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Ganar en “los” Cannes

Dos cintas colombianas fueron recompensadas en las diferentes manifestaciones conocidas como Festival de Cannes. ¿Qué premios ganaron y que significan estos reconocimientos?

Ricardo Abdahllah, París
28 de mayo de 2015 - 02:42 a. m.
Imagen de “El abrazo de la serpiente”, elogiada por los principales medios europeos. / Cortesía
Imagen de “El abrazo de la serpiente”, elogiada por los principales medios europeos. / Cortesía

Salvo uno o dos minutos de diferencia en la duración de la ovación, la escena fue tal como la describieron: tras los créditos finales del tercer largometraje de Ciro Guerra El abrazo de la serpiente, el público se puso de pie y aplaudió a rabiar. Casi al mismo tiempo, los críticos Eric Neuhoff, de Le Figaro, y Clémentine Gaillot, de Libération, asistían a la proyección de Alias María y celebraban la maestría con la que José Luis Rugeles contaba la historia de una adolescente guerrillera sin caer en el melodrama. Las buenas noticias para el cine nacional siguieron llegando en los días posteriores cuando La tierra y la sombra, de César Acevedo, un joven director (y no es que Guerra y Rugeles no lo sean), que se llevó dos de los cuatro grandes premios de la Semana de la Crítica, antes de rematar con la Cámara de Oro. Eso pasaba en Cannes. Cannes, la ciudad. No necesariamente en “El Festival de Cannes”, pero eso no quita ningún mérito.
 
La Quincena, la cita de los rebeldes
Los ánimos alborotados por el entonces reciente mayo de 1968 y el temperamento rebelde de Truffaut, Goddard y Milos Forman acabaron de dar al traste con la unanimidad que hasta principios de los sesenta existía alrededor del Festival de Cannes como cita máxima del cine europeo. Al frente de un colectivo de ciento ochenta cineastas, los tres directores denunciaban el carácter burgués del evento y exigían la supresión del ostentoso desfile por la alfombra rojo y la Palma de Oro, que para ellos simbolizaba una competencia opuesta al espíritu democrático y popular del cine. Ante la negativa de la presidencia del Festival, inventaron la Quincena de los Directores, una especie de anti-Cannes que a pesar de celebrarse al mismo tiempo y en la misma ciudad, buscaba mostrar trabajos que eran demasiado arriesgados en técnica o en temática para el festival oficial.
 
Hoy en día la Quincena conserva una organización y una logística independiente de la marca “Festival de Cannes”, pero su prestigio no ha dejado de crecer y hace tiempo que ya no es vista como una muestra opuesta a Cannes sino como una vitrina por la que pasan los directores que pocos años después estarán luciendo sus trajes de coctel para las ruedas de prensa de la selección oficial. Fue la Quincena y no el Festival, el espacio en el que el público europeo descubrió en 1971 la cinematografía de un joven Georges Lucas y en las ediciones siguientes el trabajo de autores en su momento demasiado innovadores o polémicos que incluyen a Ken Loach, Michael Haneke, Werner Herzog y Spike Lee.
 
La cinta de Guerra no sólo recibió aplausos en la Quincena; además se quedó con el Art Cinema Award de la Confederación Internacional de Cinemas de Arte y Ensayo, la mayor asociación de salas especializadas en cine arte en Europa.
 
El nombre de Quincena de los Directores fue inspirado por el de la Semana de los Críticos, otra muestra alternativa, que había sido creada en 1961 para dar visibilidad a películas que a pesar de su calidad no correspondían a los criterios comerciales del festival principal. Si el objetivo parece similar, la diferencia fundamental entre la Quincena y la Semana (además de la duración) es que esta última contaba desde el principio, si no con la bendición, al menos con la aprobación tácita de la dirección del Festival. La lista de autores “alternativos” que comenzaron en esta muestra incluye a Gaspard Noé, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñarritú.
 
La tierra y la sombra se llevó dos de los cuatro premios que la Semana entrega a los largometrajes que participan en ella: el de los autores de guiones y el de película favorita del público. Aunque en la Semana a Acevedo se le escapó el Gran Premio, que fue entregado a la cinta argentina Paulina, su hora llegaría en la ceremonia de clausura del Festival (esta vez sí el oficial, el original, el de verdad), cuando su nombre fue anunciado como ganador en la categoría Cámara de Oro.
 
El premio de los niños genios
“Ya estábamos muy contentos con los resultados desde antes de la apoteosis de la clausura”, dice Thierry Lenouvel, quien desde que se enamoró del cine de Colombia con La sociedad del semáforo, de Rubén Mendoza, ha coproducido ocho largometrajes colombianos, incluyendo La tierra y la sombra. “La Cámara de Oro es el premio más importante que ha recibido el cine colombiano y uno de los más lindos de la industria, porque sólo puede ganarse una vez en la vida”.
 
Las dos cosas son rigurosamente ciertas. A pesar de una tradición que comienza con las nominaciones de Víctor Gaviria, de la Palma de Oro para Leidy el año anterior y de una participación en alza en los festivales europeos, es la primera vez que un director colombiano obtiene uno de los tres grandes premios europeos (Berlín, Venecia y Cannes) por un largometraje.
 
La Cámara de Oro recompensa el mejor “primer largo” presentado en cualquiera de las selecciones oficiales o paralelas de Cannes. El iraní Jafar Panahi, reciente ganador del Oso de Oro de Berlín; el rumano Corneliu Porumboiu, Jim Jasmusch y Steve McQueen, quien luego se llevaría el Oscar con Doce años de esclavitud, obtuvieron el galardón con sus cintas de debut.
 
“Con ese premio, a César se le abren muchas puertas; sin embargo, también tendrá una gran presión. En La tierra y la sombra logró hacer una película muy personal y al mismo tiempo tomar distancia frente a la historia. El reto es que logre mantener esas dos características en su segundo largometraje”, opina Lenouvel.
 
Por ahora, tanto Acevedo como Guerra cuentan también con el fervor de la crítica. El abrazo de la serpiente fue calificada de “magnífica odisea amazónica” por Jean-François Lixon, de la cadena France Televisions; de “sorprendente exploración visual del hombre, la naturaleza y el poder destructor del colonialismo”, por Jordan Mintzer, del Hollywood Reporter, y de “un Fitzcarraldo desde el punto de vista de los indígenas”, por Isabelle Reigner, de Le Monde.
 
Para Julien Gester, de Libération, La tierra y la Sombra es “la primera película de un esteta superdotado”.
 
Guillermo Quintero, miembro de la asociación El perro que ladra, que promueve el cine latinoamericano entre los cinéfilos europeos, considera que aunque el auge del cine colombiano en los festivales europeos no es un caso único, pues otras cinematografías como la mexicana y la argentina han pasado por períodos similares, sí es de gran importancia, porque demuestra que la Ley de Cine ha permitido consolidar un proceso que ahora da sus frutos.
 
También destaca que tanto Acevedo como Guerra son autores que han sabido aprovechar al mismo tiempo su visión personal y la diversidad que existe en Colombia al abordar temas y espacios como la Amazonia y el mundo de la caña de azúcar.
 
Para Thierry Lenouvel, las dos cintas también tienen en común que no intentan ocultar una violencia que existe y se ha enraizado, pero tampoco la muestran explícitamente. “Ese es el caso del trabajo de lo que a mí me gusta ver como una joven ola de directores colombianos, que incluye también a Rubén Mendoza, Juan Andrés Arango y William Vega”,

Por Ricardo Abdahllah, París

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