El Magazín Cultural

Harry Belafonte, el hombre calypso

Además de haber publicado más de 40 trabajos discográficos, este artista tiene un historial importante como anfitrión en América de Nelson Mandela y como amigo personal de Martin Luther King.

Juan Carlos Piedrahita B.
02 de marzo de 2017 - 04:00 a. m.
Harry Belafonte, el hombre calypso
Foto: Getty Images - Theo Wargo

Las apariciones de Harry Belafonte en televisión y cine superan, y por amplio margen, sus trabajos discográficos. Sin embargo, en 90 años de vida recién cumplidos ha habido dos momentos mediáticos relacionados con el músico, actor y activista estadounidense de ascendencia jamaiquina que han quedado consignados en la memoria del público. Uno de ellos fue su memorable participación en el Show de los Muppets, porque aparte de entonar a capela su canción más popular, Day-O (Banana Boat Song), les dio a los muñecos una explicación detallada, algo interrumpida eso sí, del contexto social que provocó esta especie de plegaria dedicada a los bananeros en los países caribeños.

La otra exposición en la pantalla fue menos afortunada y ocurrió hace un par de años, cuando un informativo de Nueva York lo convocó para una entrevista en vivo y en directo. El artista aceptó de inmediato, instalaron las cámaras en su oficina y cuando desde el estudio saludaron a Belafonte, la imagen lo mostró totalmente dormido, profundo y sin ninguna reacción. La presentadora hizo hasta la imposible por despertarlo, incluso emitió el canto inicial que hizo célebre su creación, pero el denominado Rey del Calypso continuó con los ojos cerrados y en un intenso diálogo interno. Esos 30 segundos al aire, que en la pantalla chica equivalen a ese mismo tiempo pero debajo del agua, borraron durante un lapso considerable las otras intervenciones brillantes del artista.

A partir de entonces, pocas personas recuerdan que, a pesar de haber vivido sólo un lustro en Jamaica (entre los ocho y 13 años), Harry Belafonte, cuyo nombre completo es Harold George Belafonte Jr., logró extraer la esencia del Caribe y transformó en un sonido comercial aquellos cantos de los obreros del petróleo en países como Trinidad y Tobago, en donde el único elemento percutivo que había a la mano era el barril del crudo.

También quedó en el olvido su formación actoral al lado de personajes como Marlon Brando, Tony Curtis, Walter Matthau y Sidney Poitier, con quien tuvo la iniciativa de hacer guiones de películas sólo para actores de su raza. Según su opinión, el talento de los ciudadanos afroamericanos no estaba representado en los medios masivos y los actores negros, con contadas excepciones, eran convocados para cumplir con roles menores, así que él se encargó de diseñar libretos en los que se contaban historias protagonizadas por personas de su raza.

En la actualidad, casi nadie hace referencia a su relación cercana con el activista de los derechos humanos Martin Luther King, con quien siempre manifestó una sintonía especial y una admiración profunda. Tampoco se aborda con suficiente despliegue su condición de anfitrión de Nelson Mandela en Estados Unidos, un hecho sin precedentes porque Belafonte fue durante varios años uno de los interlocutores favoritos del líder sudafricano y a través del artista se mediaba su relación con el continente americano.

Otro de los sucesos que se pasan por encima con frecuencia es su aporte decidido, su gestión vital para la elaboración del proyecto We Are the World, en el que se unieron algunas de las figuras más importantes de la escena musical para hacer una canción al unísono, con intereses únicamente humanitarios.

Harry Belafonte fue además protagonista de una de las primeras muestras de cariño interracial en los medios de comunicación y su compañera durante esa escena espontánea fue nadie menos que la rubia cantante inglesa Petula Clark. Ambos, en los momentos de mayor discriminación contra de población afrodescendiente, exhibieron su afecto mutuo en frente de las cámaras.

Este artista no se inventó el aire caribeño que se le endilga, ni es uno de sus exponentes virtuosos y genuinos, pero con algo más de 40 álbumes ha tratado de legitimarlo y su compromiso con esta manifestación folclórica ha sido tan activo como su consciencia social. A Belafonte hay que recordarlo en su justa medida, en la medida del hombre calypso.

Por Juan Carlos Piedrahita B.

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