El Magazín Cultural

Faustin Linyekula llega a Colombia con cuerpos que construyen sueños y naciones

El coreógrafo y director escénico Faustin Linyekula se presentará este sábado en Bogotá. El desarraigo y la pregunta por el papel político del cuerpo están en el corazón de su obra "More, more, more... future".

Mateo Guerrero Guerrero
31 de marzo de 2017 - 12:47 a. m.
Cortesía
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En 2013, EXPERIMENTA/Sur apareció como una plataforma para artistas dedicados a las artes escénicas. Entre los invitados a su VI edición está el coreógrafo y director escénico Faustin Linyekula, quien se presentará con su obra “More, more, more… future” este sábado en el Teatro León de Greiff.

Linyekula nació en 1974, en un país que no existe y bajo el régimen de un dictador que lo persigue como un fantasma: “cuando nací, Mobutu había estado en el poder durante mucho tiempo y alcanzó gobernar un total de 32 años gracias a la Guerra Fría. Él era el aliado de occidente en África central y creó un mundo en el que teníamos que adorarlo como a un dios.

“Mientras crecía me sentía protegido por la dictadura, pero cuando llegué a la adolescencia todo se empezó a derrumbar. El mundo socialista colapsó y Mobutu dejó de ser necesario. Su lucha por mantenerse en el poder hizo que dejara de preocuparse por el país y en ese momento las cosas se empezaron a poner realmente mal”.

Linyekula recuerda cómo en 1990 la gente de Zaire, porque así se llamaba su país en ese entonces, empezó a escuchar con sorpresa voces que parecían de otro mundo y que se atrevían a criticar al régimen. Estaba en plena adolescencia y junto a sus amigos en Kisangani, al oriente de lo que hoy se conoce como la República Democrática del Congo, se dedicaba a escribir poesía.

“Lo hacía con una conciencia muy clara sobre el mundo negro y la obra de poetas como Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor. Estaba tratando de encontrar mi posición dentro de esa tradición y, como cualquier persona de mi edad, empecé a rechazarlo todo porque pensaba que podía hacerlo mejor que ellos”.

Cuando Linyekula terminó el colegio quiso seguir estudiando pero todas las universidades estaban cerradas por la inestabilidad política. Mientras esperaba que la situación mejorara, se enamoró del teatro. “En mi ciudad no había ningún actor profesional, porque nadie se podía ganar la vida de ese trabajo. Había, eso sí, un grupo de aficionados en el mejor sentido de la palabra: amaban y querían compartir su amor por el teatro con la mayor cantidad de gente posible”.

Una mañana de 1993, impulsado por la fiebre de un susurro que le dijo que jamás se convertiría en abogado, viajó por carretera durante días hasta llegar a Kenia, el país más estable de la región. Allí estudió en varios talleres en la Academia de Teatro de Nairobi y empezó a recibir sus primeras clases de danza contemporánea.

En Kenia también conoció a Opiyo Okach, un mimo con quien fundó la primera compañía de teatro contemporáneo de África Oriental en 1997. Ese mismo año, el espectro de Mobutu volvió a aparecer en su vida cuando la radio anunció que el dictador había sido derrocado por los rebeldes.

“Cuando era niño, cada día en el colegio cantábamos a la gloria de Mobutu, “el salvador”. De repente no sólo me sentí huérfano, sino que dejé de ser de Zaire para volverme de Congo. Fue como tener que aprender otra vez cuál era mi nombre pero quizás el descubrimiento más importante que hice en esa época fue la gran mentira en la que habíamos crecido durante toda nuestra vida”.

En el exilio, Linyekula empezó a escarbar debajo de la historia oficial de su país. El proceso tardó ocho años y terminó en 2001, cuando las giras de la compañía de danza que fundó en Kenia lo habían hecho radicarse en Francia.

“Cuando empecé a bailar, como cada vez que uno empieza algo, estaba lleno de preguntas hasta que de repente todo se volvió claro. En mi caso, esa claridad vino cuando comprendí que, más allá de la forma, porque podría hacer danza teatro o literatura, lo que realmente me interesa es contar historias y no podía hacerlo desde el exilio. Por eso tenía que regresar”.

La señal para su regreso vino con la invitación a participar en un festival de teatro en Congo. “Usé esa oportunidad para volver sin pagar los tiquetes y a los dos días estaba completamente convencido de que no iba a regresar. La gente que organizaba el evento quedó en shock porque estaban acostumbrados a ver a los artistas tratando de salir del país y no buscando quedarse”.

Linyekula usó los talleres que llegó a dictar después del exilio para escoger a las personas con quienes fundaría Studio Kabako, una plataforma cultural que ofrece residencias artísticas y espacios de formación en danza, música, literatura y cine.

“En un país que ha pasado por tantas crisis necesitamos tener gente capaz de decirle 'basta' al ciclo de destrucción. Proponer espacios de belleza y de entendimiento es un paso necesario para empezar sanar y creo que, en ese contexto, el arte se vuelve muy importante porque la gente necesita que le recuerden que hay algo hermoso en ellos mismos”.

“Para mí, el arte es un espacio en el que la gente puede ver sus propias heridas, no para lamentarse sino para fortalecerse, levantarse y continuar. Es un paso necesario para sanar una comunidad, para encontrar paz y para imaginar mundos posibles”.

Al escucharlo hablar sobre las heridas de su país y de la gente que lo habita, resuena la frase que soltó en una entrevista de 2005, cuando declaró que su único país era su cuerpo.

“Cuando me di cuenta de que Zaire era una mentira, estaba frente a una enorme pila de ruinas y tenía que preguntarme por dónde iba a volver a empezar. Mi respuesta fue el cuerpo porque con él nos conectamos genéticamente con las generaciones pasadas. Pensar cómo puedes usar tu cuerpo para construir conexiones con otra gente y con otros cuerpos es, en cierto modo, fundar otro país”.

El modo en que Linyekula ve en el cuerpo una herramienta política le da una dimensión inesperada a todo lo que hace en el escenario. “Hacer que el cuerpo sobreviva y se emancipe es una lucha política y ese también es el corazón de cualquier aventura coreográfica”.

Linyekula se detiene unos segundos cuando le preguntan qué va a ver el público colombiano en su obra “More, more, more… future”, el sábado 1 de abril en el Teatro León de Greiff.

Después de conectar los puntos que entretejen la historia de colonialismo, guerras y tiranos que hermanan a África y América Latina toma aire y rompe el silencio: “Como nosotros, ustedes tienen una larga historia de violencia que ha convivido con la creación y la creatividad. Me va a hacer muy feliz compartir con quienes lleguen con la mente abierta para divertirse y para hacerse preguntas sobre cómo llegamos al estado en el que estamos y cómo podemos imaginar nuestro futuro”.

Por Mateo Guerrero Guerrero

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