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El carácter agudo de un tenor ligero

El cantante representa a Don Ramiro (el príncipe azul) en ‘La Cenicienta’, de Gioachino Rossini, un montaje a cargo de la Metropolitan Opera de Nueva York que se transmitirá mañana en las salas de Cine Colombia.

Juan Carlos Piedrahíta B.
23 de mayo de 2014 - 02:46 a. m.
El tenor peruano Juan Diego Flórez comparte escenario en ‘La Cenicienta’ con la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato. / Cortesía Cine Colombia
El tenor peruano Juan Diego Flórez comparte escenario en ‘La Cenicienta’ con la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato. / Cortesía Cine Colombia
Foto: ken howard/Metropolitan Opera

Los valses peruanos y el rock fueron una plataforma sólida para que Juan Diego Flórez caminara en firme hacia la consolidación como cantante lírico. Su padre, un artista muy cercano a Chabuca Granda, tenía la costumbre de tomar la guitarra en la sala de la casa y realizar constantes paseos por las diferentes sonoridades de tradición en su país. Expresiones indígenas, aires afro y algunas canciones del repertorio latinoamericano marcaron su etapa de crecimiento. Su acercamiento al rock fue, en cambio, un poco más accidental, porque escuchaba bandas de garaje especializadas en la ejecución de piezas de los Beatles, los Rolling Stones y Led Zeppelin.

Estos dos escenarios, el de la música tradicional y el de los relatos foráneos en un idioma que no era el propio, hicieron que Flórez exhibiera sus dotes como cantante. Conformó una agrupación adolescente dedicada al rock, sin descuidar las citas con su padre y su guitarra para seguir ampliando los conocimientos sobre el sonido peruano. Entró al Conservatorio de Lima para transformar sus saberes innatos en reflexiones académicas, y durante ese proceso conoció las obras de Gioachino Rossini (1792-1868). Fue gracias al compositor italiano que el cantante supo que su voz tenía todo el potencial para desarrollarse en el canto lírico.

“Luego de mi paso por el Conservatorio de Lima, me fui a estudiar música a California y a Filadelfia. En Perú teníamos buenas escuelas, pero tal vez lo que nos hacía falta era una infraestructura para hacer óperas completas y tener una orquesta en pleno. A comienzos de la década de los 90 era mejor irse a estudiar a Estados Unidos, porque la oferta educacional allá es muy amplia, y como yo crecí entre valses y no óperas necesitaba muchos más elementos”, cuenta Juan Diego Flórez, cuyo mentor más importante ha sido el también tenor Ernesto Palacio, quien a pesar de no ser docente en la materia le permitía estar en el proceso de construcción de cada personaje.

Uno de los aprendizajes más significativos para el peruano fue delimitar su registro y entender que su voz correspondía a la de un tenor ligero. Al comienzo pensó que su talento podría tener fecha de caducidad, pero al examinar el repertorio descubrió que las posibilidades de desarrollo artístico eran inmensas y que compositores como Gioachino Rossini, Giacomo Puccini (1858-1924) y Gaetano Donizetti (1797-1848) estaban prestos a tenderle la mano con sus creaciones. Después fueron apareciendo piezas francesas y españolas que ampliaron su horizonte.

“Todo comenzó porque mi voz se adecuaba mucho al estilo rossiniano y tenía facilidad para los agudos, para realizar todas esas frases con coloratura, y me iba muy bien con la sucesión de noticas rápidas. Rossini me ha venido de forma muy natural, aunque también he interpretado a Donizetti, a Vincenzo Bellini (1801-1835) y ahora me estoy desplazando hacia otro tipo de repertorios”, dice el artista peruano.

Juan Diego Flórez ha interpretado diversos personajes, pero sin duda uno de los que mayor reconocimiento le ha proporcionado es Don Ramiro, el príncipe azul en La Cenicienta (La Cenerentola). Según el cantante, esta obra de Gioachino Rossini no es una pieza compleja para el tenor, dada su extensión. Sin embargo, resulta siendo muy eficaz para los registros masculinos porque incluye un dúo expresivo al comienzo y culmina con un aria muy emotiva que siempre despierta la euforia en el público.

“El toque personal para cada personaje uno lo debe tener innato. Las diferencias entre un cantante y otro deben comenzar a sentirse a partir del timbre de la voz, y ahí va surgiendo una interpretación genuina. A mí me encanta cantar a Rossini porque me adecúo bastante a su estilo y a su virtuosismo. He realizado muchas veces el rol del príncipe en La Cenerentola, y lo que más me reta es el hecho de vencer el desafío que implica enfrentarse a un compositor tan exigente como el italiano”, confiesa Juan Diego Flórez, quien, después de participar en el montaje a cargo de la Metropolitan Opera de Nueva York, realizará El barbero de Sevilla y El conde Ory, también de Rossini, con La Scala de Milán.

Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, dos de los máximos ídolos del peruano, lo escucharon y quedaron impresionados con su talento, tanto que se encargaron de difundir su fama con halagos y elogios. Para Flórez, esos comentarios han sido estímulos para seguir adelante, alzando la voz como lo hace un tenor ligero.

Sábado 24 de mayo, 12:00 m. La Cenicienta, de Gioachino Rossini. Transmisión en diferido en las salas de Cine Colombia. Información y boletería: www.primerafila.com.co.

 

jpiedrahita@elespectador.com

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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