El Magazín Cultural

En Argentina se manifiestan por la soberanía de los cuerpos

El 7 de febrero se realizaron en toda la Argentina los denominados “Tetazos”, fundamentalmente convocados a partir del inexplicable operativo policial que expulsó de una playa de Buenos Aires a tres mujeres que realizaban topless. Sin embargo, estas manifestaciones no se tratan realmente del topless y tienen una historia mucho más larga.

Jéssica Sessarego
09 de febrero de 2017 - 04:54 p. m.
Una de las múltiples imágenes de la manifestación del pasado 7 de febrero en Buenos Aires.  / Laki Pérez
Una de las múltiples imágenes de la manifestación del pasado 7 de febrero en Buenos Aires. / Laki Pérez

 

El 7 de febrero se realizaron en toda la Argentina los denominados “Tetazos”, fundamentalmente convocados a partir del inexplicable operativo policial que expulsó de una playa de Buenos Aires a tres mujeres que realizaban topless. Sin embargo, estas manifestaciones no se tratan realmente del topless y tienen una historia mucho más larga.

Los movimientos de mujeres y de diversidad sexual vienen pisando fuerte en este país desde hace tiempo. Algunos de sus mayores logros se plasmaron en leyes: la ley de Protección Integral a las Mujeres (2009), la de Identidad de Género (2012) y la de Matrimonio Igualitario (2010), así como el indispensable Programa de Educación Sexual Integral (2006). Sin embargo, la lucha continúa. Entre las acciones más conocidas internacionalmente están las marchas del colectivo #NiUnaMenos, que repudian los femicidios y señalan a los micromachismos como el caldo de cultivo de estos crímenes. Otros temas candentes son el acoso callejero, los casos de abuso en el rock y, más en la línea de lo ocurrido ayer, el derecho a amamantar en público. Recientemente hubo mujeres criticadas por amamantar a sus bebés en plazas y restaurantes y, supuestamente, haber “ofendido la moral pública”. Contra situaciones así ha habido manifestaciones en todo el mundo y en Argentina tuvimos nuestra primera “teteada masiva” en julio de 2016. Ya entonces había aparecido el lema que se utilizó para invitar al evento de ayer: “La única teta que molesta es la que no se puede vender”. Esta frase alude a la contradicción entre la censura sobre mujeres comunes que exponen sus senos por motivos personales, como ser el amamantar o el topless, y el festejo constante a las imágenes eróticas hechas para consumo masculino y expuestas en lugares como puestos de diario, programas de televisión, publicidades gráficas y redes sociales.

En conclusión, los Tetazos de ayer no eran en defensa del topless en sí (como lo indican muchos medios) sino en contra de la sexualización y cosificación del cuerpo femenino, en contra de la censura de los cuerpos diversos y a favor de la igualdad de derechos. Por eso, los carteles hablaban de libertad, de decisiones, de aborto, y repudiaban la censura, el acoso y el “negocio del cuerpo”, refiriéndose principalmente a la idea imperante de que la mujer es un objeto de consumo masculino. Muchas participantes aprovecharon para invitar al paro internacional de mujeres que se está organizando para el 8 de marzo.

El Tetazo realizado en la capital del país, frente al símbolo fálico por excelencia, nuestro Obelisco, comenzó tenso. Desde media hora antes del inicio programado había decenas de varones en semicírculo con celulares y cámaras preparadas para acosar a las participantes. La mayoría de los medios, en una muestra de insensibilidad, había enviado a fotógrafos y camarógrafos varones, y en unos pocos casos al menos una periodista era parte del equipo. Las primeras mujeres que llegaron se notaban inhibidas. Cuando algunas se animaron a quitarse la remera, hombres se acercaron a fotografiarles los pechos directamente, y algunos incluso intentaban toquetearlas. Se escuchaban entre ellos conversaciones desagradables, riéndose de las mujeres y animándose mutuamente a ir a fotografiar a tal o cual que “estaba buena”. Ante esto, algunas chicas reaccionaron y trataron de ahuyentarlos empujándolos y gritándoles. Se armaron círculos de manifestantes que cantaban “afuera, pajeros”, con pocos resultados. Los varones que venían con intención de apoyar la movilización o simplemente para acompañar a sus conocidas se sentían incómodos y no sabían cómo despegarse de los varones acosadores, que eran gran mayoría.

Por suerte, en la medida en que llegaban más agrupaciones, así como mujeres independientes, las manifestantes pudieron ignorar a los intrusos y realizar asambleas, bailes, cantos, quemas de corpiños y otras actividades. Entre los colectivos que se acercaron a apoyar se encontraban Juntas y a la Izquierda, Mala Junta, Mumalá, Plenario de Trabajadoras, Las Rojas, FUBA, TPR, PSTU, CTA, Movimiento Evita, Brujas en Resistencia, AMMAR, Partido Humanista, entre muchos otros. Había mujeres cis* de todas las edades, con o sin corpiño, con o sin remera, mostrando cuerpos diversos, con cicatrices, sin pezones, con aritos y tatuajes, rellenos y delgados, con arrugas y lisos. Había mujeres y varones trans, representantes de una de las comunidades más postergadas de nuestra sociedad, habitualmente reducidos por la discriminación al trabajo sexual y la pobreza, que ayer como siempre pusieron el cuerpo contra los prejuicios. Finalmente, hubo también varones cis que se animaron a ponerse un corpiño, que se pintaron “tetas”, que se llenaron de brillantina. Despacio, se impuso un ambiente de solidaridad, se tomó parte de una calle aledaña y la gente se sentaba en el asfalto en grupos a tomar mate o cerveza, pintarse mutuamente, hacer acrobacias, reírse.

A pesar de que ocurrieron otros incidentes, la impresión general fue de éxito: se habían derribado estereotipos y, al menos por unas horas, las personas fueron más libres.

* Se utiliza la expresión “cis – género” para indicar que una persona se identifica con el género que le fue asignado al nacer, es decir, que no se considera transgénero.

Por Jéssica Sessarego

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