El Magazín Cultural

¡Knock out!: gana el cuento

Libro ganador de la “Convocatoria Pública en Cultura y Patrimonio 2016. Estímulos al Talento Creativo”, Gobernación de Antioquia.

Danielle Navarro
19 de febrero de 2017 - 12:34 p. m.
¡Knock out!: gana el cuento

La literatura es, quizás, el único escenario de la vida en el que anhelamos ser derrotados, sorpresivamente, por knock out.  Los cuentos del libro Animales Urbanos, de Jhon Agudelo, logran eso: al principio, uno está desprevenido, aunque expectante, leyendo un relato entretenido. De repente, un golpe contundente y sorpresivo exige suspender la lectura. ¡Knock out!: gana el cuento.

Entonces nos detenemos. Pero el libro nos pide que lo continuemos y de pronto descubrimos que esa historia a la que asistíamos no se agota en el punto y aparte, sino que hay algo que le subyace: es una especie de “segunda historia”, como la que define Ricardo Piglia en Tesis sobre el cuento, que revela la intención secreta del autor al contarnos lo que tan solo parecía una anécdota.

Esa segunda historia de la que habla Piglia está presente en los cuentos de Agudelo. Sus temas: el arte, la amistad, la relación con el padre, el noviazgo, el sexo… en fin, la naturaleza humana, bestial y frágil al mismo tiempo.

Y mientras el narrador nos entretiene con su historias, al mismo tiempo, el escritor golpea sin reparo al lector con cuestiones como el combate tan tenaz entre la vida que anhelamos y la que elegimos, o la que nos toca; o como la inalcanzable pretensión  de tener una certeza frente al amor, frente al trabajo, frente al dinero; o como la vida profesional y laboral contemporánea, que desestima el ocio, la soledad y el descanso, y que resulta inviable económicamente para quien desea dedicarse a hacer lo que de verdad le gusta. Y aquí encontramos el gran valor de los cuentos de este escritor paisa de 28 años: detrás de la anécdota, es decir, debajo de la punta del iceberg, como diría Ernest Hemingway.

Y todo esto lo cuenta a través de los artistas. ¡Qué mejor personaje que un artista!: sensible, crítico, sagaz, bestial y frágil, las características perfectas de un personaje literario para desvelar la naturaleza animal de los humanos.

Este libro, que reúne 13 cuentos, ganó la “Convocatoria Pública en Cultura y Patrimonio 2016. Estímulos al Talento Creativo”, de la Gobernación de Antioquia, y fue publicado en noviembre del año pasado por Sílaba Editores, editorial independiente de Medellín. A través de estos relatos, Agudelo deja ver varias de las cuestiones que lo han incomodado y a la vez emocionado durante los últimos años: el arte, aunque no tanto como el propio artista; la industria cultural, que obedece más al mercado y al espectáculo que a la virtud de los creadores; y, cómo no, su incesante inquietud por la misma literatura.

El libro tiene cuentos como Performance, la historia de un joven artista que invita a su padre a apreciar uno de sus performance, en donde él, con otros compañeros, está desnudo, boca abajo, colgado del techo. Y partir de esta anécdota, el autor profundiza en una relación disfuncional entre padre e hijo: se presenta una figura borrosa, “algo que parece un padre”, cuyas manos, por más que se extiendan, jamás podrán tocarse.

Otro de los relatos se titula Conocer a Dios. Cuenta la historia de una joven que conoce la Iglesia y asiste a un ritual cristiano. Un pastor que encarna el poder celestial de Dios, con solo elevar sus brazos hacia el cielo y pronunciar unas palabras, hace flaquear las piernas de los fieles hasta desmayarlos. Varias personas participan en el acto, todos se derrumban ante el poder divino. Es su turno. Pero ella se da cuenta de que es más fuerte que la voluntad de Dios y no se cae. Entonces, ante su implacable firmeza que no le permite ser derrotada por la mano poderosa del pastor, sumada a su deseo de desplomarse como todos, decide fingir, “como se finge un orgasmo”, el desvanecimiento.

Gente que progresa, Eclipse, Autoplagio y El Ataúd del pez con otros de los cuentos del libro.

En cualquier curso básico de literatura a uno le enseñan que el autor y el narrador son sujetos distintos; sin embargo, para nadie es un misterio que cualquier obra de arte es, en cierta medida, autobiográfica. En los cuentos de Jhon Agudelo resulta difícil hacer esta distinción, pues el autor, sutilmente, deja huellas de sí mismo en varios de los relatos.

Por ejemplo, la bicicleta —quizá uno de los seres más importantes en la vida de este escritor paisa— aparece en el libro, no como un simple medio de transporte, sino como una posibilidad de escape, como una “alternativa a pensar demasiado”.  Entonces, de pronto, uno se imagina al escritor en su amada bicicleta y lo confunde con el personaje literario, quien regresa de repente al relato con la fuerza de su voz. Esa es otra de las virtudes de Agudelo: la capacidad de construir personajes, que además de verosímiles, tienen una voz muy bien definida que le habla al lector como si fuera su confidente.

Jhon Agudelo publicó su primer libro de cuentos, No es tiempo de crecer,  en 2013, con el sello editorial de La Carreta Ediciones. En su momento fue el proyecto ganador de la segunda “Convocatoria de Estímulos al Talento Creativo”, en el área de literatura, cuento joven, del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia. Los cuentos de este libro narran episodios de la infancia desde una voz igual de confidencial con el lector que en Animales Urbanos, aunque desde personajes más ingenuos.

Alguna vez, en una entrevista, David Foster Wallace contó que tuvo un profesor que aseguraba que la tarea de la buena escritura era la de darles calma a los perturbados y perturbar a los que están calmados. A propósito, vale la pena leer a Jhon Agudelo. A veces, uno termina perturbado, a veces calmado, y a veces se ríe ante lo absurdo de lo humano, tan bien dibujado por la mano de este artista.

El libro fue presentado el miércoles 8 de febrero, a las 6:30 de la tarde, en la librería Grammata. Lea el libro, y si a usted le gana el cuento porknock out —como diría Julio Cortázar— o de algún modo se perturba o se calma, recuerde que está cordialmente invitado a la charla.

Por Danielle Navarro

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