El Magazín Cultural

"La familia es un sistema nervioso psicológico"

Cristóbal Jodorowsky nació en México hace 51 años, pero toda su vida ha sido caminar en busca de seres inauditos con verdades profundas. Esta semana pasó por Colombia, donde ya echaron raíces sus escuelas de psicoteatro y psicomagia.

Jorge Cardona & María José París
07 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
Cristóbal Jodorowsky, poeta, creador teatral, cineasta, pero, sobre todo, viajero incansable para conocer lecciones de los curanderos del mundo. / Cortesía
Cristóbal Jodorowsky, poeta, creador teatral, cineasta, pero, sobre todo, viajero incansable para conocer lecciones de los curanderos del mundo. / Cortesía

En 2008 visitó por primera vez a Colombia y desde entonces lo hace con alguna frecuencia, con la certeza de que en el país existe “un amplio sentir sensible de lo invisible”. Es Cristóbal Jodorowsky, psicochamán, poeta, creador teatral, cineasta, pero, sobre todo, viajero incansable para conocer lecciones de los curanderos del mundo. A México, Perú, Indonesia, India, Francia o Filipinas ha llevado sus caminos terapéuticos de la psicomagia, que conoce desde la niñez y que compartió con su padre, Alejandro Jodorowsky.

Sobre la trayectoria de su reconocido padre y la libertad de tomar su propio camino; la forma como el hemisferio derecho del cerebro se inutiliza pero activa la creatividad humana o la necesidad de la curación genealógica en las entrañas mismas de la familia, habló con El Espectador. Su libro El collar del tigre es un éxito de descargas en su versión electrónica, y está a pocos días de entregar su segunda obra, en la que lleva siete años trabajando y aborda un tema cautivante: la relación con el dinero.

¿Cómo llegó a Colombia?

En 2008 me invitaron a dar unos talleres. Me entendí bien con la gente y empezó esta aventura. De hilo en aguja fui conociendo personas, se fueron armando los tejidos, se han creado algunas escuelas. Después vino la cabalgada del psicoteatro, que hago desde hace varios años. Como que la gente colombiana me quiso. Ahora desarrollo un proceso transformativo llamado metamundo, de forma vivencial y en línea, que incluye curación genealógica, tarot, psicología profunda, psicochamanismo, todo lo que pueda ayudar al ser humano a desarrollarse.

Y con toda su trayectoria, ¿qué le gusta más, el psicoteatro, el tarot, la psicología profunda…?

Ayer estaba escribiendo a todo lo que me dedico y concluí que el denominador común es la pasión; es la búsqueda de descubrir dimensiones de la mente, del corazón, del sexo, de la creatividad o del cuerpo, todo para desarrollarme. Es un santo egoísmo que después comparto con la gente. Es la curiosidad de los niños que sigue vigente en mí.

Leyendo su vida viajera, ¿por qué cultura se considera más tocado?

Vengo de una familia de gente peculiar. Nací en México, a los 7 años fuimos a Nueva York dos años; luego volvimos un año a Méjico, tres años en París, después Estados Unidos. Fuimos una especie de gitanos, poetas, filósofos, místicos y artistas. Somos ciudadanos de nuestros zapatos, pero, como los zapatos se me terminan, entonces ahora soy un habitante de mi esqueleto. Esa es mi patria; puede ser que haya sido un infortunio, pero fue un regalo que se me dio, porque hay una parte de mí, muy íntima, que no se abandera de nada. No tengo país ni religión. En México me siento mexicano, en Colombia me siento colombiano, en Francia me siento francés, en Italia me siento italiano. Puedo crear empatía con la gente y no tengo lucha de banderas, partidos o culturas. Soy un hombre adaptativo.

¿Qué le ha llamado la atención de Colombia?

Hay mucha profundidad entre la gente. Existe una emocionalidad, que puede ser herencia indígena, y se advierte en gente ordenada, que trabaja mucho, como hormigas. Hay una unión con la naturaleza muy fuerte y un amplio sentir sensible de lo invisible. Más allá de las formas intelectuales, hay un sentir profundo de la naturaleza. Es gente luchadora que se ha fortalecido mucho por enfrentarse a situaciones complejas. Eso crea carácter. En México se festeja la muerte y creo que, como Colombia, son pueblos que han vivido situaciones trágicas, pero siguen bailando. A pesar de todo lo que han vivido, siguen con esperanza y visión positiva de la existencia. En Colombia, lo he advertido en Bogotá, en Medellín, en Cali o en Pereira.

Incluido el aprendizaje de su padre, ¿cómo resume su experiencia personal en el universo de la psicomagia?

