El Magazín Cultural

El día que conocí a Leo Matiz en Nueva York

Para conmemorar el centenario del nacimiento del famoso fotógrafo, publicamos esta semblanza.

Eduardo Márceles Daconte *
01 de abril de 2017 - 03:00 a. m.
La red, Ciénaga Grande Santa marta.  / /Leo Matiz
La red, Ciénaga Grande Santa marta. / /Leo Matiz

Un día de invierno de 1994 recibí una llamada en mi apartamento del East Village (NY) de Jorge Caicedo Montes de Oca, artista caleño radicado en Chinatown, quien me invitó a una cena para celebrar la visita de Leo Matiz. Si bien hasta aquel momento sólo conocía de nombre al famoso fotógrafo, para mí fue una sorpresa tener la oportunidad de conversar con mi paisano cataquero. Jorge, escultor y joyero, es hermano de Amparo Caicedo, la primera esposa de Leo, con quien tuvo dos hijos, Alexandra y Leo (RIP). Ella aún vive en Bogotá, en el mismo edificio sobre la avenida Jiménez de Quesada donde Leo abrió la primera galería de arte que tuvo la capital del país. Fue uno de los primeros en reconocer la calidad artística de Fernando Botero y en una de sus salas en 1951 exhibió por primera vez las pinturas del célebre artista antioqueño.

Leo me impresionó como un hombre jovial y descomplicado, sin aires de grandeza ni falsa modestia, dotado de un maravilloso sentido del humor. De entrada se sentía uno cómodo en su compañía, como si fuéramos grandes y viejos amigos. Lo invité a mi casa unos días después y llegó con su boina negra, una botella de vino y lleno de anécdotas. Nos contó que cuando vivió en Nueva York, en la segunda mitad de la década del 40, conoció y se casó con una novia judía a quien dejó embarazada cuando la ONU lo contrató para documentar en fotografías el conflicto entre judíos y palestinos en Oriente Medio.

En aquella época, las comunicaciones eran difíciles, especialmente en un país en guerra, y fue así como perdió contacto con su esposa. Ella pensó que había perecido en la contienda y se marchó sin dejar rastro. Cuando Leo regresó años más tarde, tuvo que resignarse a la pérdida de su hijo, hasta que, muchos años después, su hija Alexandra lo encontró radicado en la Ciudad de México. Uno de aquellos días me propuso que camináramos por el barrio donde había vivido en los alrededores de Columbia University, para intentar ubicar su antigua vivienda. Sólo para complacer este inusual capricho, pero con la certeza de que sería inútil, estuvimos en el carro dando vueltas por aquellas manzanas de viejos edificios, pero el tiempo había borrado para siempre cualquier asomo de recuerdo.

Leo era un personaje de novela. Nació el 1º de abril de 1917 en el seno de una humilde familia en Aracataca (Magdalena), un pueblo bananero sobre las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y territorio mitológico que vio nacer también al escritor Gabriel García Márquez diez años más tarde, y a otros personajes de leyenda, pero desde adolescente se radicó primero en Santa Marta luego en Barranquilla y Bogotá, después recorrió el mundo con su cámara fotográfica, trabajando para conocidas revistas en Colombia, México y Caracas.

Con la muerte de Leo Matiz, el sábado 24 de octubre de 1998, se cerró un capítulo importante en la historia de la fotografía en Colombia y América Latina. A los 16 años de edad publicó sus primeras caricaturas en Barranquilla y a los 20 fundó, junto con José Joaquín Jiménez, el semanario Folletón, revista especializada en crónicas que enfocaban temas escabrosos y polémicos, como la marihuana, la cocaína o las cabareteras de Bogotá.

Ingresó a trabajar en el diario El Tiempo de Bogotá como caricaturista, pero cuando se necesitó un fotógrafo no tuvo más remedio que cambiar el lápiz y el pincel por una cámara fotográfica y así, de manera accidental, empezó su nueva vida. Muy joven emprendió un peregrinaje por Centroamérica que le llevó primero a Panamá, donde sobrevivió dibujando caricaturas en los bares de la capital. El día de su llegada a México, el 20 de agosto de 1940, coincidió con el asesinato de León Trotsky y, gracias a su amistad con el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, encontró trabajo como fotógrafo en la revista Así.

Su permanencia en México fue fructífera. Con autorización del Ministerio del Interior, ingresó como supuesto prisionero a la cárcel de Mazatlán, donde realizó un reportaje gráfico sobre las condiciones de los reclusos que se ganó el reconocimiento de la prensa mexicana y con ello su aceptación en los círculos más exigentes del país. Es en esta coyuntura que inicia su trabajo como fotógrafo de rodajes cinematográficos a la par de célebres colegas como Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa.

De manera simultánea expuso sus obras en una galería de arte del Distrito Federal y ganó el premio como mejor reportero gráfico de México en 1945. De esta época datan sus retratos de célebres personajes del cine y el arte, como Frida Kahlo, Diego Rivera (primera foto, a la izquierda), María Félix, Marc Chagall, José Clemente Orozco, Luis Buñuel y Agustín Lara. Entre sus amigos se encontraba el pintor y militante comunista David Alfaro Siqueiros, quien contrató sus servicios para una serie de fotografías que más tarde utilizó en la elaboración de sus murales sin dar crédito a su autor.

A consecuencia del pleito instaurado por Leo y la reacción violenta de Alfaro Siqueiros, se originó un escándalo que terminó con su salida de México. Inició entonces un recorrido por América Latina, contratado por la revista estadounidense Selecciones del Reader’s Digest, para la cual logró prodigiosas fotografías que imprimían en sus portadas. Su vida estuvo signada por los acontecimientos históricos más trascendentales de su época. En 1948, como corresponsal de la revista Life, se encontraba en la capital colombiana cuando estalló el Bogotazo a raíz del asesinato del carismático dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán. Herido de bala en la contienda, acertó a estar en la misma clínica donde llevaron herido al caudillo liberal y allí, en medio del caos y la incertidumbre, tomó algunas de las fotografías que se conocen de su cadáver.

Leo Matiz tenía un ojo especial para captar las imágenes más espectaculares o poéticas de acuerdo con su estado de ánimo y las circunstancias del momento. En 1960, radicado en Caracas, trabajó junto con su paisano García Márquez para las revistas venezolanas Elite, Páginas y Momentos. En aquella posición obtuvo fotografías memorables de Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Louis Armstrong y del presidente Rómulo Betancourt, herido en un atentado. Como corresponsal de agencias noticiosas de Estados Unidos, sus fotografías recorrieron el mundo ilustrando las páginas de importantes diarios y revistas.

Por sus indiscutidos méritos artísticos, Matiz ha sido considerado “el nobel colombiano de la fotografía”. Su paso por el siglo XX fue protocolizado en miles de imágenes que se constituyen en un valioso testimonio, no sólo por sus composiciones abstractas y los personajes famosos que captó con su magistral lente, sino de manera especial por los paisajes urbanos o rurales, y esos rostros de campesinos, indígenas, trabajadores, mujeres, niños y ancianos que cuentan una historia diferente de sus vidas en lugares muchas veces inhóspitos y cuyas existencias, a través del penetrante ojo de Leo Matiz, adquieren una dimensión heroica de protagonistas vitales de nuestra tierra americana.

* Escritor, curador de arte e investigador cultural.

Por Eduardo Márceles Daconte *

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