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Hijas de una diosa rebelde

El fotógrafo Carlos Saavedra recorrió pueblos y veredas del país en busca de los rastros ancestrales y primigenios de Huitaca, la diosa rebelde de los chibchas.

Paula Santana
16 de abril de 2012 - 10:22 p. m.

Muchos de los mitos de las culturas prehispánicas sobre la creación del mundo y del hombre hablan de un primigenio estado femenino del universo. Antes de que se levantaran las ciudades, se alzaran las dinastías guerreras y se exaltaran las acciones civilizadoras de los dioses masculinos, la Diosa Madre gobernaba desde las entrañas de la tierra.

La naturaleza, la sexualidad, la fuerza vital y las profundidades que conciben y devoran eran los principios de estas diosas que animaron el mundo. Pero luego, cuando el patriarcado se impuso sobre las sociedades que se regían por el derecho materno y la descendencia matrilineal, surgieron otras diosas que crearon caos y desorden. Huitaca, la diosa rebelde de los muiscas, fue una de ellas.

Juguetona e irreverente, Huitaca sugería a los hombres fiestas, placeres carnales y actividades desenfrenadas que contradecían las enseñanzas del dios Bochica. Asociada con la luna, el agua y la maternidad, la diosa era la representación de la alegría irreverente y de los oscuros y fértiles caminos de la vida. Como castigo a su rebeldía contra el patriarcado, esta hechicera y seductora diosa fue convertida en lechuza, eterna soberana de la noche y guardiana de la oscuridad.

Con la exposición Las hijas de Huitaca, el fotógrafo cartagenero Carlos Saavedra quiso revelar el influjo de la diosa que aún pervive en la mirada y en el rostro de sus descendientes. “Durante los viajes que hacía por carretera de Cartagena a Bogotá, me causó curiosidad la transformación y la intensidad de los rostros que encontraba en las distintas veredas y zonas rurales”, dice. Saavedra se interesó así en visibilizar la fuerza de las mujeres que habitan y avivan el campo y los pequeños pueblos del territorio colombiano.

Para esta muestra, que estará hasta finales de abril en el corredor de exposiciones de la Cinemateca Distrital, el joven cartagenero recorrió el país durante dos años, acompañado por una cámara de medio formato y una gran carpa blanca que utilizó como estudio fotográfico ambulante. En esa especie de caja de luz donde los rayos del sol se difractaban y creaban un ambiente de ensueño, retrató a decenas de mujeres, entre niñas y ancianas.

“Utilicé la técnica análoga porque da una textura especial que no tienen las fotos digitales”, afirma Saavedra, quien capturó la alegría, el dolor y los secretos indescifrables en las miradas de estas mujeres que fueron elevadas a diosas. Con fotografías de 110 centímetros por 110, cada arruga, cada sombra y cada accidente sobre la piel cuenta una historia.

Entre ellas hay “ancianas con un brillo casi pueril en su mirada de ilusión o en su mohín de enfado. Niñas que en sus ojos parecen reflejar secretos ancestrales. Algunas con los rostros acanalados por arrugas que recuerdan raíces centenarias o las cansadas marcas de los surcos del arado. Otras lucen francas sonrisas cuya dentadura recuerda los torcidos e intrincados senderos del destino”, dice la escritora bogotana Susana Castellanos de Zubiría.

Algunas de las fotografías ya han sido exhibidas en Londres y una de ellas resultó seleccionada en el concurso anual de fotografía de la National Geographic. Después de su paso por Bogotá, Saavedra expondrá su serie de imágenes en Washington y Nueva York. “Si nos acercamos con cuidado a cada uno de estos rostros descubriremos que en lo profundo de sus miradas puede verse el brillo de los ojos de la Madre Tierra”, asegura.

 

En la Cinemateca Distrital, cra. 7ª Nº 22-79.

Por Paula Santana

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