El Magazín Cultural

Julio Cortázar, el amigo

“Viaje al corazón de Cortázar”, del periodista Juan Camilo Rincón y la artista Daniela Garavito, cuenta la historia de los amigos del escritor y recorre los hitos de la literatura latinoamericana.

Juliana Muñoz Toro
03 de julio de 2015 - 02:05 a. m.
Daniela Garavito y Juan Camilo Rincón, presentando su libro sobre Cortázar.  / Jimena Cortés
Daniela Garavito y Juan Camilo Rincón, presentando su libro sobre Cortázar. / Jimena Cortés

Todo admirador de Julio Cortázar daría lo que fuera por haber estado en una de sus pachangas espasmódicas, en una de sus conversaciones íntimas sobre el jazz o en un café mientras se lo veía escribiendo fragmentos de Rayuela en una servilleta. El impagable privilegio de haber sido amigo de Cortázar…
 
Tal vez el consuelo que nos queda, para eso y para todo lo demás, son las letras. Empezando, por ejemplo, por las de sus amigos, como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, que estuvieron con él una noche del invierno del 68, mientras se dirigían en tren hacia Praga para ver a Milan Kundera. Nadie durmió esa vez porque Cortázar estaba empecinado en responder cómo fue introducido el piano a la orquesta de jazz. El día en que el Cronopio Mayor murió, Gabo recordó ese viaje y escribió El argentino que se hizo querer por todos.
 
La última reunión de estos cuatro escritores fue en la casa del argentino en Avignon, a la que además estaban invitados Pepe Donoso, Juan Goytisolo y otras 40 personas. Reunión que Cortázar recordaría más bien como “una pachanga espasmódica”. “Daría mi alma por estar esa noche, escuchándolos”, dice el periodista Juan Camilo Rincón, que, a modo de consuelo, de afición, de homenaje, escribió el libro Viaje al corazón de Cortázar. El cronopio, sus amigos y otras pachangas espasmódicas (Libros & Letras).
 
Rincón es sobre todo un coleccionista de literatura latinoamericana. Tiene primeras ediciones, otras de las que sólo existen unos cuantos ejemplares y unas más con firmas y dedicatorias. Con los años se dio cuenta de que en distintos autores había múltiples referencias a Cortázar. “Es como un rompecabezas en el que traté de unir lo mejor que pude las piezas”.
 
La vida del argentino era algo que ya estaba contado, pero esta vez había una lectura novedosa a la que Rincón le apostó: hacer un recorrido por la literatura latinoamericana con Julio Cortázar como línea narrativa gracias a las amistades que cultivó en una época de gran esplendor de las letras en esta parte del globo.
 
“La historia de los amigos de Cortázar es la historia no sólo de la literatura de nuestro continente, sino también de la revolución literaria y cultural que se vivía en ese momento y que tuvo su auge en París después de los años 60, ciudad mágica en la cual todos terminaron encontrándose, por razones que van más allá del simple azar”, escribió Rincón en un artículo en el periódico El Tiempo a partir del cual comenzó a consolidar su investigación.
 
“Este libro es para el lector amateur, que quiere acercarse a Cortázar o a la literatura latinoamericana, pero también para el lector coleccionista”, explica Rincón. Por eso quiso contar desde la crónica y basándose en la cita. Ninguna frase es gratuita y cada nota al pie revela trucos de lectura.
 
¿Quiénes son los amigos? Además de los mencionados en el tren hacia Praga, también están Jorge Luis Borges (y cómo éste ayudó a publicar Casa tomada), Alejandra Pizarnik, Octavio Paz (y sus recorridos por la India), Elena Poniatowska, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Pablo Neruda y José Lezama Lima (que además aborda la poco mencionada relación de Cortázar con Cuba), y más.
 
“No sólo hay historias fascinantes sobre escritores; también narramos su relación con su gran amigo e ilustrador Julio Silva y con el cineasta Luis Buñuel, quien estuvo a punto de hacer una película sobre un cuento del autor”, cuenta Rincón.
 
Imágenes entre líneas
 
Un punto aparte se merece el trabajo gráfico del libro, a cargo de la artista visual Daniela Garavito, ya que no sólo acompaña, sino que se convierte en una narración propia: “Las imágenes se me aparecían mientras iba leyendo. Entonces resultaron ser un hipertexto, símbolos que meten en un mundo paralelo al lector”, comenta.
 
Así, a Octavio Paz lo vemos con un turbante para recordar su paso como diplomático por la India, para pensarlo como una deidad: la de las letras. En el capítulo acerca de Vargas Llosa, las casas que se cimientan en su cabeza son a la vez La casa verde y el emporio que él representa.
 
La tapa dura, el tipo de hoja gruesa y con textura, que cada ejemplar esté numerado, los paraguas en las guardas, las viñetas antes de cada capítulo y otros detalles hacen de este un libro objeto para coleccionistas. Todo tiene sentido.
 
Por ejemplo, el paraguas, que también aparece ilustrado sobre los hombros de la poeta Alejandra Pizarnik, recuerda un pasaje de Rayuela en el que Oliveira lo tira por un barranco del Parc Montsouris (“Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra”). Y esto se debe a que Pizarnik decía que la Maga estaba inspirada en ella. Tal vez sea sólo un mito, pero eso también hace parte del universo de Julio Cortázar y de los peculiares amigos que hicieron parte de él.

Por Juliana Muñoz Toro

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