El Magazín Cultural
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El retorno a África

La vallecaucana Adelaida Fernández Ochoa obtuvo el premio por su novela ‘La hoguera lame mi piel con cariño de perro’, que se desarrolla entre las negritudes del siglo XIX.

Juan Aurelio García - Ángel Castaño Guzmán
10 de febrero de 2015 - 02:55 a. m.
Adelaida Fernández Ochoa, ganadora del  premio Casa de las Américas de narrativa. / Cortesía
Adelaida Fernández Ochoa, ganadora del premio Casa de las Américas de narrativa. / Cortesía

El nombre y la obra novelística de Adelaida Fernández Ochoa —vallecaucana residenciada en Armenia— son casi por completo desconocidos en el país. Fue tal la sorpresa provocada por el fallo del Premio Literario Casa de las Américas que no pocos cibernautas preguntaron en sus muros de Facebook quién tenía noticias de la señora. La verdad, muchos quedaron sin respuesta. Adelaida Fernández es una mujer de pocas palabras para responder las inquietudes de la prensa; no tiene el tono profesoral que distingue a muchos de nuestros literatos. Por el momento, mientras La hoguera lame mi piel con cariño de perro, la segunda novela de Fernández, llega a las manos de los lectores latinoamericanos, sólo podemos darnos una imagen de ella y de su trabajo a partir de sus medidas intervenciones.

Es irresistible abrir esta entrevista con una pregunta teñida de sorpresa: ¿cómo una escritora desconocida por completo en el ámbito literario —que no aparece en la baraja— logra uno de los más acreditados galardones de la literatura latinoamericana?

En su fallo, los jurados manifestaron sus razones. Cuando la obra se publique, los lectores tendrán la oportunidad de hacerse a sus propios criterios.

En esto que parece un ‘boom’ del revisionismo de nuestra historia, ¿por cuál vía llega usted a tener contacto con el tema de las negritudes, la esclavitud y el retorno a África en el siglo XIX?

Yo tengo contacto con el tema de las negritudes, primero, vía mi sangre. Después está la historia. En mi novela se recalcan el rechazo del oprobio y la vindicación de la libertad y la autonomía. El retorno a África se puede leer en dos sentidos: primero, la realización del sueño que tuvieron mis ancestros directos, mis genes me lo han dicho al oído desde que era chiquita. Marco Tulio Fernández, mi papito, siempre me dijo, lo atornilló en mi cabeza: “Yo que te alimenté con estas tetas negras”. Segundo, la presencia de África en este lado del mundo, que ha venido recuperando la palabra y fortaleciendo su legado.

En su concepto, ¿qué existe de singular en la obra que sometió a consideración del jurado, con independencia de lo que éste haya argumentado en el fallo?

Tengo mis criterios personales sobre La hoguera lame mi piel con cariño de perro porque tuve intenciones y entusiasmo cuando la escribí, porque busqué respuestas, incluso puse en tela de juicio los silencios de la historia. O algún registro. Porque dialogué con María y otras novelas fundacionales. Todas estas condiciones contribuyen a la escritura de la novela. Sin embargo, de nuevo les digo, las singularidades las descubren los lectores.

¿Cómo fue desde su origen el proceso creativo y cuáles los avatares relevantes que tuvo que sortear para consolidar la escritura de esta suerte de relectura y reescritura de la historia?

Llegué a la escritura de la novela a través de la investigación que realicé durante mis estudios de maestría que dieron en un ensayo cuyo tema y nombre es Presencia de la mujer negra en la novela colombiana. En cuanto a los avatares, fueron varios. Uno: busqué durante varias semanas la forma de comunicarme con alguien o con una institución que me pudiera colaborar con la traducción de unos versos al wólof. Pero en vista de que no hubo respuestas, decidí abandonar la búsqueda, bajé de internet una gramática y un diccionario aportados por los Cuerpos de Paz de Gambia, y me puse a estudiar wólof.

Si lo hay, ¿cuál sería el hilo conductor entre su primer contacto con la lectura y la escritura y la obra que acaba de ser premiada?

La devota fascinación que siento por la palabra ha guiado mi trasegar por la lectura y por la escritura y ha posibilitado la creación de esta novela.

¿Qué posición tiene frente a la cátedra de afrocolombianidad en las instituciones educativas “decretada” por el Gobierno?

Siento que puede ser una de las disposiciones del Gobierno que se quedan en el papel, pero, como negra que soy, me parece conveniente y justo porque se saldaría una deuda que hay con los miles de africanos esclavizados que contribuyeron con su trabajo y con su lucha a forjar la libertad, la autonomía y la riqueza de este país. Sin embargo, mientras no haya académicos interesados y preparados en el tema, mientras la academia no asuma relecturas de la historia y no haya un reconocimiento del negro como forjador de país, esta disposición no pasará de ser algo parecido a letra muerta. Debo destacar, sin embargo, que en este tema la Universidad del Valle tiene una trayectoria importante, lo mismo que la Universidad de Cartagena.

¿Qué autores colombianos de hoy discurren por rumbos semejantes a los tomados por usted en su novela y que acaso admira y recomienda?

Yo discurro por los caminos que trazaron los maestros Manuel Zapata Olivella y Roberto Burgos Cantor.

¿Qué autores colombianos postularía usted hoy como dignos de merecer este premio para sucesivas convocatorias del galardón?

Creo que debe haber muchos escritores desconocidos que pueden aspirar a este galardón. Ellos deben hacer lo que yo hice en mi calidad de desconocida: postularse a sí mismos. Los desconocidos, en este país, tenemos muy pocas posibilidades de llegar a los círculos que deciden. El Ministerio de Cultura nos está negando la posibilidad a los autores inéditos. Mire: mi intención cuando terminé la novela era participar en la convocatoria de Mincultura, pero este año la convocatoria es para libros publicados. El ministerio ha abandonado su misión de incentivar la creación literaria para dedicarse a favorecer a las editoriales.

¿Algún recado para críticos, académicos y editores en esta hora especial en que los buenos hados soplan para la literatura colombiana en provincia, a propósito de que el tolimense Nelson Romero Guzmán es hoy también premio Casa de las Américas en poesía?

De académicos, críticos y editores depende el fomento de la literatura. Que no lo olviden.

Por Juan Aurelio García - Ángel Castaño Guzmán

 

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