El Magazín Cultural

El postre bailable de América Latina

Esta manifestación sonora de República Dominicana hace parte ahora del patrimonio universal. El fomento al respeto y a la convivencia entre las comunidades, así como la importancia de su danza, fueron tenidos en cuenta para la distinción.

Juan Carlos Piedrahíta B.
21 de diciembre de 2016 - 04:53 a. m.
Para la declaratoria del merengue como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco se tuvo en cuenta que su baile se realiza en pareja.  / EFE
Para la declaratoria del merengue como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco se tuvo en cuenta que su baile se realiza en pareja. / EFE
Foto: EFE - YAMILETTE ARANA

En términos generales, es fácil establecer a qué suena República Dominicana. No porque lo único que se realice allí en materia musical esté relacionado con el merengue, ni porque toda su cultura tenga que ver con el estilo cuyo nombre se asocia a un postre que puede ser tan azucarado y empalagoso como el pastel más grande del mundo. Lo que existe entre el merengue y República Dominicana va más allá de la música y supera cualquier frontera geográfica.

El merengue resume la historia de una de las Antillas Mayores y lo hace, incluso, a partir de su conformación instrumental. En su formato conviven tres de las culturas más significativas dentro del territorio de República Dominicana. Por una lado, la herencia europea se manifiesta inicialmente en las cuerdas y después el protagonismo fue asumido por el acordeón; por otra parte está el ancestro africano, que se encarga de marcar la parte rítmica con la tambora de dos parches, y por último aparece el componente autóctono con la güira, un instrumento propio de la tradición taína, indígena.

A partir de esta base rítmica y armónica, el género crece y sus objetivos se han multiplicado, tanto así que a partir del 30 de noviembre de 2016 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró el merengue dominicano como Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad.

La intención de incluir al merengue entre las tradiciones culturales, en las que por Colombia están ya el vallenato y las músicas de marimba del Pacífico, se traduce también en la urgencia por lanzar una alerta para preservar el género y conservar su esencia para las futuras generaciones del mundo.

“El merengue es un ritmo que nos identifica como país; es parte de nuestras raíces. Recibir esta distinción de la Unesco es una demostración de cómo nuestro ritmo ha trascendido fronteras, roto barreras de idiomas y logrado resonar en cada rincón del mundo”, comentó recientemente Magaly Toribio, asesora del Ministerio de Turismo de República Dominicana.

El comité que tomó la decisión de declarar al merengue dominicano como un elemento patrimonial se reunió durante varias jornadas en Adis Abeba, la capital y al mismo tiempo la ciudad más poblada de Etiopía, y desde allí emitió declaraciones como la siguiente: “el género desempeña un papel activo en numerosos ámbitos de la vida diaria de la población: la educación, las reuniones sociales y amistosas, los acontecimientos festivos e incluso las campañas políticas”. Y más adelante la Unesco manifiesta: “se transmite esencialmente mediante la participación y su práctica atrae a personas de clases sociales muy diferentes, y contribuye al fomento del respeto y de la convivencia entre las comunidades”.

Otro de los aspectos que tuvieron en cuenta los integrantes del comité conformado por representantes de 24 estados es la condición del merengue como estilo que se baila en pareja. Al respecto, cuenta el acta: “el género tiene un acompañamiento de coqueteos y movimientos sensuales al compás de la música tocada con instrumentos como el acordeón, el tambor y el saxofón”.

El merengue con o sin declaración es un sinónimo de alegría, porque suena y se baila en reuniones sociales, encuentros de amigos y acontecimientos multitudinarios. El género ha recorrido el mundo gracias a destacados exponentes como Joseíto Mateo, Juan Luis Guerra, Johnny Ventura, Milly Quezada, Wilfrido Vargas, Fernando Villalona, los Hermanos Rosario, Sergio Vargas y Eddy Herrera, entre muchos otros que han hecho suculento este postre bailable de América Latina.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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