestas de la mano de otros, tan distintos y tan iguales a nosotros mismos”, dice la carta Fundación sociocultural Mahluna, realizadora del evento.

Hace 20 años, Gabriel García Márquez escribió: “Nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y engrandezcan. Semejante despropósito restringe la creatividad y la intuición congénitas, y contraría la imaginación, la clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los niños olviden lo que sin duda saben de nacimiento: que la realidad no termina donde dicen los textos, que su concepción del mundo es más acorde con la naturaleza que la de los adultos”.

Cinecita es parte de la transformación, es un aporte a favor de la niñez, de la cultura, de la construcción de país, y por supuesto, una muestra de arte que enriquece la educación y la música. Es también una evidencia de que en Colombia se pueden hacer proyectos para mostrar al mundo que benefician a una Colombia que necesita tener niños que puedan soñar y crear.

Por Jessica Leguizamón

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