El Magazín Cultural
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Frente al espejo: radiografía de la talla 10

El ritual de todos los días. Una, dos, tres veces suena el celular gritándome que debo levantarme pronto para no llegar tarde al trabajo, lloro inconsolable mientras despierto del trémulo sueño, me cercioro de levantarme con el pie derecho; aunque muchas veces no lo logro porque mi cama está contra la pared y el lado que queda libre es el izquierdo.

Camila Builes
13 de octubre de 2014 - 02:32 a. m.

El piso está muy frío, pero aun así sigo dormida, no enciendo la luz, no me gusta verme en el espejo recién salida de la cama, mis párpados están pegados, tengo la sensación de que me voy a chocar con algo. Logro llegar al baño…

Se congelan las gotas sobre mi cabeza, una tras otra recorren mi cuerpo y por fin, después de varios minutos de inundación, logro despertar. Es sábado, seguro habrá mucha gente en el almacén. No soporto que no me saluden cuando entran, mucho menos cuando desdoblan la ropa y la dejan en cualquier parte, no me gusta vender, me gusta estudiar; pero para estudiar tengo que vender, por ahora.

Salgo del baño a zancadas. Llego a mi habitación. Frío, silencio. Lenta, me detengo a verme en el espejo; piernas gruesas y caderas prominentes, busto pequeño, ahí está, es esa, es ese tu estuche, me veo al espejo y solo estamos yo y ella, ella y yo. ¿Quién nos mira a través del espejo? Me veo, como muchas de las mujeres que conozco se ven, me veo ahí, y quisiera cambiar muchas cosas: no quiero ser talla 10, quiero tener piernas moldeadas, piernas que me salgan desde el cuello como las de Beyonce o Rihanna. De fondo está Nina Simone con su feelin good, sonrío, el pelo cae empapado en la espalda. Frío, sueño, frío y hambre.

Logro verme en las pupilas de cada una de las mujeres que compran a diario en el almacén, rostros desilusionados cuando el broche no abrocha, barrigas apretadas, nalgas fruncidas. Una talla menos, por favor, cuando su intestino grueso está a punto de salir a través de su ombligo debido a la presión. Me veo gorda, qué gordura, gordota, Una talla menos por favor, una talla menos por favor. Solo podría describir lo que veo con miedo, miedo a no ser talla 6 u 8, miedo de no gustarle a su novio, o miedo de no causar la envidia de la mejor amiga y todo se resume a una frase: Una talla menos por favor.

Xs, S, M, L, XL, XXL, todas las tallas que miden el cuerpo, y en ninguna cabe nada, nada; para los hombres es diferente, son gorditos sexys, fuertes y rellenitos, el privilegio es invisible. Intento imaginar un mundo donde, por cinco mil años, todos los hombres fueran subyugados, violentados, asesinados, limitados, controlados. Intento imaginar un mundo donde por cinco mil años, sólo mujeres fueran científicas, físicas, jefas de policía, matemáticas, astronautas, médicas, abogadas, actrices, generales. Inténtelo usted, intente imaginar un mundo donde por cinco mil años ningún representante de su género haya sido destacado, en la televisión, en el teatro, en el cine, en el arte. Intente, lo intento y no puedo.

La tristeza se localiza en la boca del estómago, es como si siempre tuvieras hambre de algo, hambre de luz, hambre de calle, hambre de noche, hambre de todo, hambre de nada, hambre de mierda, no te deja tranquilo, te quema, te da vueltas en el estómago, te atrapa, te confisca todas las palabras y no las deja salir. Y no quiero estar triste, por eso quiero comer, comer luz, calle, papas fritas, nutella en la madrugada, por eso decidí que no le quiero gustar a todo el mundo, entendí lo lindo que es gustarme a mí misma y ser libre.

Libre talla 10, libre como alguna vez lo dijo Beatriz Gimeno: “Una mujer que no se guste a sí misma no puede ser libre, y el sistema se ha encargado de que las mujeres no lleguen a gustarse nunca”.

Abro los ojos, llegaré diez minutos tarde al trabajo, mierda, cuántas cosas pasan por la mente cuando te miras al espejo, saco los jeans del armario, jeans talla 10, me voy soñando volver a casa para ponerme mi pijama talla 12, una talla más por favor.

 

Por Camila Builes

 

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