El Magazín Cultural

Escribir en Barranquilla, según Ramón Illán Bacca

Fragmento del prólogo a la tercera edición de “Escribir en Barranquilla” (Ediciones Uninorte 2013), uno de los emblemáticos libros del recién fallecido autor caribeño.

Ariel Castillo Mier * / Especial para El Espectador
18 de enero de 2021 - 04:17 p. m.
Ramón Illán Bacca nació en Santa Marta y murió el domingo pasado en Barranquilla, a los 82 años de edad, donde fue profesor de literatura de la Universidad del Norte. Escribió las novelas “La mujer barbuda”, “Maracas en la ópera” y “Deborah Kruel”, entre otras.
Ramón Illán Bacca nació en Santa Marta y murió el domingo pasado en Barranquilla, a los 82 años de edad, donde fue profesor de literatura de la Universidad del Norte. Escribió las novelas “La mujer barbuda”, “Maracas en la ópera” y “Deborah Kruel”, entre otras.
Foto: Alcaldía de Barranquilla

El objeto de Escribir en Barranquilla es la actividad literaria en esta ciudad: el acto de escribir y su recepción, mucho más que la escritura. No interesan tanto aquí las obras en sí, la producción textual, como los hechos —pintorescos, insólitos, risibles— de la vida literaria y los contextos social, económico y cultural. El punto de partida de esta historia no es, pues, ni el texto ni la construcción y significación de los mensajes, sino el ameno anecdotario que se desprende de la actividad literaria en la ciudad. (Le puede interesar: Murió Ramón Illán Bacca, voz narrativa del caribe colombiano).

Cuando El Autor afirma que su libro no es historia literaria tiene, en parte, razón, si consideramos los nuevos caminos de esta disciplina en nuestros días. Pero lo cierto es que este trabajo pone de manifiesto una añeja concepción de la historia literaria entendida como un orden acumulativo en el que se establecen relaciones indiscriminadas entre el texto y las escuelas, el autor, la sociedad, la filosofía, la religión, etc., sin precisar su subordinación ni justificar la importancia del aspecto comentado.

En otras palabras, lo que interesa aquí es la literatura como institución social y no en cuanto creación, de manera que se soslayan aspectos como la continuidad y ruptura entre las obras, la permanencia y la renovación de una tradición literaria, la génesis y la formulación de programas y sus realizaciones, la distribución de la producción en etapas y periodos. Las preguntas que orientan el trabajo de Ramón Bacca, y a las cuales les da diestras respuestas son: en una época dada, quiénes escribían, para quién, quién leía, por qué, qué formación tenían lectores y escritores, quiénes alcanzaron el éxito, qué cambios se produjeron en cuanto al gusto, qué relaciones había entre las letras y la política y la religión.

No obstante, El Autor logra equilibrar las limitaciones de la historiografía positivista con una de las virtudes de esa misma tendencia, la erudición, si bien mediante un uso extraño de la misma que podría denominarse “erudición vergonzante”. Iconoclasta, ajeno a la solemnidad y a la pedantería, pero aficionado a los refinamientos culturales; amante de la alta cultura de los museos y las bibliotecas, pero también de la cultura oral de la tertulia; dueño de una intuición certera, la voz que habla en esta historia camufla su vasto saber entre anécdotas significativas. (Entrevista con Ramón Illán Bacca).

Un rápido repaso de las fuentes de su texto nos revela el amplio bagaje, y no sólo literario, que posee. Detrás de cada capítulo es posible detectar las minuciosas y arduas prácticas del investigador, su voracidad lectora, la lenta y laboriosa frecuentación de crónicas, editoriales de prensa, historias de vida, memorias del periodismo, traducciones, archivos privados, biografías de escritores, manuales de literatura, conversaciones con los protagonistas, hojas volantes, libros de viajeros, autobiografías, diarios, aunados al conocimiento directo del sistema literario nacional, continental y universal y del contexto artístico, en particular, del musical y cinematográfico.

