El Magazín Cultural
Publicidad

La guerra no se puede leer

Entrevista con Efraín Bahamón, director de la película “Dos mujeres y una vaca”, que se estrenó la semana pasada y narra el encuentro de dos campesinas con un pueblo en medio de la guerra.

Camila Builes
25 de mayo de 2016 - 07:01 a. m.
“Dos mujeres y una vaca” está en las salas de cine de todo el país. / Cortesía
“Dos mujeres y una vaca” está en las salas de cine de todo el país. / Cortesía

Dos mujeres y una vaca, protagonizada por Luisa Huertas, Ana María Estupiñán y Juan Pablo Barragán, cuenta la historia de Rosana y Hermelinda, dos campesinas que reciben una carta de Pastor, el hijo de Rosana y esposo de Hermelinda —que está a punto de dar a luz—, de quien hace meses no tienen noticias.

Ninguna de las dos mujeres sabe leer, sin embargo, el interés por conocer el contenido de la carta las obliga a emprender un viaje en compañía de Corina, una vaca que facilitará el recorrido a lo largo de una ruinosa carreta.

La cinta narra, además, el encuentro de dos campesinas con un pueblo en medio de la guerra.

¿Qué inspiró la historia?

Escribí un cortometraje llamado La carta, donde dos campesinas analfabetas buscaban alguien que les leyera el escrito. Luego empecé a leer sobre la masacre de El Salado, y ante el impacto de los testimonios de las víctimas, imaginé qué pasaría si estas mujeres, al llegar al pueblo, encontraban un ambiente de guerra y destrucción.

¿Por qué la historia está narrada a través del viaje, del caminar? ¿Qué representa eso?

La relación mítica del viaje siempre tiene connotaciones de transformación. El viaje no solo representa un desplazamiento en el tiempo y el espacio. El camino sirve como metáfora de la introspección que los personajes deben enfrentar al confrontar su dolor, su odio y su verdad. Finalmente se descubre que solo cuando nos revisamos críticamente somos capaces de aceptar nuestro destino y entonces podemos empezar a transformarlo.

¿Por qué decidió dirigir un largometraje después de desempeñarse por años como libretista de seriados y telenovelas?

Siempre tuve el deseo de hacer cine, sin embargo, las condiciones no se daban. La televisión me dio experiencia y rigor y de alguna manera, los recursos para poder sentarme a escribir para la pantalla grande. Por otro lado, hay historias que son para el cine y este es el caso de Dos mujeres y una vaca. Creo que las imágenes del cine perduran más en el ojo del espectador. La TV se mueve con otros tiempos y otra dinámica, por lo menos en la nuestra, las cosas fluyen con más rapidez y a veces no dan tiempo de reflexionar o cuestionar lo que se ve. Eso no quiere decir que sea mejor o peor, simplemente que al escribir cine entras en un contexto distinto, en una dramaturgia distinta.

¿Qué idea tiene de la guerra y de la paz?

La guerra es el punto más alto de la estupidez humana, no entiendo cómo en nuestro tiempo puede haber idiotas que salen a defenderla en las calles. Como dice un personaje en Batman: “hay personas que lo único que quieren es ver arder el mundo”. Creo que la paz es mucho más barata que la guerra y la deseo con vehemencia. Ya se le apostó a la guerra durante 50 años y no ha servido para nada. Ahora apostémosle a la paz 50 años a ver qué pasa. Estoy seguro de que todos saldríamos ganando.

La vaca es uno de los personajes que ayudan al desenvolvimiento de la historia. ¿Cómo logró articular al animal con el relato?

La idea de la vaca surgió de la necesidad de buscar una intermediación entre los personajes. Hermelinda y Rosana viven en constante confrontación y la vaca, sin quererlo, actúa como mediadora. Si bien no fue fácil tener una vaca en un papel tan importante, su personaje ayuda a dinamizar la trama y aporta una cuota de divertimento para finalmente convertirse en un símbolo de supervivencia.

¿Cómo cree que esta película narra de manera diferente la guerra?

Algunas películas han representado la guerra en su aspecto más gráfico, es decir, a través de la violencia; sin embargo, mi propósito siempre fue indagar en las razones que producen el odio y el deseo de venganza entre los seres humanos, por eso se privilegia la historia de cada personaje: el conflicto es el telón de fondo, pero lo verdaderamente importante es la guerra, el odio y el miedo que llevan los personajes por dentro.

¿Cree que sigue siendo necesario hablar de guerra en Colombia a través de instrumentos como el cine o la literatura? ¿Por qué?

Mientras esta sea nuestra realidad inmediata, el tema estará en el ambiente. En la medida en que seamos capaces de reconocer nuestros errores, podremos ir encontrando salidas al conflicto y empezar a hablar de otras cosas. Esto no quiere decir que no se vuelva a hablar del tema. Hoy todavía se hacen películas de la Segunda Guerra Mundial, no por moda, sino porque el tema de la guerra da para muchas reflexiones. En Colombia, cada ser humano está librando su propia batalla desde que nace; más que vivir, hemos aprendido a sobrevivir y tal vez por eso el sueño de la paz nos resulta lejano o inalcanzable. El cine y la literatura, y las artes en general, cumplen una tarea fundamental en la formación de ciudadanos, en la toma de conciencia y en la configuración de una identidad.

Una vez Van Gogh dijo que todo arte es político. ¿Cree que es así? ¿Cómo?

No creo que esa reflexión aplique solo para el arte. Todo lo que hacemos es político, la forma en que vestimos, lo que comemos y nuestros gustos en general dan cuenta de una visión del mundo. Los seres humanos somos como vallas ambulantes. Hay quienes prefieren aguantar hambre con tal de exhibir el último smartphone en el Transmilenio. Eso dice mucho de la conciencia social y política de una persona.

¿Por qué decide hacer un relato rural en vez de urbano?

El tema del analfabetismo, si bien se percibe también en la urbe, es mucho más fuerte en zonas alejadas. La figura de dos campesinas abandonadas a su suerte me resultaba mucho más poderosa y a la vez, como realizador, los paisajes y los espacios amplios me permitían acercarme a un mundo completamente desconocido. Además, en la ciudad la guerra nos llega por televisión; los campesinos alejados de los centros urbanos son los que la padecen en todo su rigor. Las guerras se diseñan en la ciudades, pero quienes la padecen son los campesinos, los más desprotegidos.

¿Cómo hablar de la violencia general a través de la violencia familiar?

El logline de la película es “Todos tenemos algo que esconder”. De alguna manera pienso que nadie está libre de culpa, tanto los victimarios como los que observamos la injusticia y no hacemos nada tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Muchas de las historias de odio y violencia se originan en la familia: hermanos enfrentados contra hermanos, hijos contra padres. Cada familia es un microrrelato del gran país; primero es necesario organizar la casa, para poder organizar el país más tarde. Después de que se desarmen los fusiles, tendremos que empezar a desarmar la rabia, la frustración y el miedo que llevamos dentro. Y eso empieza en la casa.

Por Camila Builes

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar