El Magazín Cultural

La tempestad y la trompeta de Louis Armstrong

El trompetista estadounidense, uno de los artistas legendarios del jazz surgido en New Orleans, nació un día como hoy en 1901.

Andrés Osorio Guillott
04 de agosto de 2019 - 06:17 p. m.
Louis Armstrong falleció el 6 de julio de 1971. / Archivo particular
Louis Armstrong falleció el 6 de julio de 1971. / Archivo particular

“Mi vida entera, mi alma entera, mi alcohol entero es soplar ese instrumento.” En esa pequeña frase podríamos resumir la pasión y el paso de Louis Armstrong por este mundo junto con su trompeta y su amado jazz.

Entre el 04 de agosto de 1901 y el 06 de julio de 1971, el mundo tuvo el privilegio de tener entre su gente a uno de los artistas más carismáticos en el mundo de la música: Louis Armstrong. Como trompetista y vocalista, el estadounidense logró sobrepasar su misma condición e inmortalizarse en la historia como uno de los íconos del jazz a nivel mundial. Tanto su vida como el género al cual le entregó todo nacieron en New Orleans, quizá esa coincidencia, que más que llamarla así, es una razón que fundamenta el destino de aquel trompetista que hizo del jazz un ritmo más cercano a la cultura popular en los Estados Unidos.

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Su experiencia en el bajo mundo debido a la precariedad que vivió a muy temprana edad por falta de recursos en su familia (que por cierto fue adoptiva) le permitió tener esa influencia de querer hacer del jazz y de sus producciones un espacio para cantar sobre los problemas de racismo y pobreza que se viven en Estados Unidos. De ahí que en el trasfondo de su obra como músico estuviera asociada a alimentar la cultura popular a partir de la música que escuchaba cuando transitaba en las calles de Nueva Orleans.

Su inicio como músico y su afinidad con los instrumentos de viento se atribuyen a dos hechos: la estadía en el reformatorio Nueva Orleans Home For Colored Waifs donde empieza a tocar la corneta con la banda del lugar y la etapa de vida nocturna donde trabaja en los cabarés de la ciudad y conoce a Joe King Oliver, cornetista y sembrador de una pasión en el corazón de Armstrong.

Satchmo o Pops son algunos de los sobrenombres con los cuales se reconocía al trompetista estadounidense. El primer apodo surge, precisamente, de su característica más llamativa: su voz abierta. Ese don excelso que yacía en su boca y se esparcía por los aires con la trompeta y con su propia voz, lo convirtieron rápidamente en un ejemplo a seguir para muchos trompetistas y músicos de jazz.

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Entre 1919 y 1922, Pops sustituye a su maestro Joe King Oliver en la banda de Swing más importante de New Orleans, Kid Ory, y decide residir en Chicago para unirse nuevamente a Oliver e integrarse a la banda Creole Jazz Band. Allí empieza a demostrar que su don es promisorio y logra generar, a partir de su infinita imaginación y agilidad, los primeros solos con trompeta.  En 1924 se une a una nueva agrupación en la ciudad de Nueva York: Fletcher Henderson Orchestra. Allí ensalza su vena artística y su soplo aguerrido para generar nuevos sonidos y así convertirse en uno de los mejores trompetistas de su país y del jazz en general.

Viajes por Europa y África hacen parte de varias giras que fueron apoyadas por el gobierno de Estados Unidos, esto le daría entonces un rol importante en la expansión de la cultura de su país en otros lugares del mundo donde apenas se daba a conocer el jazz y su solemnidad en el ritmo y la intensidad del mismo. Sus solos presentes en canciones como Potato head blues o West and blues representan por sí solas la habilidad y la entrega de un hombre que hizo de sus pulmones la mayor fuente de arte y de goce musical. En otras canciones como La vie en rose o Dream a Little dream of me se destacan el tono de su voz y la presencia de grandes colegas como Ella Fitzgerald quien lo acompañó en una versión de la última canción nombrada.

De ahí en adelante la trayectoria de Satchmo se construye a partir de los buenos vientos, y no los buenos vientos como expresión de grandes aciertos y de momentos llenos de prosperidad, buenos vientos como aquellos que surgían de la trompeta y la corneta, compañeras y fieles amantes que acompañaron a Armstrong hasta los últimos instantes, pues ni siquiera en la noche del 06 de julio de 1971, cuando falleció por sus constantes problemas de corazón, dejó de suspirar y de dar un aliento más por la vida que le dedicó a la música y a la generación de un espacio para que todos en su país, sin distinciones de raza o estrato social, pudieran gozar, cantar y bailar al ritmo del jazz en su estado más puro.

Por Andrés Osorio Guillott

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