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El segundo archivo más grande

Manuel Ravina estuvo de visita en Bogotá para participar en dos conferencias en torno al concepto de archivo. Una tuvo lugar en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la otra en el Archivo de Bogotá.

Sara Malagón Llano
18 de septiembre de 2015 - 03:48 a. m.

En el Archivo General de Indias reposan los documentos oficiales de América en tiempos de la Colonia. Este es también el repositorio más grande del planeta, después del Archivo Vaticano. Y fue, además, el primer archivo en el mundo en digitalizar sus documentos, proceso que empezó en 1986. Aunque en 29 años se han realizado más de cuatro procesos distintos, la digitalización, dice su director, Manuel Ravina, “no solamente es un gran método sino que es el único método. No existe otra posibilidad que la digitalización de los documentos por dos motivos: el primero es para preservar los archivos y el segundo es con el ánimo de universalizar la información”. Ravina insistió en que la misión del archivista consiste en atraer al ciudadano que no sabe qué es el archivo: “Lo que el archivo tiene es un problema de visualización. Yo siempre he dicho que parece estar rodeado de un muro que no pueden cruzar todos los ciudadanos”, dijo en entrevista con Utadeo. El Archivo General de Indias cuenta actualmente con 17.000 legajos digitalizados y un total de dos millones de visitas al portal web sólo durante el año 2014.

Hábleme un poco del Archivo General de Indias: ¿qué es, cuán voluminoso es, cuándo empezó a concebirse o a construirse como archivo?

El archivo se crea en el año 1785. El rey consideró que era mejor reunir toda la documentación sobre América —que se había conservado en Madrid y en otros archivos de España— en un sólo lugar, para que se pudiera hacer una historia documentada de América. Se eligió la ciudad de Sevilla y a partir de entonces se empezaron a concentrar los documentos de otros archivos de España. El archivo tiene ahora mismo 85 millones de páginas de un gran valor histórico, y con el paso del tiempo ha venido a estar a disposición de todos.

¿Qué tan fácil es consultar el archivo?

El archivo hoy está abierto a todo el mundo. Si usted va con su pasaporte puede consultarlo, no hay ningún tipo de restricción.

¿Qué tipo de personas lo consultan?

Sobre todo investigadores.

¿Cómo se conserva?

Muy bien, porque España es consciente de su valor histórico. La mayoría de los documentos están como si se hubieran escrito ayer.

Como director, ¿cuál es su trabajo específico con respecto al archivo?

El interno es coordinar o dirigir lo que se va a hacer con vistas a la digitalización y la apuesta con la internet. Poco a poco lo hemos venido digitalizando, lo hemos venido subiendo a un programa informático. El trabajo externo consiste en establecer convenios de colaboración con universidades del mundo y, sobre todo, atender a la cantidad enorme de visitantes que recibe el archivo: 200.000 personas anuales.

¿Cómo ha cambiado el valor, la utilidad del archivo en la historia?

En efecto, su valor cambia. Antes tenía un valor meramente administrativo, y cuando es así los investigadores no lo consultan porque el Gobierno no lo permite. Sólo con el tiempo un archivo adquiere un valor histórico. El tiempo es necesario, no sólo para que los documentos tengan ese valor que ahora tienen, sino también para que se pueda acceder a ellos.

¿Cuál es el porcentaje digitalizado?

El porcentaje se mueve entre 13% y 14%. El proceso de digitalización comenzó con los documentos más consultados. Por eso sólo con ese 13 o 14 atendemos el 50% de las consultas. Una vez se digitalizan los documentos, no se permite la consulta directa. Esos documentos se guardan para que no se deterioren. El ciudadano puede consultarlos a través de la página.

Este archivo también consta de objetos. ¿Qué sucede con ellos?

Sólo se permite consulta directa en casos especiales. Por ejemplo, cuando una persona quiere ver un plano y considera que en internet no se ve bien. Pero no es lo normal.

¿Qué tipo de objetos, además de mapas, conserva el archivo?

Hay por ejemplo barajas de cartas; hay muy pocas de esas. Son barajas de cartas del siglo XVI que se hacían en la península y se mandaban a América. Hay también trozos de tela, tejidos. Una vez, por ejemplo, una persona quiso consultar uno de esos tejidos, pues claro que en ese caso no es lo mismo verlo que consultarlo en una página de internet. Por eso se le permitió verlo en físico. Otros objetos son monedas, medallas, sellos, los famosos calendarios zapotecas y de otras culturas indígenas… Son muy variados. Pero los documentos más llamativos son los planos, los mapas del continente americano, de Oceanía, de Filipinas. Son muchos.

¿Por qué conservar estos objetos tan especiales en un archivo, para su consulta, y no en un museo que esté siempre abierto al público y cambie su muestra cada tanto?

Esa parte divulgativa es crucial: en el archivo intentamos proteger las cosas, pero también hemos querido mostrarlas, divulgarlas. Entonces una de las funciones que tiene el archivo es estar organizando exposiciones. Yo llegué a la dirección hace casi tres años y ya hemos montado ocho exposiciones distintas. Los documentos se van combinando y exponiendo. Siempre hay una exposición sobre documentos.

¿El archivo conserva más documentos de las colonias o de la península?

De ambas. El archivo mismo refleja el intercambio entre América y España, y el poder de la monarquía. Tiene los documentos remitidos por las autoridades españolas en América a España, y las cartas con las que el rey respondía y dirigía a América.

Por Sara Malagón Llano

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