El Magazín Cultural
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El Shakespeare cervantino

El 23 de abril se celebran los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes y William Shakespeare. El Espectador empieza hoy un recorrido de una semana por el legado de los dos más importantes escritores de la historia.

Azriel Bibliowicz * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
17 de abril de 2016 - 02:00 a. m.

Cervantes y Shakespeare brillan en el cielo de la literatura universal como dos de sus mayores luminarias. Son los escritores nacionales por excelencia de España e Inglaterra. Sus obras representan culturas y gracias a ellos comprendemos el papel que juega la literatura en forjar identidades nacionales. Todos los niños de habla inglesa leen alguna obra de Shakespeare en la escuela, así como todos los hispanoparlantes estudian al menos algunos capítulos del Quijote.

Ahora bien, los dos escriben en el mismo período y, a pesar de las diferencias, ambos nos permiten entrever las complejidades y dificultades que se vivía en Europa a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Ambos escriben en medio de una edad conflictiva, como la denominó el gran cervantista Américo Castro: Cervantes en el punto de mira de la Inquisición, con el estigma de ser cristiano nuevo y tener una mancha de sangre judía, por uno de sus abuelos, que lo volvía sospechoso ante los ojos de los tribunales del Santo Oficio.

Y Shakespeare proveniente de una familia católica en medio de un país protestante, que lo veía perteneciente a la vieja religión y, por consiguiente, un peligro. Ambos padecen la intolerancia religiosa. Ambos trabajan en medio de estados policivos en donde más de un escritor fue torturado y perseguido. Ambos generan obras de gran éxito que retratan tanto a la nobleza como a los labriegos del campo. Ambos nos enriquecen con el habla de los de arriba y los de abajo. Ambos transforman sus idiomas y se vuelven el centro del régimen y construcción de los mismos. Ambos se supone que mueren el mismo día, el 23 de abril de 1616, pero esta coincidencia no es del todo cierta ya que los dos países en esa época se regían por calendarios diferentes y, por lo tanto, las fechas no coinciden del todo, pero entre la muerte del uno y del otro hay pocos días.

En fin, son varias las coincidencias que podríamos establecer entre estos autores que lamentablemente no se conocieron. Sin embargo, ambos crearon personajes críticos con respecto a la caballería andantesca. Cervantes buscaba con el Quijote, como nos lo dice al final de su novela, “poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería”. Y Falstaff, el caballero andante de Shakespeare, que aparece en varias obras del mismo, tiene poco de heroico y mucho de bufón y pícaro.

Sabemos que Shakespeare leyó la novela de Cervantes porque en 1612 se realizó la primera traducción del Quijote al inglés por Thomas Shelton. Y las aventuras del caballero de la triste figura circularon en Londres con gran éxito. A pesar de que no se encontraron nunca cara a cara, sabemos que Shakespeare conoció la novela de Cervantes y se inspiró en una de las historias amorosas de la misma para escribir una pieza titulada Cardenio. Cervantes, en cambio, no pudo haber leído el teatro de Shakespeare, ya que estas obras sólo se publicaron siete años después de su muerte. Además, España era la potencia de la época e Inglaterra una isla y sin la misma preponderancia. Las obras dramatúrgicas de Shakespeare fueron editadas en 1623 cuando un par de compañeros actores, John Heminges y Henry Condell, tuvieron la brillante idea de recopilarlas e imprimirlas bajo el título de Comedias, historias y tragedias de William Shakespeare. Cuando el bardo inglés produjo sus piezas teatrales nunca imaginó que éstas llegarían a ser leídas de manera independiente a su representación en las tablas.

Tanto en el caso de Shakespeare como en el de Cervantes, sus producciones gozaron de gran reconocimiento al final de sus vidas. Y varias de las historias dentro del Quijote se prestaron para ser llevadas a las tablas, como la historia amorosa de Cardenio, Luscinda, Don Fernando y Dorotea, que fue muy popular y por cierto se presentó durante el siglo XVII en varios teatros, a partir de obras escritas por diversos autores tanto en España como en Francia e Inglaterra. También la novela de El curioso impertinente, que se lee en la venta de Juan Palomeque, se adaptó para ser llevada a escena durante el siglo XVIII, así como la historia de la Marcela y Grisóstomo. Varias de las historias que forman parte de la novela de Cervantes sirvieron de materia prima para piezas teatrales que se representaron en diversos países.

