El Magazín Cultural

Elis Regina, la mujer volcánica (Fora do jogo)

La combinación de la potencia de su voz y de una técnica perfecta hacían que de un cuerpo pequeño, menudo, de un poco más de metro y medio, saliera una voz poderosa, liberadora, emocionante.

Manuela Cano Pulido
24 de junio de 2019 - 01:05 a. m.
Elis Regina, nacida el  17 de marzo de 1945 en Porto Alegre. Fallecida el 19 de enero de 1982 en São Paulo. / Getty Images
Elis Regina, nacida el 17 de marzo de 1945 en Porto Alegre. Fallecida el 19 de enero de 1982 en São Paulo. / Getty Images

Quienes la escuchaban daban testimonio del mar de emociones que les recorría el cuerpo cuando la veían cantar. Elis Regina, quien nació el 17 de marzo de 1945 en Porto Alegre (Brasil), era capaz de conmocionar multitudes con su manejo del escenario y su devoción absoluta por la música.

Nunca nadie habría creído que esa mujer “volcánica”, como la han descrito, había tenido pánico escénico muchos años antes. El cuerpo le temblaba y los nervios la recorrían, la aterraban irremediablemente. Sin embargo, el tiempo y la experiencia, que comenzó adquirir muy precoz, cuando apenas tenía 11 años en un programa de radio para niños, y que luego mutaría en su capacidad de llenar multitudinarios estadios de devotos a su voz, acabarían o, al menos, disminuirían ese miedo escénico que antes parecía indomable. 

Si está interesado en leer otro texto de este especial, Fora do jogo, ingrese acá: Rubem Fonseca en tinta negra (Fora do jogo)

Después del padecimiento vendría el disfrute. El goce de la música, del público y de los escenarios. Se dejaba llevar. Su cuerpo completo era atravesado e invadido por ella. Y se convertía en un medio más para que esta se expresara. Estaba a su servicio, y en cada concierto solo la perfección musical importaba. Aun a pesar de esto, cuando la música dejaba de latir en Elis Regina, se perdía el color y su vida privada parecía ser el aspecto más gris en la vida de la artista. Era cambiante en sus estados de ánimo y ciertamente tuvo algunos problemas al relacionarse que la llevarían a ser tildada de “intratable”.

Desde muy pequeña la música la había hecho evadirse de sus problemas más profundos. Desafió a una de sus profesoras del colegio, quien había afirmado que todas las cantantes radiofónicas eran “putas”. Y no lo hizo por medio de palabras e insultos, sino cantando. No paraba de cantar. Ella misma sentenciaba: “Nada me detiene cuando el maestro cuenta uno, dos y tres”. Su conexión era tan fuerte que no se podía imaginar su vida por fuera de ella.

Si le interesa leer otro texto de Fora do jogo, ingrese acá: Glauber Rocha: tierra en trance y la estética del hambre (Fora do jogo)

Elis Regina y el canto eran una sola. Se mezclaban, se unían, en una alianza inquebrantable. Tanto que en una entrevista con Clarice Lispector, la artista diría que “el escenario está tan ligado a mi manera de ser, a mi evolución, a mis traumas, que creo que separarme de un escenario es lo mismo que castrar a un semental: deja de tener razón de existir”. 

En 1961, cuando tenía 16 años, Viva a Brotolandia salió a la luz. En 1964 la cantante estaba sumergida en el bossa nova e interpretaría “Beco de las Botellas” en el programa brasileño Noche de Gala. Sin embargo, ella era cambiante, revolucionaria y extremadamente capaz. Así, cuando migró a São Paulo, su voz migró a otro género: la música popular de Brasil (MPB). Se unió con jóvenes músicos de su época que compartían un ideal, un compromiso social, sincera.

Con su voz volcánica, contribuyó a impulsar la MPB. El éxito fulminante de “Arrastão” es un ejemplo de ello. Fue una composición Edu Lobo, una obra con sentido social y regionalista, y que fue interpretada por la artista en el primer Festival Nacional de la Música Popular de Brasil, en 1965. Su interpretación potente y armoniosa se llevó el primer lugar del festival e hizo que los ojos de todo Brasil se posaran encima de la cantante y del género que comenzaba a consolidarse.

Esos ojos curiosos y admiradores no se quitaron de allí, ni en sus saltos a géneros tan distintos como el jazz, el rock y la samba, ni tampoco en sus siguientes éxitos musicales, En pleno verano, Elis y Tom, Saudade do Brasil. La apodaron la Pimentinha, y Brasil entero vibró cuando las voces de Elis Regina y Tom Jobim se juntaron para interpretar “Águas de Março”. 

Los ojos brasileños tampoco se fueron cuando demostró no ser solo una bonita voz. Cuando se alzó contra el régimen dictatorial de su país, cuando los llamó “gorilas” y cuando interpretó canciones como “Como nossos pais” (Como nuestros padres). Canciones donde denunciaba a unos jóvenes reprimidos, acechados por “peligros en la esquina” y obligados a vivir como otros distintos a ellos.

Murió a los 36 años. Una muerte muy joven y poco esclarecida. Se dijo que la droga y el alcohol, como una mezcla perversa, habían acabado con ella. Muchos hablan de malos diagnósticos, de procesos saltados, de un vínculo con el terror de la dictadura. Nunca nada se esclareció. Pero ella marcó un precedente, lucho, cantó, dejó canciones que son otros himnos brasileños. Hoy los brasileños aún la recuerdan y ven algo de su reflejo en la voz de Mira Rita, su hija. Su voz quedó grabada para siempre en la historia del país más grande de Suramérica. 

Por Manuela Cano Pulido

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar