El Magazín Cultural
Publicidad

Entrevista con el director de 'Biutiful'

El realizador mexicano Alejandro González Iñárritu crea una historia de profundidad visceral a través de Uxbal, un hombre que transita hacia la muerte buscando dignidad y redención.

Liliana López Sorzano
19 de febrero de 2011 - 09:00 p. m.

Invitados a un momento de cruda intimidad, los ojos del espectador se asoman por los hombros de Uxbal para verlo orinar sangre en un baño sucio y oscuro. El cáncer ha empezado por la próstata y esta enfermedad terminal se mezcla fatídicamente con los problemas de su esposa bipolar, un trabajo clandestino y los malabares para cumplir con su deseo de ser un buen padre. Uxbal empieza a desmoronarse de forma abismal por fuerza del destino y González Iñárritu, el director, se empeña en hacerlo pasar por un túnel de terror para hablar de la vida a través de la muerte. Este es el héroe trágico de Biutiful, película nominada al Oscar en la categoría de mejor película extranjera y a mejor actor principal con la actuación de Javier Bardem, quien encarna a este hombre contradictorio que se debate entre la ternura y la rudeza. Lo construye de adentro para afuera, con su mirada poderosa, su rostro desvencijado probando una vez más que su credibilidad como actor es indiscutible.

El paisaje por donde transita Uxbal está lejos de la playa de la Barceloneta, de las alegres Ramblas, de la elegancia del Paseo de Gracia y de la arquitectura de Gaudí. La Barcelona de Biutiful es una que pocos conocen y muchos la viven o más bien la padecen. Sucia, gris, visceral, miserable, maloliente y sin misericordia, en ella una población de imigrantes chinos y africanos se aferra a la vida a pesar de una hostilidad atmosférica que pretende borrarlos del mapa.

Devastadora, sórdida, como un puño seco en la cara, González Iñárritu logra entregar en Biutiful un universo condensado en 147 minutos a través de una cinematografía meticulosa hasta el exceso, de cuadros reveladores, que encuentra belleza en la fealdad y una dirección de actores que pretende ir más allá de la interpretación.

Su director, Alejandro González Iñárritu (Amores perros, 21 gramos, Babel), habló con El Espectador desde Los Ángeles.

Si asumiéramos que no importa la geografía de donde venga el director, sino la manera como narra las historias, ¿qué importancia tiene su nacionalidad mexicana a la hora de hacer cine?

Yo creo que la patria es la infancia. Esta frase de Baudelaire es muy sabia porque la patria es algo más que una frontera, una línea o un pasaporte. El punto de vista de la cultura mexicana en la que nací sí impregna la obra. Vengo de una cultura excesiva, intensa, barroca. México es la ciudad más grande del mundo, la más contaminada, la más poblada, todo un experimento antropológico, y creo que mi cine es la acumulación de eventos y emociones que muestra esa tendencia.

¿Cuál es el mayor contraste de sus películas anteriores con ‘Biutiful’, a excepción de la narrativa lineal?

Hay similitudes y hay diferencias. Las primeras podrían venir más de un tema obsesivo que hay en todas mis películas que es la paternidad. El amor filial siempre ha sido parte de lo que he explorado en todos mis proyectos. Si soy manzano produzco manzanas, no puedo producir peras. Hay una extensión mía, una sombra. Por otro lado, deliberadamente exploré nuevos territorios. A diferencia de las otras que eran historias multilineales, esta es para mí una película con una estructura circular que empieza donde termina, con una narrativa lineal que tiene un género que no había tratado, que es la tragedia, con todas las reglas que ésta implica. También hay un elemento metafísico o sobrenatural que nunca había explorado.  Además,   en el comentario social que quise hacer hay un  hiperrealismo por todos los elementos verdaderos de los personajes y los lugares donde filmé .

¿Cómo vivió el rodaje? ¿Se puede uno desligar, salir por un momento de la historia? ¿Cómo se maneja ese nivel emocional?

Es intenso, la demanda emocional con escenas que requiere una película como Biutiful es exhaustiva. Es como un drenaje. Para los actores, va mucho más allá de la artesanía y de la técnica actoral, en especial para Javier Bardem. Esto es un estado, es un compromiso con un estado de ánimo que lo tienes que entender de adentro hacia afuera porque, si no, pierdes y empiezas a interpretar. Y como director, filmo cronológicamente, esto es una enorme ventaja porque voy navegando emocionalmente con los eventos. Esas escenas no las puedes filmar en la mañana y sacudírtelas en la noche, porque son cosas muy fuertes de las que te vas impregnando.

