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"Hollywood no es el trabajo real"

La película dirigida por el colombiano Rodrigo García Barcha es uno de los proyectos de vida de la actriz norteamericana, que basó su personaje en un relato del escritor irlandés George Moore.

Janina Pérez Arias / Especial para El Espectador
07 de julio de 2012 - 09:00 p. m.

La larga espera llegó a su fin. Sin embargo, después de más de 20 años, Glenn Close (Greenwich, Connecticut, 1947), aún no se creía que aquello que empezó como un capricho, para luego convertirse en un proyecto de vida, ya se había materializado. “Es surrealista que esté hablando de Albert Nobbs...”, lanzó en la suite del Hotel María Cristina en San Sebastián (España), casi a punto de pedir que la pellizcaran.

Meses más tarde sus expectativas se habrían rebasado al ser nominada al Oscar y al Golden Globe como Mejor Actriz por ese rol, que durante tanto tiempo le quitó el sueño. Close dejó la piel no sólo en la interpretación de ese complejo personaje, sino también en la preparación y cocción de este filme basado en un cuento del irlandés George Moore, La singular vida de Albert Nobbs.

Además del protagonismo, la recordada Alex de Atracción fatal asumió la coescritura del guión y la producción, lo cual no le hizo dudar en entonar varias canciones del musical Sunset Boulevard, que le dio aún más fama en los 90, frente a posibles inversores.

Ante la multiplicidad de funciones, a cualquier director se le habrían enfriado los pies, pero el colombiano Rodrigo García Barcha asumió la capitanía, no sólo por la amistad que le une a la actriz, con quien ha trabajado en otras oportunidades, sino también “porque ella es una persona muy inclusiva, con quien se puede trabajar, y que siempre está dispuesta a discutir todos los aspectos creativos”.

La dulzura y calidez que transmite la verdadera Glenn Close no tiene nada que ver con la implacable Patty Hewes de la serie de televisión Damages. En otra habitación aguardan sus perritos y su hija, a quien crió sola, llevándola de niña al plató de turno.

Esta intérprete que siempre ha procurado mantenerse pegada a la tierra, viviendo en la costa Este de Estados Unidos, vistiéndose mal casi a propósito para las alfombras rojas a las que tanto desamor les profesa, nunca quiere aburrirse, pues confiesa: “Me gusta asumir retos que me ayuden a seguir desarrollándome como artista”.

¿Qué le atrapó de Albert Nobbs durante todos estos años?

Cuando la hice en teatro (en 1982), ya estaba consciente de lo poderosa que era esa historia; me pareció minimalista, sin embargo el personaje era capaz de conmover a la audiencia. Mi primer encuentro con esa historia fue muy temprano en mi carrera, y después pensé que sería una buena película por él, que no es solamente una mujer haciendo de hombre, es más bien una mujer que es transparente para ella misma, es como un ser humano incompleto, y todo eso me interesó.

¿Cómo logró entender a Albert Nobbs?

Es una persona invisible, y hace un trabajo en el que se supone que debes también pasar desapercibido, sobre todo en la época victoriana, cuando los sirvientes no podían verle a los ojos a la gente. La preparación fue muy ardua, pero lo más duro para mí fue saber cuánto y en qué momento podía mostrar mi rostro. Esta es una historia acerca de la supervivencia, y creo que existe mucha gente que es invisible, que no tiene ningún derecho, como el mundo en el que vivía Albert. La fuerza de la historia radica en que a pesar de que se desarrolla en la Irlanda victoriana, tiene una gran resonancia en el mundo de hoy.

Al enfrentarse a personajes como éste, ¿tiende a olvidar su propia identidad?

Así lo creo, y eso depende del personaje. Con Nobbs todos los días me veía en el espejo, incluso el último día de rodaje, y no me podía reconocer a mí misma.

¿Cómo fue buscar dinero para poder rodar ‘Albert Nobbs’?

Ya había producido varios proyectos para la televisión, pero esta era mi primera película. Fue una locura, porque con un filme como éste se debe tener una firme convicción de que es el tipo de historias por las que la gente se interesaría. Hace diez años estuvimos a punto de hacerla, pero faltaba mucho dinero. Con orgullo puedo decir que ni un solo centavo salió de Hollywood, ya que en Albert Nobbs invirtió gente que nunca había dado dinero para proyectos cinematográficos.

Fábrica de celebridades

Cuando Glenn Close se encuentra con Meryl Streep, no le habla de los premios que prácticamente le ha arrebatado. Otro Oscar fue a parar en manos de la Dama de Hierro, y sin embargo el tema fijo de conversación entre ambas sigue siendo los vástagos.

Tras la intensa experiencia de Albert Nobbs, y todo lo que su estreno conllevó, Close continúa una temporada más encarnando a Patty Hewes, pero después le encantaría “intentar escribir algo, empezar con la página en blanco, aunque no sé si lo pueda hacer...”, suspira y cuenta un poco más, “tengo una idea en la que quiero trabajar, sería un gran reto para mí”.

¿Recuerda algún personaje que le haya marcado especialmente?

Pienso que he aprendido de todos ellos, y de alguna manera son mujeres que conozco, que han estado muy cerca en mi vida.

¿Tal vez le haya marcado Cruella de Vil , de ‘101 Dálmatas’?

¡Sí, Cruella!... Me encantó, me pareció fantástico tener tantos niños a mi alrededor. Pero han existido muchos personajes importantes, y a los que no me parezco en nada. Por ejemplo, muy al principio de mi carrera está Jenny Fields, de The World According Garp, luego la Marquesa de Merteuil, de Una relación peligrosa.

¿Hay algún actor del que piense que podrá llegar muy lejos?

Los dos jóvenes actores que participaron en Albert Nobbs, Mia Wasikowska y Aaron Johnson me impresionaron; ellos tienen ofertas para hacer grandes películas con las que pueden ganar mucho dinero, y sin embargo estuvieron dispuestos a participar en un filme modesto.

¿Qué tanto ha cambiado la industria cinematográfica en los últimos años?

El mensaje que da Hollywood hoy en día no me parece muy atractivo para talentosos actores como Aaron y Mia que se toman en serio esta profesión. En Hollywood todo gira en torno a lo que la gente se pone, los zapatos, los novios... Hollywood no es el trabajo real.

¿Sería entonces muy difícil para usted empezar ahora tomando en cuenta que cada vez le dan más importancia a ese aspecto?

Pues nunca hubiera empezado una carrera en el cine. Hay que pensar que comencé ya de mayor, tenía unos 32 años... Creo que en esta profesión es muy peligroso elegir algunos roles porque uno va a ganar mucho dinero o porque le van a dar un premio, es un territorio muy peligroso, y uno tiene que mantenerse con los pies en el suelo y estar conectada con las cosas que uno elige hacer.

¿De dónde le viene esa determinación como actriz?

A mí siempre me gustó lo de jugar a ser otro, lo que he transmitido en mi carrera. Para mí ‘pretender ser otra persona’ nunca estuvo ligado a aspirar a ser una estrella. Ahora vivimos en el mundo de las celebridades, y se puede llegar a ser una estrella sin necesidad de hacer prácticamente nada.

¿Qué tan importante es recibir la reacción inmediata del público como en el teatro?

Es muy estimulante. Es muy bonito estar en el escenario y sentir esa conexión total con la audiencia, es como estar drogada; debe ser lo mismo que siente una estrella de rock... Es una sensación emocionantísima, y eso no lo puedes tener en un set de rodaje. 

Por Janina Pérez Arias / Especial para El Espectador

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