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El juego de la literatura

Zúñiga visita la ciudad en el marco de la Filbo y del programa Bogotá Contada 2.0. Ayer estuvo en dos bibliotecas públicas para conversar sobre literatura con el público.

Juliana Muñoz Toro
03 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.
Diego Zúñiga durante su estadía en Bogotá, como invitado de la Feria del Libro. Gustavo Torrijos
Diego Zúñiga durante su estadía en Bogotá, como invitado de la Feria del Libro. Gustavo Torrijos

Diego Zúñiga nació en Iquique hace 27 años, al pie del profundo desierto chileno y al que tuvo que volver años después para recuperar el asombro de un lugar imposible y escribir su primera novela.

Zúñiga es periodista de la revista Qué Pasa, en la que escribe sobre cultura y, en especial, sobre libros. Si se quedara con un solo título, este sería el de lector. Sus libros son lo único que tiene, en lo que ha gastado la mayor parte de su dinero. Sus libros son la presencia que lo abriga.

Llegó a la capital hace unos días gracias al programa Bogotá Contada 2.0, de la Gerencia de Literatura de Idartes, una iniciativa para que escritores nacionales e internacionales visiten, recorran y escriban sobre la ciudad. Ayer sábado se presentó en la biblioteca Virgilio Barco y en la biblioteca Timiza Carrera.

En esta entrevista nos cuenta sobre el proceso creativo tras su obra y nos recomienda otros escritores para no perderse en la Filbo.

¿Cómo comenzó su proceso como escritor?

Bolaño fue muy importante para mi generación. Él se planteaba como un lector que escribía. Y si hay algo que me guste más que escribir, es leer.

La novela con la que gané el Premio Roberto Bolaño, Malasia, estaba muy influenciada por él, pero no la quise publicar. Tenía todos los errores juveniles: clichés, una historia de amor muy rosa, que el protagonista fuera un escritor… Yo quería escribir una novela de la que no me arrepintiera.

Entonces escribió “Camanchaca”…

Sí, tenía 21 años cuando empecé a escribirla. Fue un proceso muy intuitivo.

“Camanchaca” transcurre en un viaje hacia Iquique. ¿Por qué escoger la carretera como escenario?

De niño hice muchas veces con mi padre ese viaje tan desconcertante y a la vez incómodo. Son 24 horas en un automóvil en el que solo se ve el desierto, pero hay una belleza en esa nada. Quería pensar en el paisaje como elemento narrativo y crear una atmósfera. Son los paisajes los que nos determinan como personas. Otro motivo era que el lector reviviera ese lugar, porque son pocos en Chile los que conocen Iquique.

¿Qué era lo más crucial a la hora de escribir esa historia?

Lo más importante de esta novela es, primero, el paisaje. Luego, la relación turbulenta entre padre e hijo. En mi caso, como hijo de padres separados, crecí con una marca de clase. Eso significaba ser producto de un fracaso. Era una ofensa en el Chile de aquel entonces. Lo tercero es que el viaje permite contar esa comunicación cortada y hay que apelar mucho a la imagen.

Para “Racimo”, su segunda novela, pasó más tiempo entre la idea y la escritura. ¿Cómo encontró la forma de contar la historia del asesino en serie más brutal de Chile?

Era una historia que debía procesar. Primero pensé que podía hacer una crónica; luego, una autoficción en la que yo fuera un personaje. Al final, entendí que quería hacer una novela clásica y que al tiempo jugara con elementos modernos.

Se trata de la historia del Psicópata de Alto Hospicio, acusado de asesinar y violar a niñas y mujeres. ¿Cómo fue el proceso investigativo?

Leí un libro periodístico que se había escrito sobre ese caso, y yo mismo hice un reportaje y tenía varias páginas llenas de datos. Luego me senté a escribir con esa información al lado, pero no la volví a mirar. Para escribir tenía que transmitir una experiencia, no solo el caso policial, sino por qué esto me interesaba, qué tenía que ver conmigo. Entendí que la literatura es libertad, es un espacio para jugar.

¿Cómo le dio ese giro a una historia que todos conocían?

Era un caso lleno de rumores, de negligencia. El periodismo no puede trabajar con el rumor, pero la literatura sí. Esta historia reflejaba el Chile posdictadura, la violencia inserta pero muy solapada, las diferencias sociales muy marcadas, la memoria frágil. Me interesó hacer un cruce entre la historia íntima y la Historia con mayúscula, la de un país, y que la primera pudiera reflejar la segunda.

¿Qué importancia tiene la opinión de los demás sobre lo que usted escribe?

El ejercicio literario es solitario, como cuando se lee y se escribe, pero también tiene un momento muy grupal, en el que surgen conversaciones estimulantes a partir de la lectura que los demás hacen de lo que se ha escrito.

Por Juliana Muñoz Toro

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