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Gabo sueña despierto

Texto escrito por el periodista Rafael Baena, a propósito de la compra que hizo el Nobel del 50% de la revista ‘Cambio’ en la década de los 90, a los 72 años.

Rafael Baena*
18 de abril de 2014 - 12:51 a. m.
Durante sus jornadas en El Espectador, con Mike Forero Nougués, editor deportivo en los años 70.  / Archivo - El Espectador
Durante sus jornadas en El Espectador, con Mike Forero Nougués, editor deportivo en los años 70. / Archivo - El Espectador

Hace cincuenta años, seis meses y nueve días, el 20 de mayo de 1948, un joven estudiante de derecho se plantó frente al escritorio de Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario El Universal de Cartagena y le dijo: “Me llamo Gabriel García Márquez y quisiera trabajar aquí”.

Zabala le conocía por haber leído el magazín literario de El Espectador La tercera resignación, un cuento escrito por el estudiante. No sólo le dio empleo en el diario, sino que escribió una elogiosa nota sobre las cualidades literarias del reportero de 21 años que acababa de reclutar.

No obstante, Zabala creía firmemente que una cosa es la literatura y otra el periodismo. La buena opinión que tenia del joven García no le impedía tachar y enmendar con su lápiz rojo las cuartillas del novato. Fue el primer profesor de periodismo de Gabo, el hombre que le dictó las primeras lecciones de rigor informativo y le enseñó el lenguaje de las noticias.

 

“Vine a enseñar”

Medio siglo después, aquel jovencito ha conocido la celebridad hasta el hastío y vive tan cerca del poder que cualquier palabra suya produce un titular, aunque él prefiera elaborar titulares antes que ser citado, porque su corazón está condenado a latir al ritmo de las noticias.

La razón por la cual García Márquez está tan contento en estos últimos días, la vitamina anímica que le hace vibrar como en sus tiempos de redactor en El Universal y El Espectador, es que cuatro décadas después de haber publicado en este diario la serie de crónicas Relato de un náufrago, acaba de comprar el 50% de la revista Cambio. Sólo asumirá su control editorial en enero, pero ya ha comenzado a trazar pautas.

“Hace mucho tiempo que estoy fuera de los medios, y siempre como lector. Qué mayor felicidad que estar adentro, haciendo esta revista, asesorando y ayudando a hacer periodismo, que es lo que me gusta. No vine a trabajar sino a enseñar. Hoy vivo un viejo sueño y creo que con eso queda dicho todo”, dice mientras evoluciona por la redacción de la revista e imparte instrucciones aquí y allá. Fotos para la portada, reportajes, comentarios sobre ortografía y verbos compuestos, nada escapa a su interés.


Viejo sueño

No es la primera vez que García Márquez se mete de lleno a una empresa de periodismo escrito. Desde 1950 ha participado en cinco proyectos propios, con el perfil suficiente como para moverle la fibra noticiosa. El primero de ellos fue Crónica, revista que publicaba cuentos, historias policíacas y reportajes de deportes. En sus páginas aparecieron no sólo los cuentos de Gabo (jefe de redacción), Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y Álvaro Cepeda Samudio, sino de escritores como Faulkner, Capote, Hemingway y Jorge Luis Borges, cuyos nombres no significaban nada para la intelectualidad de la época, excepción hecha de aquel pequeño círculo de bohemios, bautizados en algún momento por Próspero Morales: Grupo de Barranquilla.

 

Periodismo metafísico

En 1951 Gabo regresó a El Universal, después de un breve lapso en El Nacional y El Heraldo de Barranquilla y emprendió su segundo sueño: Comprimido. Un periódico miniaturizado con 24 pulgadas cuadradas llenas de mordacidad y que, “al margen de las actividades políticas”, pretendía sacudir con su humor las conciencias de una Cartagena que conservaba rescoldos virreinales. García Márquez era el director, jefe de redacción, redactor, ilustrador y distribuidor de un experimento que sobrevivió seis números y alcanzó una tirada de quinientos ejemplares antes de recibir cristiana sepultura.

El editorial-epitafio explicaba que, ante la ausencia de publicidad, y dado que Comprimido costaba 99% más de lo que producía, era necesario reducir su tamaño “…hasta el límite de la invisibilidad. En lo sucesivo, Comprimido seguirá circulando en su formato ideal que ciertamente merecen para sí muchos periódicos. Desde este mismo instante, este empieza a ser el primer periódico metafísico del mundo”.

 

El ‘cuello del cisne’

Quizá de esa época data su costumbre de editar mental y diariamente un periódico. Todos los días, a través de los que lee o le cuentan la televisión y los amigos, Gabo diagrama en su mente un periódico, elige la noticia de abrir, escoge la foto de primera plana y elabora una completa edición ideal de los acontecimientos del planeta.
Es como un reflejo, una manía que le queda de sus tiempos en El Espectador, cuando la gente se arrebataba en los puestos el periódico para leer las crónicas de la odisea del marino Velasco o las confesiones de vida del ciclista Ramón Hoyos. Disciplinado y riguroso, seguía a pie de juntillas el consejo de su redactor jefe José Salgar: “Tuérzale el cuello al cisne de la literatura”, con lo cual le daba a entender que el periodismo era la prioridad del momento.

Esa dualidad periodismo-literatura estuvo siempre en el alma de Gabo, “hasta que un día entendí que el periodismo podía ser un género literario, y a partir de entonces todo fue más fácil”, dijo a la redacción de Cambio.


Periodismo militante

El tercer sueño de empresario periodístico de García Márquez fue Alternativa, la revista política de izquierda que les amargó la vida a los gobiernos de López Michelsen y Turbay Ayala. Consolidado financieramente con las regalías de sus libros, se sintió lo bastante cómodo como para embarcarse en un proyecto de periodismo militante que no tenía la más mínima posibilidad de supervivencia económica, y que sobreaguó en medio del sobregiro bancario durante la segunda mitad de la década del 70.


Alternativa marcó una pauta política e hizo honor a su nombre. En ella Gabo publicó, entre otros, el reportaje con Edén Pastora y el asalto a la casa de los chanchos, donde narró la incursión de los sandinistas al Palacio Nacional de Managua, en los días previos a la insurrección general de los nicaragüenses. Poco tiempo después, la revista desaparecería.


“El Otro”

En 1982, con el Premio Nobel en el bolsillo, Gabo volvió a soñar con un periódico independiente que, al mismo tiempo, colmara sus anhelos pedagógicos y le sirviera como escuela de formación para periodistas “menores de treinta años”. Se llamaría El Otro.


La semana pasada, ante la redacción de Cambio, García Márquez reconoció que al sueño de El Otro se le atravesó la imposibilidad de sostener financieramente el proyecto. A su lado estaba Patricia Lara, la persona que le respaldó en aquella cuarta utopía y que, al venderle a su amigo la revista que ella dejará de dirigir el próximo 23 de diciembre, le sirve en bandeja la oportunidad de soñar despierto una quinta vez.

Y Gabo está encantado con esta nueva oportunidad. Se le nota. Pero lo que más orgullo le produce es que, como dijo a los periodistas de la publicación, “de todo el dinero invertido en Cambio, no hay ni un solo peso que no haya sido ganado con los dedos tecleando sobre la máquina de escribir”.

 

Escritor, periodista y fotógrafo colombiano *

Por Rafael Baena*

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