El Magazín Cultural
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Eloísa Cartonera cumple años

Hace una década nacían los libros de cartón en Argentina. Hoy cerca de 100 editoriales en el mundo ven en el carton su materia prima.

Esther Andradi
19 de abril de 2013 - 06:30 a. m.
a editorial de los libros de cartón fue distinguida con el Gran Premio Príncipe Claus de Holanda 2012 por su compromiso con el arte y la sociedad donde vive. / Cortesía
a editorial de los libros de cartón fue distinguida con el Gran Premio Príncipe Claus de Holanda 2012 por su compromiso con el arte y la sociedad donde vive. / Cortesía

La Boca es uno de los barrios más emblemáticos de Buenos Aires. Cuna de la inmigración, del tango y meca del fútbol, el turismo nacional y extranjero peina sus calles, sus cantinas y conventillos en busca de emociones. Pero más allá del trajín turístico, en la Boca profunda, donde todavía se puede jugar a la pelota en la calle, justo detrás del estadio La Bombonera, se encuentra la esquina de Eloísa Cartonera, la editorial y cooperativa que cumple diez años de vida. Un pequeño local con dos ventanales abiertos de par en par, pintados en todos los colores del filete porteño son los vitrales de este santuario profano. Aquí trabajan diariamente los miembros de la Cooperativa No hay cuchillo sin rosas que se convirtió en paradigma de la creatividad en plena crisis.

A fines del 2001 cuando los bancos quebraron, la gente perdió sus ahorros y más del 50 por ciento de la población argentina descendió al umbral de la pobreza. Los desocupados invadieron las calles en busca de algo para comer, y familias enteras se lanzaron a reciclar basura para sobrevivir. Así nacieron los cartoneros, recogiendo con sus carretillas el cartón desechable en negocios y casas de familia.

Si no había dinero para comprar alimentos, menos se podía hablar de libros. El papel, importado de Brasil, era muy caro. Fue entonces que el escritor Santiago Vega (Washington Cucurto) y el artista plástico Javier Barilaro convocaron a otros artistas para inventar una nueva forma de hacer libros, reciclando los desechos de cartón y generando mano de obra en esa comunidad devastada. ¿Cómo? El colectivo compraba el cartón a los cartoneros, que recibían un pago diario por el cartón, bajo la concepción del precio justo. Así se rompía la cadena de compradores que obtienen el cartón a bajo precio y lo venden a un lugar más grande, cuenta Miranda, miembro de la Cooperativa.

Un buen número de escritores reconocidos como Tomás Eloy Martínez, César Aira o Ricardo Piglia donaron inéditos. El contenido de los libros se copiaba en sténcil y las tapas se pintaban a mano. Con témperas de diferentes colores y diseños, cada ejemplar era único. Pronto se sumaron al proyecto las personas que recogían el cartón, y comenzaron a confeccionar y pintar los libros. A ellos se les pagaba por hora; el resto, escritores y editores, trabajaban ad honorem.

Así surgió la editorial Eloísa Cartonera. Y según dicen, la denominaron Eloísa, porque era el nombre de una muchacha que en aquel momento había deslumbrado a Javier Barilaro. Aunque éste lo niega.

Ha pasado una década de todo aquello. Hoy Eloísa Cartonera es una Cooperativa de una decena de miembros que se autosustenta con la venta de libros. El libro cartonero fue conquistando a sus lectores desde la calle, en ferias populares, festivales, conciertos. Llegar a las librerías fue más difícil. Al principio no les gustaba el precio tan bajo, algunas ni siquiera consideraban que se trataba de libros. Todavía hoy, no faltan escritores y editores que se espantan frente al libro objeto de cartón. Pero la cartonera siguió sumando obras de Horacio Quiroga, Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Copi, Néstor Perlongher, Ricardo Zelarrayán o Salvadora Medina Onrubia. En 2005 ya había conseguido una imprenta, una Offset Multilith, y pasaron de tiradas de doscientos ejemplares a quinientos e inclusive a mil. Poco después los libros cartoneros se exhibieron en ARTEBA, la más grande exposición y mercado de arte de la capital argentina.

Actualmente, Eloísa tiene un catálogo de casi 200 obras, muchas de ellas inéditas de escritores consagrados y otros noveles de Argentina y América, además de un gran número de antologías de poesía contemporánea de diferentes países latinoamericanos. Recientemente acaba de incorporar el microrrelato a su colección, con la edición de Cartón Lleno, una selección que reúne veintiocho autores argentinos contemporáneos.

En diciembre de 2012 la editorial de los libros de cartón fue distinguida con el Gran Premio Príncipe Claus de Holanda 2012 por su compromiso con el arte y la sociedad donde vive. El Gran Premio, que se otorga anualmente en Amsterdan, reconoció a Eloísa por la excelente calidad estética y literaria de sus libros hechos a mano, por crear belleza, democratizar la literatura y ser pionera en un modelo de producción cultural a pequeña escala y de base artesanal que contrarresta el paradigma neoliberal, según el jurado.

Es una gran alegría que gente tan lejana a nosotros reconozca el trabajo que venimos desarrollando desde hace ya diez años, dice Washington Cucurto al comentar el Premio Príncipe Claus. ¿Qué cambió en esta década para la Editorial? La carto ha crecido, confirma María, hemos editado muchísimos lilbros nuevos, hemos recorrido las ferias de las provincias, hicimos talleres, conocimos un montón de lectores. Compramos una hectárea de tierra en Florencio Varela en donde pensamos construir un espacio alternativo de producción y creación popular. Ésto es solo el comienzo.

El modelo Eloísa se ha multiplicado. Han nacido casi 100 editoriales cartoneras en todo el mundo, todas experiencias inspiradas en la nuestra, en América Latina, Europa, en Mozambique y hasta en China, dice María. Y nos da mucha alegria que este sistema de los libros de cartón pueda aprovecharse en otros países. Además tiene la ventaja que cada proyecto es independiente y se desarrolla según las necesidades e intereses de cada colectivo.

Pero Washington Cucurto y María, ya sueñan con la próxima década:

Nos gustaría fundar una escuela de poesía, libre y gratuita. Hacer más libros, nuevas colecciones, recuperar algunas técnicas de impresión olvidadas, incorporar nuevos compañeros, trabajar cada día más, siempre con alegría...

 

 

Por Esther Andradi

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