El Magazín Cultural
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La larga canción de Leonard Cohen

Uno de los artistas activos más longevos e influyentes de los últimos cincuenta años lanzó su nuevo disco, ‘Popular Problems’.

Nicolás Pernett
24 de septiembre de 2014 - 03:47 a. m.
El estilo de Leonard Cohen es una mezcla del rasgado de guitarra del flamenco español con letras que hablan de amores melancólicos, de bellos perdedores y de escenas de las sagradas escrituras. / EFE
El estilo de Leonard Cohen es una mezcla del rasgado de guitarra del flamenco español con letras que hablan de amores melancólicos, de bellos perdedores y de escenas de las sagradas escrituras. / EFE
Foto: EFE - YOAN VALAT

Con motivo de sus 80 años y del lanzamiento de su disco número 13, el mundo vuelve a hablar de Leonard Cohen, el trovador de lo sagrado y lo mundano, el poeta de las ansias profundas de contacto con Dios, al tiempo que de los oscuros caminos del deseo y de las miserias de los borrachos de medianoche.

Nacido el 21 de septiembre de 1934 en Montreal, Canadá, Leonard Norman Cohen se formó en una tradicional familia judía, de la que heredó la obsesiva búsqueda de la divinidad y el respeto sacramental por la palabra, inclinaciones que, unidas a la bohemia y las lecturas de la juventud, terminaron conduciéndolo a la poesía. Mucho antes de que grabara su primer disco, Cohen ya se había hecho un nombre respetable como poeta en su país natal desde la publicación de su primer libro, Let Us Compare Mythologies, de 1956, al que siguieron otros poemarios, así como dos novelas a comienzos de los años sesenta, que le valieron la etiqueta como un continuador canadiense de los beats estadounidenses.

Pero los poetas siempre han estado condenados a llenar el mundo de metáforas y morir de hambre en el proceso, y Cohen comprendió que le era imposible mantener su estilo de vida de escritor retirado en una isla del mar Egeo con las exiguas ganancias que le proporcionaban sus libros. Fue por eso que a los 32 años, una edad en la que la mayoría de músicos ya llevan más de una década de producción o han muerto de excesos, decidió probar suerte como cantautor en la escena del folk y el country de los Estados Unidos. Gracias a esa decisión, y a pesar de que su vocación dominante siempre fue la poesía, Leonard Cohen ha pasado a la historia como uno de los músicos más importantes del siglo XX.

Aunque su voz de bajo profundo, un poco desafinada y más dada a recitar que a cantar, no era el estándar convencional de lo que podría llamarse un cantante popular, Cohen se hizo a una selecta base de seguidores desde la aparición de su primer disco, Songs of Leonard Cohen, en 1968. Su estilo pareció desde un principio poco convencional para la época, pues no era heredero del rock o la psicodelia del “verano del amor”, pero tampoco parecía venir de la tradición folclórica de la canción protesta. Sus canciones eran una mezcla del rasgado de guitarra del flamenco español (que aprendió inspirado en su poeta favorito: Federico García Lorca) con las moderadas melodías y la intensidad interpretativa de la chanson française, y unas letras que hablaban de amores melancólicos, de bellos perdedores y de escenas de las escrituras sagradas. Canciones como Suzanne, Sisters of Mercy o Bird on a Wire se convirtieron rápidamente en clásicos del formato cantautor de finales de la década, junto a las de Bob Dylan, Joni Mitchell o Jacques Brel.

Cohen grabaría cinco discos más durante los años 1960 y 1970, los cuales tuvieron un modesto éxito comercial pero un gran prestigio crítico, lo que demostró que su apuesta por la música le había dado buenos resultados, especialmente en Europa y Canadá (en Estados Unidos sus discos nunca se vendieron muy bien). A pesar de que la mayoría de sus canciones eran lentas y de letras deprimentes (aunque usualmente condimentadas con toques de cínico humor), la calidez de su voz y la perfección con que confeccionaba sus versos hicieron que los oyentes se conectaran fácilmente con él y se quedaran escuchándolo como se oiría a un sabio de la tribu que habla midiendo cada una de sus palabras. Los hombres se identificaron con su filosofía de cantina con olor a whisky y a humo, y las mujeres se enamoraron del poeta con porte de actor de cine que cantaba sobre el misterio del amor, y para finales de los años setenta Cohen ya era un artista de culto a ambos lados del Atlántico.

En la década de los ochenta su música y su carrera tomaron un rumbo inesperado. Su voz se hizo más profunda y empezó a experimentar con los sintetizadores en boga, lo que hizo que sus canciones empezaran a sonar como si los Pet Shop Boys adaptaran poemas de Robert Graves con la voz de Barry White. El resultado fueron temas como First We Take Manhattan, I’m Your Man o The Future, que no sólo tuvieron éxito en la radio norteamericana sino que se podían bailar, dos cualidades que hasta ese momento parecían imposibles de compaginar con el nombre Leonard Cohen. Su canción Hallelujah, un largo poema de reminiscencias mitológicas con una melodía exultante, se convirtió además en un favorito de cantantes de todo el mundo que la hicieron una de las canciones más versionadas de la historia. Con casi 60 años, Cohen gozó por primera vez del estatus de celebridad internacional y varios rockeros de moda, como Kurt Cobain o REM, reconocieron públicamente su influencia a comienzos de los noventa.

Sin embargo, Leonard Cohen y la fama son antónimos y no pasó mucho tiempo antes de que decidiera retirarse de la movida del espectáculo para internarse en un monasterio budista, en el que estuvo seis años meditando y componiendo. Pero mientras se dedicaba a búsquedas espirituales y a trabajar lentamente sus canciones (ha dicho que se puede demorar hasta diez años en completar una), su mánager aprovechó para robarle hasta el último centavo de sus ahorros. Por eso, en la primera década del nuevo siglo, el septuagenario Cohen tuvo que volver a las giras y a los discos para, según sus palabras, “poder juntar un fondo de retiro” (una razón muy parecida a la que primero lo llevó a coger la guitarra).

De esta nueva etapa han salido álbumes como Ten New Songs, de 2001, y Dear Heather, de 2004, que compuso y grabó con ayuda de su colaboradora, Sharon Robinson. Estos álbumes intimistas y reposados son parecidos a sus primeros discos, pero en ellos el sintetizador y la caja de ritmos han reemplazado definitivamente a la guitarra acústica. En 2014, cuando cumple su octava década de vida, y cuando ya muchos pensaban que su álbum Old Ideas, de 2012, era la despedida, Cohen regresa con un disco titulado Popular Problems, grabado con los integrantes de la banda con la que ha estado de gira desde 2008. Además de sus letras irónicas y pesimistas, el nuevo Leonard Cohen viene con un sonido mucho más soul y con una voz que además de grave se ha vuelto gutural, lo que lo acerca al sonido clásico de los bluesmen de Estados Unidos.

Sus “problemas populares” son los mismos que siempre lo han atormentado: el deseo irresoluto, el apocalipsis de la humanidad, los anhelos místicos insaciables y la muerte inminente que ronda cada uno de sus pasos. Pero Cohen parece no estar todavía interesado en dejar de cantar su larga canción. En la última estrofa de su nuevo disco asegura: “Estoy cantando aunque el mundo se ha acabado, estoy pensando que quisiera continuar, estoy cantando aunque todo haya salido mal, estoy cantando la canción del aleluya”.

 

nicolaspernett@yahoo.com

Por Nicolás Pernett

 

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