Se dice que su manera de trabajar raya en la neurosis y en el perfeccionismo.

Para hacer algo extraordinario tienes que empujar todo a veces hacia lugares extremos y no muy cómodos. Me gusta estar incómodo, visitar los lugares inestables y hay películas que te obligan a comprometerte incluso emocionalmente, y esta fue una de ellas. No fue estar haciendo una película, fue un estado que se adueñó de mi ser. Y fui intenso, y es verdad, soy obsesivo, compulsivo, perfeccionista, pero nada menos de lo que uno pueda necesitar para crear lo que creé. No exijo nada de lo que yo no esté dispuesto a dar.

¿Qué le implicó crear este personaje y tratar el tema de la migración?

Se me dio el privilegio de poder hacer un año de investigación en el que tuve acceso a las comunidades africanas y chinas. Gran parte de la película está filmada en escenarios reales. Los chinos, en general, habían sido víctimas del abuso, de la explotación en esta fábrica, nadie es actor y lo mismo pasa con los africanos. Pude realmente impregnar la película de una verdad que fui descubriendo a lo largo de esta investigación.

¿Cómo ve la migración mexicana en Los Ángeles, su ciudad de residencia?

La veo de la misma forma como un fenómeno mundial o más allá de los territorios. Es la esclavitud del siglo XXI, es poder explotar legalmente a quienes determinamos que son ilegales. Es una aberración decir que hay niños ilegales hoy en día. Todo emigrante parte de la misma raíz que es el dolor, nadie se va de su país por su propio gusto, hay una razón política o la falta de oportunidades económicas, sociales, religiosas. Todos parten del mismo dolor y todos son víctimas del abuso o de lo que es peor, que es la invisibilidad. Las sociedades primermundistas actúan como si estas sociedades fueran invisibles y no importantes. Esa es la parte más trágica del asunto.

Olivier Assayas dice que en sus películas intenta no hacer cine sino producir un efecto de realidad, de veracidad. ¿Qué opina al respecto?

La palabra del hiperrealismo me gusta mucho porque va más allá de la realidad. Porque la realidad no me interesa, pues como está concebida hoy, está totalmente prostituida y corrompida, empezando por los programas de TV que les llaman reality shows. Creer que con meter una cámara de video en un apartamento con unos chicos viviendo están capturando la realidad, es desvirtuar el concepto, se contradice porque se está haciendo un performance para crear una realidad artificial. Más que la realidad, me interesa la verdad. Yo soy un contador de historias, de ficción, no un documentalista. Me interesa la verdad del universo que yo quiero crear. Puedo hacer una fábula o una comedia, pero para mí lo importante es ser verdadero al universo que el artista presenta y esa verdad es inspirada en la realidad y no en la imitación.

¿Por qué la inclusión de la metafísica ?

La verdad es que desde pequeño el pensamiento de la muerte me ha parecido un concepto excitante intelectual, espiritual y emocionalmente. Siempre me ha sacudido, siempre he luchado, he tenido ganas de creer, de no creer. Quise adentrarme en un tema que es la exploración de la muerte a través de un solo personaje y jugar con eso. La idea del cine me fascina, poder rasguñar la tela del presente y asomarme a esa otra parte metafísica… me entusiasmó la idea como un reto.

El punto de partida de ‘Biutiful’

Según Alejandro González Iñárritu, sus películas nacen de una conversación, de una emoción, de una canción, de algo escrito en un papel. “Es un cúmulo de experiencias sensoriales e intelectuales. Yo trato de escarbar y encontrar cosas”. Para Biutiful quiso entender la imagen de un hombre que visita al doctor, “que es la parte más tenebrosa después de los 40. Cada vez que vas con un dolor hay una idea en la cabeza de que puedas salir de ahí con un reloj corriendo en tu contra. Y esa posibilidad, esa pregunta de qué haría uno si tuviese 75 días de vida, fueron elementos importantes para realizarla”, afirma el director.

 

Por Liliana López Sorzano

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar