El Magazín Cultural

En la piel de Manuela

El payanés Víctor Paz Otero escribió 61 textos imaginados que el Libertador le escribe a Manuela en "La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte", un trazo humano y político de uno de los más grandes hombres de la historia en su viaje hacia la muerte.

Albero Medina López
22 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
En la piel de Manuela

“Amé en ti el abismo de tus sueños locos y el abismo de tu pubis negro, donde me enamoré del placer y creí en todos los dioses (…) Amé tu piel y sus asombros, que me mostraron y me hicieron presagiar el paraíso”.

Este fragmento ardiente hace parte de los 61 textos imaginados por el payanés Víctor Paz Otero que el Libertador le escribe a Manuela en La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte, un trazo humano y político de uno de los más grandes hombres de la historia en su viaje hacia la muerte. A lo largo de esa especie de testamento de amor, el Libertador llama a su amada de muchas maneras. La llama Manuela volcánica, arbitraria, balsámica, carnívora, Manuela refugio, derrochadora, caótica, Manuela distante, hermosa, Manuela triunfante y despiadada. Muchas formas de nombrar un amor que nació en el baile, esa fiesta erótica de los cuerpos que se sueñan desnudos.

“... de ese extravío retorno a tu cuerpo, a esa noche primera y única en aquel junio triunfal de Quito, cuando sentí el contacto tibio y embrujador de tu carne vibrante que me abrió las puertas secretas al jardín inexplorado de todas tus delicias”. La historia de la agonía del Libertador hace dos recorridos. Uno físico, por Honda, Mompox, Turbaco, Cartagena y Santa Marta. Otro espiritual, por los recuerdos y las noticias que llegan como bofetadas: las derrotas y las glorias, el peso indignante de las traiciones, las tribulaciones del dinero, las amenazas de confiscación de bienes, Santander y la Noche Septembrina, el doloroso asesinato del mariscal Sucre, el pasaporte que casi no llega, y Manuela. , el bálsamo para las heridas del corazón.

En su memoria vive el amor concedido por Manuela, pero también su ira cuando supo que había estado con otra mujer. De esa rabia quedó una cicatriz, como condecoración, como prueba de amor.

“ ... yo, el Libertador, no era exclusiva presa de tu dominio amoroso y carnívoro. Y claro, Manuela, yo nunca fui fiel a tu carne sino a tu espíritu (…) Fueron amoríos, tal vez sólo cópulas que me hicieron más solitario. Pero tu amor era otro cantar…”. Manuela le llega de la vida y trasciende la muerte. Le alborota los deseos con su “sexo de sal negra” y en el presagio del fin aparece vestida en la nostalgia de un famoso verso de Quevedo: “polvo seré, más polvo enamorado”.

Uno de los grandes méritos de esta novela histórica es la forma como el autor recupera la voz de Bolívar. Basta con acercarse a la Carta de Jamaica o a su Última Proclama, para sentir que las palabras del Libertador, su tono y su estilo, reviven de nuevo en la ficción de Víctor Paz Otero.

La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte es la prolongación de una voz que se quedó a vivir en la conciencia de un continente.

Por Albero Medina López

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