Respecto a la psicomagia, no he logrado discernir sus límites; es como una gota de tinta que cae en un vaso de agua y no se sabe hasta dónde va a llegar el color. He ido discerniéndola, pero es un trabajo que hago sin vender a las personas una poción que solucione todo. Por el contrario, siempre hay un camino interno, heroico y terapéutico de restructuración emocional que no lo puede hacer ni una varita mágica ni un ritual ni un masaje. La psicomagia me preparó para hacerme cargo de mí mismo. La he experimentado y también cuando me siento a hacer práctica con 20 o 30 personas y recorro con mi mente varios mundos, todos con múltiples experiencias misteriosas. No me dieron la psicomagia en una cajita, yo la tomé, trabajé y me gustó lucharla.

¿Es decir que se ha distanciado un poco de la herencia de su padre?

No me puedo distanciar, porque estamos íntimamente unidos; además, me siento orgulloso de eso. Pero ya incorporé tantas otras situaciones porque hay tantos paradigmas, que ahora me dedico al proceso transformativo y no a continuar el trabajo de mi padre. La suerte que tengo frente a sus alumnos es que ellos deben ser jodorowskyanos y yo no. Tengo la libertad de visitar otros mundos.

¿Usted desarrolla arte psicomágico?

La psicomagia es psicología inspirada en las artes populares mágicas. En el fondo, es energía psicológica abstracta que, como en los mitos, da forma a los conflictos psicológicos mediante la metáfora. Es como una operación a cerebro abierto. Nuestra mente es metafórica y, por ejemplo, si pongo una foto de mi abuela, acepto que es ella. Nada es imposible y puede ser muy profundo. Es una larga preparación simbólica porque hay que entender también de qué manera funciona la psique. Además, hay actos de psicomagia universal. Se puede trabajar sin imponer símbolos que correspondan a una cultura. Los celos, las ansias, las rabias son universales; lo que hay que saber es cómo tocarlos.

Cuándo usted dice que el cerebro es metafórico ¿alude a la inutilidad que se hace en occidente del hemisferio derecho del cerebro?

Así es. Es una especie de lobotomía que hemos sufrido los seres humanos en las escuelas desde niños porque nos acostumbran a pensar desde el hemisferio izquierdo del cerebro. Ordenar datos, información, historia y eso es fundamental, pero todo aquello que es experiencial, conocerse a sí mismo, lo holístico, lo místico, lo osado, lo creativo o lo divino, no se enseña.

¿Y en esa búsqueda no se buscan formas escapistas como las drogas para activar ese hemisferio derecho?

Claro que sí. Ahora pasa eso, hay una sed y se utilizan plantas o drogas. Pero un tema son las drogas para escaparse de la angustia y terminan siendo formas de intentar frustradamente apaciguar la ansiedad. Lo otro son personas que buscan desarrollar su otro hemisferio. El peligro es que se queden en la utilización de plantas y después no lo puedan hacer por sí mismos. Las plantas pueden ser una inspiración, abrir ventanas, pero luego hay que aventurarse, hacer el trabajo de hormigas, para que se mantenga en el tiempo o si no termina siendo sueño. Creíste que volabas, pero no era así; no aprendiste a volar. Por eso hay que aprender y eso toma tiempo, paciencia y disciplina amorosa.

¿Cuál sería la terapia para activar el hemisferio derecho del cerebro?

Cuando trabajo en psicomagia me siento puro hemisferio derecho. Hago cosas creativas, escribir poesía, pintar, cantar, bailar, soñar, imaginar. A nuestro cerebro le encanta eso. A menudo, las cosas se hacen para conseguir algo y en este mundo materialista es para obtener dinero, que es lo menos imaginario que hay. El dinero es concreto. Pero cuando el ser humano realmente es, en ese momento comienza a encauzar una vida abundante en todo sentido. Emocional, creativa, con potencial para producir dinero, confianza, autoestima, en el verdadero contacto con sus capacidades.

Es decir que la sociedad se encarga de programar a la gente.

Los medios de comunicación son una puerta abierta a la cultura, si entras en ellos y se quiere estudiar, pero también son como un vampiro que te chupa la sangre. No necesitan ir a buscarte; la gente misma se conecta, se deja absorber la energía, y hay tanta felicidad por todas partes y también tanta manipulación del cerebro. El instinto va desapareciendo, aunque no del todo. Sin embargo, creo que el ser humano se está despertando cada vez más.

¿Cómo se desarrolla la curación genealógica y por qué la familia es tan determinante en el ser humano?