Estructurado y desarrollado con base en la proliferación anecdótica, en Escribir en Barranquilla abundan los incidentes pintorescos. Mencionemos algunos: la actitud contemplativa y hedonista de Gómez Carrillo en pleno hundimiento del Amerique; las lambonas dedicatorias de López Peña a los escritores consagrados y el cipote ladrillo que cargaba en el bolsillo para defenderse de los apodos callejeros; el desplante de Leopoldo de la Rosa al poeta visitante Francisco Villaespesa, el tesonero cumplimiento de su promesa de no trabajar nunca más en la vida y la penitencia que debió pagar por mirar demasiado a la mujer de un militar mexicano: la recitación de sus obras completas y, algo más, con un rencoroso revólver en la sien sudorosa; la carta apócrifa de Vargas Vila a sus admiradores, escrita por Vinyes; la gaffe de un tenorio de la aristocracia local que se presentó al Hotel Moderno con un gran ramo de flores y la intención insidiosa de invitar a comer a Titta Ruffo; la muerte del narrador García Herreros, un sábado de carnaval, atropellado por un carro de mulas, mientras declamaba versos en latín; la muerte en la carretera del pintor “Figurita”, disfrazado de reina de Bolivia, al caer- se bebido de una carroza de carnaval; el pasaje de regreso a Barranquilla encontrado entre los papeles de Ramón Vinyes a la hora de su muerte.

Además de estos casos curiosos, pero sugerentes, el libro registra con detalle ciertos sucesos significativos como el paso por la ciudad de poetas visitantes; la correspondencia entre los famosos y los artistas; el cotorreo de las tertulias, la aventura de las revistas, las representaciones teatrales, las conferencias, las lecturas predilectas y los profesores invitados. De hecho, muchos de estos materiales son empleados indistintamente tanto en las crónicas como en las novelas y cuentos de Ramón Illán Bacca. De esta manera lo que se pierde en rigor científico se gana en poesía, en deleite.

Pese a la aparente trivialidad de los numerosos incidentes curiosos con los que Bacca anima su relato, sabe explotarlos para armar un puntual inventario de los hechos esenciales de la vida literaria de la ciudad y un registro coherente de textos y autores fundamentales que constituyen un importante material de base para futuros trabajos monográficos que amplíen (o refuten) las opiniones aquí propuestas y extraigan el mayor número de consecuencias de los datos.

Además del recurso del relato saleroso, Bacca apela a otro artificio de sus ficciones: la búsqueda de frases memorables, que cumplen varias funciones simultáneas: al tiempo que desnudan una manera de pensar plena de prejuicios parroquiales, de carencias, ponen en evidencia una mentalidad, una actitud cerril frente a la realidad, y provocan la risa del lector. Valga como ejemplo esta cita, tomada de la revista paradójicamente llamada Civilización: “La mujer que se dedica a escribir aumenta el número de libros y disminuye el de las mujeres” (p. 57). Pero puede ocurrir también que la cita funcione como la estocada que pone punto final a un asunto que parece prolongarse demasiado.

Después de examinar la trayectoria literaria de López Penha, que no le inspira la menor simpatía a El Autor, este acude a una frase lapidaria de Emerson: “La falta completa de poesía en una inteligencia trascendente significa una enfermedad, y como voz ronca en una persona hermosa, es una especie de advertencia” (p. 25). La acumulación de las citas va configurando un inmenso collage de voces que ponen de manifiesto la temperatura moral de una época.

De las abundantes frases memorables presentes en Escribir en Barranquilla podríamos destacar la perversa comparación del modernismo con la cumbia que hace Fray Candil (p. 28), la autodefinición de Julio H. Palacio, un intelectual que confundía deliberadamente la vida del escritor con la política (p. 136) o la caracterización de los militares costeños por parte de Luis Ricardo (p. 142) y la definición de nadaísmo que enuncia El Autor: “esa mezcla de existencialismo, surrealismo, “beatnikismo” y frijol antioqueño” (p. 218 ).

Entre los aportes más significativos y saludables del libro, cabe resaltar su actitud equilibrada frente a los autores y las obras. Ajeno al nacionalismo que infecta los registros de la historia literaria colombiana y a su tendencia a convertir en héroes y a divinizar los literatos, independientemente de la calidad de sus obras, en este libro, Bacca, sin dejar de reconocer la hazaña épica que implica escribir (o sobrevivir como escritor) en Barranquilla, nos muestra también las torpezas y las limitaciones en el ejercicio de esa labor. Así sucede, por ejemplo, con Ramón Vinyes, a quien al tiempo que le reconoce sus méritos en la modernización de la literatura en la ciudad, le cuestiona su flaqueza filosófica y su tendencia a la intolerancia. Más que endiosar, El Autor desmitifica.

* Fragmento del artículo original “Escribir en Barranquilla: panoramas heterogéneos de un escritor notable”, publicado en Aguaita, n.° 1, marzo de 2009, pp. 114-121. Castillo Mier es crítico literario. Licenciado en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico, con estudios de Maestría en Letras Iberoamericanas de la UNAM y de Doctorado en Letras Hispánicas de El Colegio de México.

Por Ariel Castillo Mier * / Especial para El Espectador

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