El Magazín Cultural

Jugar: una rebeldía de infancia (III)

Con el paso del tiempo, el deporte se ha convertido en un negocio del capitalismo salvaje y se ha desnaturalizado porque, a través de él, se han aprovechado políticos, intrigas humanas, deslealtades y otras engañifas que es mejor no explicar para no herir susceptibilidades.

Juan Carlos Rodas
05 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.
"El deporte y la felicidad son dos modos de atenuar el dolor de la existencia, como con el humor". / Archivo particular
"El deporte y la felicidad son dos modos de atenuar el dolor de la existencia, como con el humor". / Archivo particular

“La felicidad no existe: lo único que existe es el deseo de ser feliz”. Anton Chejov.

Definir la noción de felicidad es muy complejo por cuanto los filósofos, sociólogos, escritores y antropólogos no se ponen de acuerdo en esos horizontes de comprensión sobre este tema tan escabroso. Los estoicos dicen que se trata de una ataraxia, es decir, una especie de autosatisfacción o plenitud: ser feliz es habitar la templanza. Los hedonistas, por su parte, conciben la felicidad como un acto que produce placer por el placer mismo, pero Nietzsche y Schopenhauer creían que el hombre no nació para ser feliz, su naturaleza es la tristeza y el dolor. La etimología de la palabra felicidad es muy bella: felix, y significa fertilidad y fecundidad, es decir, la palabra nos viene del mundo agrícola, y Plinio decía que un árbol sin frutos era un árbol infeliz. Jugar es tener fecundidad y fertilidad. Definitivamente, no hay una sola definición de estos conceptos, pero ambos son episodios efímeros y se convierten en estados anímicos y a ellos se llega por vía del dolor y la derrota. Tenemos conciencia de las dos nociones porque hay dolor y pérdida y, aunque suene a egoísmo, se juega para ganar, pero la derrota es la que forma el carácter. Vilém Flusser sostiene que los seres humanos nacemos con la capacidad y potencia para hablar porque está en nuestro código genético. Además sostiene que escribir es un acto artificial, lo tenemos que aprender y lo hacemos por imitación. Estoy casi seguro de que pasa lo mismo con el dolor y la felicidad. El dolor está en nuestro código genético: nacemos y nos dan una palmada, es decir, nacemos llorando. Hay una cita bíblica que dice que “parirás con dolor”. Nuestras madres sufren con el parto y no dejan de padecer. La felicidad es un artificio, la aprendemos, como a escribir. Por esta razón sugiero que el camino hacia la felicidad no es la victoria ni la gloria sino el dolor y la derrota. El deporte y la felicidad son dos modos de atenuar el dolor de la existencia, como con el humor. A mayor tragedia, mejor el sentido del chiste. Recuerden estos episodios del mundo real: una señora que mató a su esposo y se quedó con el dedo para seguir cobrando la mesada. Un niño no quería ir al colegio y la mamá lo mandó con la baranda de la cama pegada a su mano. Parece chiste, pero no, es tragedia, es realidad, es decir, es inverosímil pero cierto. Otro niño se murió en pleno partido de fútbol porque se le cayó una portería en la cabeza. ¿Chiste?

Por Juan Carlos Rodas

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