Creer que lo que se cree es la verdad es un impulso tan irrefrenable como el de cerrar los ojos ante un amague de golpe. “Es más fácil creer que pensar”, por eso, seguramente hay más feligreses en iglesias que filósofos en las universidades. Solamente la verdadera inteligencia permite al individuo detectar la diferencia entre lo que se desea y lo que es.
Si está interesado en leer otro texto de Navas Talero, ingrese acá: Mi problema con Fernando Vallejo
Eso es la inteligencia: la capacidad de detectar la realidad objetiva y nombrarla para actuar en consecuencia. No lo es la cita de autores de memoria, ni la solución de ecuaciones de cuarto grado. La inteligencia es la observación más precisa posible de la relación entre el hombre y la circunstancia.
Me dijo alguna vez en mi cara Rodolfo Llinás, que la tragedia de Colombia es que no hay pensamiento. ¡Esa es la tragedia! Los colombianos nombramos las cosas como más nos place y sin pudor vamos inventando una realidad etérea, venenosa y tóxica. Como aquella que inventa el padre de "La vida es bella" a su hijo en el campo de concentración Nazi, para evitarle el dolor de la tragedia.
Si le interesa leer otro texto de Navas Talero, ingrese acá: Palabras prostitutas
La diferencia con la fábula de la cinta es que los colombianos ya no vamos a salir nunca de esta mentira de mil cabezas que nos inventamos y que vivimos a diario con millones de habitantes “zombificados” que construyen en su imaginación una realidad delirante en la que un criminal se erige redentor y un grupo de delincuentes se encarnan como paladines de una verdad que se vuelve infernal cuando los llamados a oponerse, aturdidos por las palabras, aceptan como partido político e ideología a una turba de corruptos y asesinos.