El Magazín Cultural

La tragedia de Lorca en La Maldita Vanidad

“La tortuga ciega o Klaus Kinski también cae de pie” es una obra que hace parte del ciclo Mirada Paralela del Teatro La Maldita Vanidad, un homenaje a la vida y obra de Federico García Lorca.

Sandra Fernández
21 de agosto de 2017 - 03:00 a. m.
Tres actores en escena: Javiera Valenzuela, Santiago Londoño y David Osorio, configuran historias hiladas en un tiempo de guerra. / Felipe Flórez
Tres actores en escena: Javiera Valenzuela, Santiago Londoño y David Osorio, configuran historias hiladas en un tiempo de guerra. / Felipe Flórez

“Mi corazón oprimido, siente junto a la alborada el dolor de sus amores y el sueño de las distancias”, decía un poema trágico casi como su deceso. Federico García Lorca descubriría en las letras una manera de percibir la vida y la muerte. Aquel “universo lorquiano” repleto de símbolos, drama y prosa, deviene en el teatro como escenario predilecto para manifestar historias imaginadas y en el Teatro La Maldita Vanidad de Bogotá se representa dentro del ciclo “Mirada Paralela”, encuentros inspirados en su devenir poético y teatral, sacando a flote la innata esencia de este autor español.

Cinco montajes harán parte de esta discusión teatral que se forjará alrededor de la obra de Federico García Lorca: La sangre rota, de Saeed Pezeshki, Bernarda Alba en B/N, de Victoria Hernández; La piedra oscura, de Víctor Quesada; Calor a las cinco en punto, de Coco Badillo, y para iniciar el ciclo, la obra La tortuga ciega o Klaus Kinski también cae de pie, que se presenta actualmente en el Teatro La Maldita Vanidad hasta el 27 de agosto.

Tres actores en escena: Javiera Valenzuela, Santiago Londoño y David Osorio configuran historias hiladas en un tiempo de guerra, diálogos dramáticos creados de la mano de Santiago Merchant que al relacionarse con un escenario con pocos elementos y totalmente cubierto de color blanco, logran enaltecer el valor del cuerpo y su excepcional actuación. Al cambio abrupto de personalidades cruzadas, distinguiendo uno a uno los personajes interpretados por estos tres actores, la fantasiosa idea de poner en escena pequeñas pistas imaginadas por cada uno de los espectadores parece atrapar la descabellada idea de relacionar en un solo lugar a dos personajes controversiales que fueron parte de la historia teatral del siglo XX.

“La riqueza de las obras de Lorca son todas las relaciones de los personajes y son precisamente estas relaciones las que hacen que Lorca tenga una mirada tan especial de las relaciones humanas, de los conflictos humanos”, dice el director de la obra, el también actor Fernando de la Pava, siendo esta su ópera prima. A partir de aquellas relaciones y enalteciendo en Lorca el papel de la mujer, dentro de la historia de la obra se busca confrontar un problema de género en una época totalmente fascista y tradicional, la misma que tendría cabida en el universo lorquiano que a partir de las tragedias La casa de Bernarda Alba, Yerma y Bodas de sangre cobra un significado único tras ser parte de esta creación teatral bastante aferrada a cuestionar dichas tragedias. Al respecto apunta el director de la obra:

“Nosotros escogimos esas tres obras como inicio de nuestra investigación, empezamos a estudiar las obras con los actores del elenco y el dramaturgo y allí empezamos a sacar unas imágenes, unos temas a partir de los cuales los actores empezaron a improvisar y a partir de esas improvisaciones Santiago se inspiró”.

La impotencia de una mujer que deseosa de tener hijos, encuentra en su marido un hombre frío y apático, y los amores imposibles y dramas que finalizan con una muerte premeditada, son algunos apartes que desde esta trilogía trágica se fundamentan en problemáticas humanas llevadas al extremo.

Desde aquella habitación lírica, romántica y trágica, los actores desenvuelven ciertos cuestionamientos que inician en el desarrollo de sus actos, los elementos y escenas dichas sin ser vistas, hasta llegar a un personaje que, notablemente consigue encontrarse con aquel universo lleno de lunas relacionadas con la muerte y sangre que representa la vida.

Klaus Kinski fue un actor alemán que en 1943 fue reclutado por el ejército de su país y después de tremenda experiencia empezó a ser parte del mundo teatral, siendo catalogado como un personaje temperamental y esquizofrénico que en los años cuarenta encontró su lugar en el cine y que en el año 1991 falleció a causa de un infarto. Mismo papel que logra desarrollarse con suma participación en La tortuga ciega o Klaus Kinski también cae de pie, un hombre desencantado de sus vivencias que justamente logra adherirse a una relación amorosa llena de conflictos y de prohibiciones que pueden llegar a una muerte segura.

“Yo siento que esta figura de Kinski llegó a Santiago por necesitar una voz de un actor que tuviera los ‘cojones’ para cuestionar a Lorca; y creo que encontró en Kinski ese personaje que podría atreverse a cuestionar a Lorca desde muchos niveles. Es muy interesante cómo esta figura de este actor entra en este mundo lorquiano y cómo confluyen ahí esos dos universos tan fuertes”, explica el director de la obra.

Es así como dos universos: uno carnal y frío propuesto por Kinski, y el universo metafórico entre la prosa y el drama desde una mirada lorquiana, componen esta obra teatral con relatos dramáticos que descubren y ponen en cuestionamiento la simbología de la narración de Lorca y en duda la vida de aquel actor alemán poco conocido.

Por Sandra Fernández

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