La obra que escribió Shakespeare basada en el Quijote debió de ser una de las últimas del bardo inglés, ya que entre los años de 1607 y 1614 sabemos que produjo siete obras, algunas de ellas en colaboración con otros escritores. Todo parece indicar que Shakespeare quedó encantado con los personajes del Quijote, y junto con John Fletcher, otro dramaturgo con el cual colaboró en varias obras, emprendieron la escritura de Cardenio, basado en el texto de Cervantes. Curiosamente, tanto Cardenio, “el roto de la mala figura”, como el Quijote, “el caballero de la triste figura”, bebieron de la misma fuente para sus desatinos: las novelas de caballería. Ambos enloquecen. El uno de amor y el otro de tantos desvelos y por “pasar las noches leyendo de claro en claro que se le seca el celebro”. Pero Cardenio se representó en 1613 en dos ocasiones por la que fue también la compañía de Shakespeare, Kings Men, y lamentablemente el manuscrito se traspapeló. Quizás también en la versión shakespereana pudo haber aparecido el Quijote, ya que es uno de los personajes de esta historia amorosa, en la cual el cura y el barbero deciden disfrazar a la bella Dorotea y presentársela al caballero de la triste figura como la princesa Micomicona, despojada injustamente de su reino por un malvado gigante. A partir de este engaño, tanto el cura como el barbero, disfrazados también, supusieron que el Quijote tomaría el camino a Guinea, pasando por su pueblo, y ahí lo atraparían y llevarían de nuevo a casa.

Cardenio, el personaje cervantino que enloquece de amor, debió impresionar al bardo inglés y a Fletcher, ya que los inspiró para escribir la comedia. Desdichadamente, la obra no se incluyó en el volumen infolio, o primera edición de Heminges y Condell, ya que sus compañeros de escena recopilaron sólo aquellas que se atribuían exclusivamente a Shakespeare y no las que realizó en colaboración. Esta comedia se refunde en la trastienda de la historia. No queda del todo claro si otra obra, con personajes similares, editada por Lewis Theobald durante el siglo XVIII, que se presume basada en la misma historia, resulta en verdad producto de la pluma del gran bardo inglés. Dicha obra titulada Double Falsehood (La doble traición) se cree que proviene de la versión original del Cardenio de Shakespeare, pero en ella no aparece el Quijote como personaje. En realidad, no es seguro que sea obra de Shakespeare. En últimas y a duras penas, todo parece indicar que sólo quedan unas pocas canciones que se asignan a la obra original.

La pérdida de Cardenio es un gran agujero negro en la historia de la literatura universal. Y aun cuando en el siglo XX se ha representado en diferentes festivales una obra que se le atribuye a Shakespeare con el título de Cardenio, persiste la incertidumbre y no es seguro que provenga del original. También se han escrito novelas cuyas tramas alegan haber encontrado el manuscrito extraviado y especulan sobre cómo fue esta comedia. Pero, a la hora de la verdad, sobre todas persiste la duda. En últimas, vienen a ser adaptaciones de otros autores de la historia de Cervantes. No es del todo claro que la obra de teatro que circuló en el siglo XVIII le perteneciera a Shakespeare y Fletcher, y que fuera la misma que concibieron estos dramaturgos, como bien lo analiza Roger Chartier en su erudito texto dedicado al tema, titulado: Cardenio entre Cervantes y Shakespeare: historia de una obra perdida.

Hubiera sido maravilloso ver y conocer la forma en que el propio Shakespeare caracterizó al ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Al fin y al cabo la literatura no es otra cosa que la lectura de autores entre sí y las múltiples interpretaciones que estas miradas generan. Lamentablemente, todo parece indicar que Cardenio, el Shakespeare cervantino, se perdió para siempre.

* Fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional. Autor de novelas como Migas de pan (Alfaguara) y El rumor del Astracán.

 

 

Prográmese con los dos grandes de la literatura

El Ministerio de Cultura rinde homenaje a los escritores Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Las charlas y conferencias se llevarán a cabo en el Teatro Colón, el Instituto Caro y Cuervo, la Biblioteca Nacional y la Feria del Libro de Bogotá, entre los meses de abril y mayo.

En 12 de ellas se ahondará en la obra de Cervantes a través de diferentes enfoques, como el teatro, la mujer, el Mediterráneo, la hibridez cultural y la influencia de Galileo. También se realizarán análisis de sus prólogos y se hará una lectura gótica de la novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

En cuanto a su obra emblemática, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, se desarrollará una charla que sugerirá instrucciones para leerla y otra sobre las adaptaciones de la novela al teatro contemporáneo en Colombia y Brasil. También se ofrecerá una lectura novedosa del capítulo XVIII de la primera parte y un análisis de Don Quijote como ícono del progresismo latinoamericano contemporáneo. Seis conferencias abordarán los textos del autor inglés con temáticas como la lectura de su obra hoy en día, la maldad en Ricardo III, las adaptaciones de Shakespeare en cómic, la relación entre la memoria y el poder en Macbeth, la interpretación que el filósofo francés Jacques Derrida hiciera de Hamlet y un taller sobre las expresiones idiomáticas en su obra. También habrá una charla sobre el impacto de ambos en el cine.

Por Azriel Bibliowicz * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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