El Magazín Cultural

La guía Broderick para entender a Joyce

Todos los años, el escritor y actor Joe Broderick, australiano y con nacionalidad colombiana, reúne a algunas personas en su casa para leer la novela íntegra. Recorrido por su experiencia de lectura y los caminos cruzados con el autor irlandés.

juan David Torres Duarte
09 de febrero de 2017 - 04:45 a. m.
La guía Broderick para entender a Joyce

 

El Ulises de James Joyce, en edición de Cátedra y traducido por Francisco García Tortosa, tiene poco más de 900 páginas y cuenta, en un resumen injusto, la historia de Stephen Dedalus, un joven con pretensiones filosóficas, y de Leopoldo Bloom y su esposa, Molly, una pareja dividida y triste y también deudora de un amor limpio y claro. En sus dieciocho capítulos incluye narraciones tradicionales —un narrador en tercera persona, que describe con paciencia—, monólogos interiores —como todo monólogo, en apariencia caótico—, diálogos teatrales, secuencias fílmicas y un entramado experimental de relatos que exacerban y exigen del lector una atención casi obsesiva por el detalle, por la corriente constante y desvariada que es la vida.

Joe Broderick, que nació en Australia de padres irlandeses y ha vivido en Colombia, entre ires y venires, por cerca de cinco décadas, ha leído el libro durante siete años, a razón de dos veces por año, a un pequeño grupo de lectores. Les ayuda a comprenderlo, los guía por la vida dublinesa, los introduce de manera rápida en las otras obras del irlandés. A mediados de este mes comenzará un nuevo año de lectura. “Mi experiencia de colegio —cuenta Broderick— era idéntica a la experiencia de Joyce en el libro, con jesuitas de Dublín, trasladados desde Dublín a Australia y con la misma carreta. Cuando estoy leyendo en voz alta aquí y hay una canción —y hay muchas canciones— yo la canto. Hay mucha identificación con el mundo de Dublín, donde yo viví en los setenta y en los noventa. Estoy metido en el mundo del libro, por muchos lados”.

La lectura del Ulises está antecedida, por lo general, de un miedo por su figura: puesto que se ha hablado tanto de ella, de sus artificios literarios, de su complejidad, el lector se presenta con la espada desenvainada, presto a una rebatiña incesante. Pero Joyce era demasiado cómico para tomárselo tan en serio: sí, es un libro exigente, pero su tema esencial es la vida cotidiana. La vida corriente, que también puede ser épica. “Cuando fue publicado —dice Broderick— había mucha objeción al libro porque, por ejemplo, Leopoldo Bloom va al excusado y se limpia el trasero con un pedazo de periódico, con un cuento, y también está su masturbación. Eso fue escandaloso. El libro fue censurado y prohibido. Es porque está descrita la vida cotidiana tan de cerca. Por eso la frase de Joyce: ‘Si el Ulises no es digno de ser leído, la vida no es digna de ser vivida’. El libro no es sino la vida. La vida cotidiana. Y el gran propósito y logro del libro es la exaltación de lo común y corriente, de lo diario, las cosas normales, triviales. Es un libro de trivialidades. No es un libro, como la gente imagina, de gran erudición”.

Joyce dedicó siete años de su vida, empobrecida por la falta de seguridad económica, a la escritura del Ulises. Vivió en tres ciudades distintas durante el proceso: Trieste, Zúrich y París. La entonces dueña de Shakespeare & Company, la legendaria librería parisina, lo publicó entero, en una edición sencilla de pasta azul, en 1922. Dublín quedó impresa por siempre en sus palabras. Él, una vez exiliado, sólo volvería a Dublín en un par de ocasiones. Desde 1912 hasta 1941, el año de su muerte, Joyce vivió como un eterno extranjero con el recuerdo casi intacto de la Dublín de su niñez y juventud. En sus clases, que son una suerte de tertulia y tienen lugar en su apartamento en el barrio La Macarena de Bogotá, Broderick presenta a los lectores el contexto y la biografía de Joyce y ubica sus trabajos en el ambiente en que fueron escritos. Luego, sesión a sesión, lee todos los capítulos en voz alta y los comenta.

Antes del Ulises, Joyce publicó un libro de cuentos —Dublineses— y una novela —Retrato del artista adolescente—, que conforman la arqueología del Ulises. Stephen Dedalus es su reflejo de adolescencia; Leopoldo Bloom, su espejo de madurez. Con esta novela, sin embargo, Joyce quería partir la arquitectura común del modelo clásico. Y lo logró. “Él parte de la idea de que la novela clásica —dice Broderick—, que había tomado ya su forma y se había instituido, representa la vida real. Él dice que no: no es la vida real, es un artificio tal que distorsiona la vida, te hace creer que es la vida, pero no. La vida es otra cosa. Vamos a ver si es posible acercarnos por otros medios, con el lenguaje pero por otros medios. La novela tiene un narrador por lo general omnisciente, tercera persona, o primera persona también. Es un narrador que cuando empiezas a leer te relaja: ese narrador va a contarte las cosas como son. Te entregas a ese señor y si es efectivo te lleva feliz al final de libro. No tienes duda, no tienes inseguridad. Estás en las manos del tipo que te cuenta el cuento. Es engañoso. Hagámoslo, entonces, de otro modo: que no haya ningún narrador, sino muchos. Todos viendo el cuento desde distintos ángulos. Como el cubismo: pintar un bodegón, pero no al natural, sino visto desde distintos ángulos. A ver qué pasa”.

Joyce expuso su vida y su salud económica en la escritura del Ulises. Varios editores lo rechazaron. Insistió. En el capítulo octavo de su novela, Joyce escribió: “La sonrisa se le borró mientras caminaba, una nube plomiza cubrió el sol lentamente, sombreando el arrogante frontispicio del Trinity. Tranvías que se cruzan en todas direcciones, para el centro, para las afueras, tañendo. Palabras inútiles. Las cosas siguen igual, día tras día: patrullas de policía salen, vuelven: tranvías entran, salen (…). Ciudad entera que muere, otra ciudad entera que llega, muere también: otra que aparece, que acaba. Casas, filas de casas, calles, millas de pavimento, ladrillos apilados, piedras. Cambian de mano. Este propietario, ése. (…) Grandes piedras que permanecen. Torres circulares. El resto ruinas, barrios que se extienden, chapuzas. (…) Nadie vale nada”.

Para hacer parte del curso de Joe Broderick dedicado al Ulises escriba al correo wjbroderick@hotmail.com o llame a los teléfonos 286 0185 o 312 3717794. El precio de la inscripción es $750.000. Son 16 sesiones durante cuatro meses.

Por juan David Torres Duarte

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