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El del caso Watergate, un editor inmortal

Ben Bradlee, quien murió la semana pasada, fue el editor detrás del material que llevó a Richard Nixon a renunciar por el escándalo de Watergate. Un hombre que cambió el periodismo para siempre.

Santiago La Rotta
28 de octubre de 2014 - 08:05 p. m.
Una foto de Ben Bradlee tomada el 6 de mayo de 1973. /AFP
Una foto de Ben Bradlee tomada el 6 de mayo de 1973. /AFP
Foto: AFP - STR

Ben Bradlee es quizá uno de los editores de periódicos más famosos de nuestro tiempo. Y de antes. Y quizá después, en algunas décadas, lo seguirá siendo. El hombre que luchó para que Woodward y Bernstein pudieran producir el material que terminó por sacar a Richard Nixon de la Casa Blanca.

El calibre de esta lucha, aún con varias décadas entre el escándalo de Watergate y el presente, no es menor, pues Bradlee hubo de confrontar a la administración Nixon, que negó una y otra vez que el robo en el edificio Watergate fuera algo más que un hurto menor, sin consecuencias, o causas, políticas. La verdad es lo que quedó para la historia, como suele suceder: Woodwar, Bernstein y Bradlee contaron la verdad detrás de la verdad del gobierno.

Para toda la incomodidad que Bradlee causó en Washington se creería que fue una figura lejana al poder y lo cierto es que la cosa fue bastante al contrario. Vecino del presidente Kennedy cuando éste aún era senador, la carrera de Bradlee sufrió un rápido despegue en la revista Newsweek (lugar en el que laboró antes de entrar al Post) gracias a la información que el entonces reportero iba obteniendo de una fuente que quizá era más que una fuente. El día en que mataron al presidente, el editor fue una de las personas que recibió a Jackie Kennedy en el aeropuerto, cuando aún llevaba su vestido rosado manchado de sangre.

Durante su tiempo como editor del Post, el periódico recibió 18 premios Pulitzer, aunque también hubo de devolver uno más luego de que se supiera que la reportera que lo ganó, Janet Cooke, inventó la historia galardonada y también fue imprecisa, por decir lo menos, acerca de sus credenciales como reportera. En ese momento, Bradlee ofreció su renuncia, que no fue aceptada por el dueño de la publicación, Donald Graham.

La relación de Bradlee con los Graham es otro caso de estudio en el campo del periodismo, pues fue una suerte de gran alianza en la que la familia dueña del periódico (en ese momento en cabeza de Katherine Graham) se alió con el lado editorial para montar frente común contra los varios intentos de la administración Nixon para impedir la publicación del material relacionado con Watergate. Claro, en el frente de la línea de fuego estuvieron Woodward y Bernstein, pero en la retaguardia Bradlee y los Graham también jugaron su papel, uno nada desdeñable, por cierto.

Mientras aún era parte de Newsweek, Bradlee tuvo un rol fundamental en el futuro de la revista al ser quien contactó a Philip Graham, en el Post, para convencerlo de que comprara la revista, que en ese momento se encontraba envuelta en una serie de rumores de posibles ventas a un puñado de hombres y organizaciones con dinero. La transacción se dio y con ésta el entonces reportero obtuvo suficientes acciones del periódico como para vivir despreocupadamente, de acuerdo con información publicada por el diario ‘The New York Times’.

En una biografía acerca de Bradlee, publicada en 2012, Jeff Himmelman aseguró que por momentos el editor intentó frenar a la dupla Woodward-Bernstein e incluso llegó a afirmar que hubo una especie de atracción no declarada entre Katherine Graham y el periodista. El texto fue calificado como una “traición” por el mismo Woodward.

Lo cierto es que, más allá de permitir la publicación de las investigaciones acerca de Watergate, el papel de Bradlee en todo el escándalo en buena parte fue como el de un motivador espiritual: dos reporteros avezados, pero siempre alimentados por las ganas de un editor dispuesto a hacer buen periodismo. Uno de sus colegas de aquella época en el San Francisco Chronicle se refirió a Bradlee como “el rey león de los editores”.

A través de su labor, Bradlee definió nuevos estándares para el oficio del periodismo, pero, ante todo, amplió la barrera entre la publicación de la información y el control del gobierno sobre la prensa. Y este es, quizá, su mayor legado.

Por Santiago La Rotta

 

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