El Magazín Cultural

Gael García: “México debería de ser un paraíso, pero aún no hemos hallado la manera de vivir en armonía”

Una vez más el actor mexicano se lanza a la dirección. "Chicuarotes", su más reciente cinta, se presentó en el Festival de Cannes.

Janina Pérez Arias - Cannes
23 de mayo de 2019 - 05:18 p. m.
El Cagalera (Benny Emmanuel) y el Moloteco (Gabriel Carbajal), en una de las escenas de la película "Chicuarotes", de Gael García.
El Cagalera (Benny Emmanuel) y el Moloteco (Gabriel Carbajal), en una de las escenas de la película "Chicuarotes", de Gael García.

Desde que Gael García Bernal llegara al Festival de Cannes como protagonista de Amores Perros (de Alejandro González Iñárritu, 2000), su rostro y talento conquistó al público internacional. Siete años más tarde volvería a la Croisette como director con Déficit, y en la 72° edición de esta cita cinematográfica, regresa nuevamente en calidad de director.

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Siendo uno de los actores más cotizados de Latinoamérica, García Bernal no pierde las ganas de probarse como director. Chicuarotes viene a ser su nueva apuesta, la cual se presenta en el Festival de Cannes como proyección especial.

El Cagalera (Benny Emmanuel) y el Moloteco (Gabriel Carbajal) viven en el barrio de San Gregorio Atlapulco de México, asfixiados por el entorno, por la situación familiar y sobre todo por la ausencia de perspectivas de futuro, desesperadamente buscan la forma de salir de ese lugar donde han crecido; primero lo intentan por las buenas, al fracasar optarán por una solución que no será la mejor.

Dos de sus actores que le acompañaron en Cannes para la presentación de Chicuarotes (vocablo que identifica a la gente proveniente de San Gregorio Atlapulco, pero que también significa necio y terco), se deshacen en halagos hacia su director. “Gael es un tipo sensible, empático”, sostiene Benny Emmanuel, “lleva muy bien el barco, es un gran capitán”. Por su parte Leidi Gutierrez (quien interpreta a Sugheilli) destaca el entendimiento hacia sus actores, “nos cuidó, y nos facilitó mucho las cosas”.

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Producida junto a Diego Luna, para García Bernal el hecho de presentar en el Festival de Cannes su nuevo largometraje es el punto de partida para el buen despegue de Chicuarotes.

¿La historia de Chicuarotes es una reflexión de la sociedad mexicana actual?

Esos problemas no son exclusivo de México, ya que se ven en innumerables países alrededor del mundo. No hemos sido capaces de escapar del espiral de violencia, y nos llena de ansiedad la búsqueda de una explicación y de una salida. Probablemente la explicación sea breve, puede que sea debido al colapso de  estructuras económicas o sociales, o por la ausencia de las normas y la predominancia de la impunidad. También en la película se constata que la carencia de amor en una familia puede generar esa situación, no importa lo que haga el gobierno, las instituciones o la sociedad, si no existe el sentido del hogar, la gente va a crecer sin la empatía hacia los demás, y allí es donde está el caldo de cultivo de los pequeños criminales que además están destinados a morir jóvenes. Es muy doloroso ver la desesperación en la juventud, que tiene opciones limitadas como convertirse en criminal, o salir de ese ambiente y reinventarse. Quería pues explorar el origen de la violencia y del futuro a corto plazo

Sitúa la historia en un pueblo que parece un microcosmos

Es un lugar anfibio, eso es fascinante; es un sitio con mucho verde, con mucha agua alrededor, y la historia es una fábula que se desarrolla en un contexto específico. Quise hallar la belleza de ese lugar, con una comunidad fuerte, con particularidades. El contexto es bastante rico y es algo que Augusto Mendoza (guionista de Chicuarotes), quien además proviene de un pueblo cercano a ese, captura y desarrolla muy bien.

Aunque se trate de una fábula como usted dice, ¿el sentido de la justicia tan presente se conecta con la realidad?

El linchamiento existe. Puedo entender cómo una comunidad logra organizarse con el fin de detener la criminalidad, pero al mismo tiempo que exista alguien como el vigilante que es el personaje de Daniel Giménez Cacho, que en realidad el malo de la película, refleja el fracaso de una sociedad. Tomar la justicia en nuestras propias manos reproduce los patrones de conducta del viejo oeste.

En esta película los personajes masculinos salen mal parados…

Sugheilli (Leidi Gutiérrez), que es una chica que aún no se ha convertido en mujer, es la única persona responsable en toda la película. Es excepcional que hable del futuro, y es la única que puede cambiar las cosas, es la esperanza, es la luz. Sin ella la película no existiría.

En la historia están muy presentes las ganas de abandonar el entorno, de marcharse. Teniendo en cuenta su experiencia, ¿qué tanto le importa el lugar donde vive?

Es muy importante. No soy de los que dice, ¡este sitio apesta, me marcho! Cuando yo digo que vivo en México, me preguntan  “¡¿todavía?!” (se ríe) Pero esa es mi decisión personal. Es genial crecer en un lugar como México, porque te brinda la oportunidad de nadar en particulares aguas donde convergen diferentes culturas, y por eso no es un país aislado como lo puede ser EEUU. México debería de ser un paraíso, pero no aún no hemos hallado la manera de vivir en armonía.

Con más experiencia de vida y con más conocimiento en relación con la dirección, ¿qué fue esta vez diferente en dirigir?

Fue distinto porque me tomé el tiempo, así mismo asumí la responsabilidad de hacer la película que quería, de manera que si no funciona, será nuestra culpa (se ríe). Me enfrenté a nuevas situaciones, incluyendo el trabajo con actores jóvenes. Quise hacer una película de aventuras, de la juventud, que formara parte integral de lo que soy. Esta vez me sentí más ambicioso y valiente al hacer lo que quería.

¿Qué le ha aportado el hacerse mayor?

Definitivamente engordar más (se ríe) Ahora no soy capaz de salir por la noche y al día siguiente ir a jugar fútbol. También hecho de menos la emoción hacia ciertas cosas, pero lo mejor que me ha podido pasar es crecer, es maravilloso y estoy orgulloso de ello. Yo quiero ser un viejo que disfruta a plenitud de la vida.

Por Janina Pérez Arias - Cannes

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