El Magazín Cultural

Fea y deseada

Este es el relato de una mujer que se describe como la más horrorosa del mundo. Lleva siete años casada con un ciego y en su casa no existen los espejos. Los retiró para no encontrarse con ella misma y porque a su marido le resultan inútiles.

Alberto Medina López
09 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Fea y deseada

Cuenta que él la sabe fea y que eso lo mortifica. La relación entre los dos es fría y distante. Se había casado con ella no por sintonía espiritual, sino porque “su incapacidad lo colocaba en desventaja en el competitivo mercado conyugal”.

La historia, llamada Amor ciego, hace parte de Amantes y enemigos, una suma de cuentos de la española Rosa Montero, cuyo tema central es la relación de pareja.

La protagonista de Amor ciego, una exitosa abogada, piensa que ser fea no significa que no tiemble frente a un rostro hermoso, como le ocurrió cuando a su trabajo llegó un auditor llamado Tomás.

Tomás la visitaba con frecuencia y su secretaria lo atendía especialmente. “A mí no me engañaba, por supuesto: estaba convencida de que Linda y él acabarían enroscados, desplomados el uno en el otro por la inevitable fuerza de gravedad de la guapeza”.

Le pidió ayuda para conquistarlo y ella le propuso que le enviara una carta de amor, que al final terminó componiéndole porque, aunque fea, era muy inteligente.

Un par de días después, Tomás le pidió una cita urgente. Lo recibió en su casa y se sentaron en el sofá, mientras el marido tenía sus ojos en dirección a ellos. Tomás le contó lo de la carta infantil, le puso las manos sobre el muslo, miró al ciego y, como si esa ceguera permitiera la impunidad y acrecentara el deseo, arrastró su mano.

“… la punta de sus dedos se metió por debajo del ruedo de mi falda. Yo era una tierra inexplorada de carne sensible. Me sorprendió descubrir el ignorado protagonismo de mis ingles, la furia de mi abdomen, la extrema voracidad de mi cintura. Por no hablar de esas suaves cavernas en donde todas las mujeres somos iguales (allí yo no era fea)”.

Hicieron el amor en silencio. “De modo que en sus brazos yo pasé en un santiamén de ser casi una virgen a ser considerablemente depravada. A gozar de la morbosa paradoja de un mirón que no mira”. Por primera vez ella era amada y deseada y así ocurrió hasta que Tomás tuvo que partir. Lo más curioso es que el marido cambió su comportamiento frente a ella, como si se le hubiese pegado el deseo del otro.

Antes de Tomás, creía que el amor era “un espasmo de nuestra imaginación”, porque nos deslumbra la belleza física, y en eso las feas pierden, así sean bellas por dentro, todo derecho.

Después de Tomás pensaba: “Pura y hermosa fui porque deseé y me desearon. El amor es una mentira, pero funciona”. Esa frase final es para Rosa Montero el resumen de su libro.

Por Alberto Medina López

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