La familia es la clave. Cuando el ser humano no ha hecho su proceso de tomar conciencia y revisar su historia, la repite. Es automático y dramático, pero es así de perfecto. Se repiten fechas de nacimiento y muerte, nombres, profesiones, dinámicas emocionales. Todos los seres humanos somos así. Cuando no se revisa, se repite. La misión del no revisado es mantener la estirpe psicológica hasta que termine el universo. Mediante ideas, movimientos, gestos, formas de hablar se mantiene vivo el árbol familiar. La misión para encontrarse a sí mismo es revisar y elegir. Cuando no se hace, es poseído. La familia es como una especie de sistema nervioso psicológico. Son códigos, hologramas; es energía invisible que fluye. Por eso la psicomagia permite entrar en esos códigos, reorientarlos, elegir y solucionar. Las personas que hacen constelaciones familiares son una forma de acto metafórico porque teatralizan algo que está adentro. No soy el resultado de mi pasado únicamente. El trabajo genealógico es para cerrar ciclos repetitivos y estar en el presente. Pero hay que entrar en el dolor y lo que toca toca. Es el camino iniciático fundamental. Hay que aprender a ver en la oscuridad y tomar conciencia. Es un viaje profundo a los inframundos para desarrollar el coraje.

¿El árbol genealógico se puede curar?

Sí, pero es un árbol que no está afuera, está en el cuerpo, en los códigos de tu comportamiento que no han sido revisados. Y toma tiempo revisar lo que quedó pendiente. A veces el ego se resiste, pero todo lo que fue excluido, lo que fue rechazado, lo que se negó aprender de una pérdida o un fracaso, se mantiene intacto. Se excluyeron personas por locas, prostitutas, alcohólicas o asesinas y se vuelven secretos, situaciones no procesadas que son neuronas en el cerebro. Y el cerebro quiere siempre integrar todo porque aprende de todo. La mente aprende por las crisis que están estructuradas para que las personas crezcan. Cuando algo no fue aceptado, dos o tres generaciones después se repite. Hasta que el proceso evolutivo se pueda hacer. Hay que integrar lo que no fue integrado, sobre todo los conflictos, y que el proceso de mutación de la mente humana se pueda hacer. Es decirse a sí mismo, voy a desobedecer a las estructuras del pasado y no me va a pasar nada.

¿Pero las religiones afirman que los hijos responden por lo que han hechos sus padres o sus antecesores?

Uno no paga los actos de sus padres, pero somos extremidades del árbol que van a hablar de todo lo que pasó. Lo que debe hacerse es saber qué debo realizar para que los hijos y los que vienen no padezcan de mis acciones o aprovechen lo positivo de ellas. Y si las acciones van a quedar por mil generaciones, entonces hay que hacer cosas positivas para que eso quede y regar las plantas con buen fertilizador y no con veneno.

¿Y el karma, que es como una especie de certeza de que tarde o temprano vas a recoger lo que siembras?

El karma se confunde con la idea de que yo pago lo que hice en el pasado o hicieron otros. Y, si se acepta también la reencarnación, pobres de nosotros. Karma es una decisión y practicarla es hacer algo para que tenga efecto en el futuro. En ninguna parte está escrito que sea pagar el pasado. Causa y efecto, aquí y ahora. El mundo es un espejo del ser humano y somos inmaduros emocionalmente; además, muy fragmentados. Por ejemplo, hay que sanear el dinero y lo que carga consigo. Está sociedad está enferma de eso, pero no se puede demonizarlo. Hay que ocuparse de él, sanearlo, terapearlo, chamanizarlo, constelarlo, psicomagiarlo, asentarlo como se hace con el animal que no se te puede subir a la cabeza. Porque cuando te controla perdiste el libre albedrío y la libertad. En la cultura oriental, el Buda está sobre el tigre y no al contrario.

Háblenos de su libro “El collar del tigre”, ¿es decididamente personal para desarrollar la psicomagia?

Lo profundamente personal es universal. Cada uno de nosotros es una mitología. Somos los mismos procesos que existen en todos. El mío corresponde a un proceso mítico. Sanar a la familia y mostrar a la gente que no hay vergüenza y que tampoco estoy juzgando. Reviso mi historia con la gente y trato de que el lector identifique su propia historia. Si no fuera personal, no podía mover emocionalmente a los lectores y mezclar aspectos psicológicos con aspectos creativos y artísticos. Le puse color a mi propia historia y entregué estructuras útiles o universales. Es terapéutico. Ahora llevo siete años en el nuevo libro que estoy preparando y partí de nuevo de mi historia.

¿Cuál es su postura frente al miedo?

Es una elección, es una prueba. Es inevitable que exista y puede ser un estrés estimulante. Pero el paralizante es tóxico y hay que evitarlo. Todo héroe tiene miedo pero va al combate. La sensación de hacer algo diferente es determinante y hay que encararla hasta que se sepa que no pasa nada.

¿Y cuál es su relación con el tarot?

Desde que tengo 3 años tengo un tarot en mi bolsillo.

Por Jorge Cardona & María José París

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