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Las formas de contar el Holocausto

Tres relatos componen una obra que narra en cómic y desde una experiencia íntima, familiar y sin tapujos uno de los episodios más dolorosos de la historia.

Germán Gómez Polo
09 de octubre de 2015 - 03:35 a. m.
Las ilustraciones del libro “Camino a Auschwitz” son del dibujante argentino Marcos Vergara. / Cortesía Marcos Vergara
Las ilustraciones del libro “Camino a Auschwitz” son del dibujante argentino Marcos Vergara. / Cortesía Marcos Vergara

Julián Gorodischer no se cansa de contar su fascinación por el cómic ni lo que puede representar como elemento transversal en los relatos de no ficción. Y fue precisamente a través de los dibujos en su reciente libro, Camino a Auschwitz, que se empieza a desglosar el drama de sus ancestros judíos, en el cual el Holocausto es un telón de fondo para dejar sobre el papel la experiencia personal de una mente perturbada tras un viaje al mayor centro de exterminio judío de la historia nazi.

Una visita a Cracovia, Polonia, en 2013, motivada por algunos vacíos de sentido que pueden tener muchos sobrevivientes del Holocausto y descendientes de judíos mártires, como es el caso del autor, fue el punto de partida para desarrollar esta obra cuyo lanzamiento en Colombia está previsto por la editorial Planeta para marzo de 2016.

“Era el típico viaje de reencuentro con los orígenes, pero la experiencia fue tan impactante que sentí la necesidad de hacer algo con lo que había vivido. Eso se juntó con mi interés por la narración de no ficción en cómic”, señala Gorodischer.

Muy distante de ser la obra una herramienta de catarsis personal, lo escrito por Gorodischer y lo dibujado por el también argentino Marcos Vergara se configuran como una novela dramática que para nada es producto de la imaginación, cuyas fuentes de inspiración son —además de la presencia del escritor en la tierra de sus abuelos— fotos, investigaciones, textos de otros autores y entrevistas familiares, lo que deja entrever un pacto de fidelidad respecto al acontecimiento.

Ciento seis páginas de una narración cercana, dibujos de línea gruesa en los que la figura humana está bien definida y los globos organizan el diálogo y la onomatopeya. Una obra dividida en tres relatos cortos: el primero, donde se cuenta la historia de Paie, tía abuela del autor, quien era la asistente de Tadeusz Pankiewicz en la farmacia del gueto de Cracovia y quien debió quedarse para que su hermana Tzipe pudiese viajar a la Argentina. Tras su captura por parte de los nazis, Paie fungió como “Suka”, una figura jerarquizada y protegida en el campo de Auschwitz, que daba placer a algunos prisioneros y oficiales. En esta nouvelle además se cuenta el encuentro entre Paie y Primo Levi, superviviente del Holocausto y autor de Si esto es un hombre, una de las narraciones más representativas de ese horror.

En el segundo relato, llamado Partisano, héroe de Varsovia, el protagonista es su tío abuelo Berl, con su escape de las tropas nazis y la relación homosexual con su amigo Zejaría. Un pedazo de libro que el mismo autor considera como un homenaje a su tío y a los 44 masacrados del bosque de Bialowieza. El último relato sucede en Buenos Aires y en él se cuenta el secuestro del exjerarca nazi Adolf Eichmann en 1960 por el Mossad de Israel, con la participación de Luba Wolk, prima de Paie. “Son relatos de la intimidad. Muchas veces tienes que volver extraño lo propio para poder hacerlo comprensible y atractivo para un público más amplio”, explica Gorodischer, quien especifica una particularidad de cada nouvelle: la primera habla de la prostitución y el erotismo en medio del campo de concentración; la segunda, de la homosexualidad entre partisanos, y la tercera, una atracción que se empieza a manifestar entre víctima y victimario.

Como era de esperarse, por un contenido que puede resultar bastante sensible, la obra ha tenido mejor cabida en los ambientes no judíos de Argentina, país que tiene la población judía más grande de Latinoamérica. De hecho, una viñeta de la primera nouvelle fue publicada en la revista Brando, del diario La Nación, de Buenos Aires (ubicada en la página 42 del libro), en la que —explica Gorodischer— se narra “un sueño de necrofilia entre jerarcas nazis y cadáveres de judíos, una mezcla de erotismo decadente y violencia pornográfica”.

Producto de su encuentro real con ese pasado, la pieza fue denunciada ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), sin embargo, la entidad concluyó que la obra abordaba de modo polémico y original el Holocausto, pero que “no implica que lo haga despreciando o distorsionando el fenómeno en sí”.

De esta manera se cuenta la barbarie y se crea una obra que empieza a ocupar lugares junto a otras que cuentan con originalidad y diferentes formas de hacer el periodismo y narrar el acontecimiento, como ya lo había hecho Art Spiegelman en su obra Maus, ligada a la crónica gráfica. “Dentro de la no ficción gráfica tienes varias líneas. Hay una más informativa, más diaria, que compite con la de los corresponsales, que es la de Joe Sacco. Por mi parte, trabajo una línea más híbrida en la que la narración empieza a administrar elementos de otros géneros o el imaginario del cronista”, cuenta Gorodischer, quien agrega que no se trata de una obra orientada al lector de cómic, sino al lector de crónica o de novela, en la que la gente que no lee pueda encontrar en el dibujo una vía de ingreso fácil a la historia a través de la imagen. Pueda tener una experiencia envolvente o una inmersión a través de los dibujos, si no lo logra con el texto corrido. “Esa es la maravilla del género”, concluye.

A pocos meses de lanzar su libro en Colombia, el autor, por lo pronto, seguirá explorando en el género y en la historia del pueblo judío en una próxima obra que, si bien no será una continuación de esta, tendrá mucho que ver y contará memorias de los pogromos, aquellos levantamiento de la población civil en contra de los judíos en Rusia y Ucrania, con la complicidad del poder político. Seguirá en ese camino, como tras la estela de un suceso doloroso de la historia de la humanidad que sigue rasgando el espíritu de los supervivientes y sus descendientes.

Por Germán Gómez Polo

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