El Magazín Cultural

Lizeth León: “La depresión es un animal que no pide ser domesticado”

Por medio del libro “Días de inercia” (Frailejón), Lizeth León publicó un diario en el que llevó un registro de sus días conviviendo con la depresión.

Laura Camila Arévalo Domínguez- @lauracamilaad
05 de mayo de 2019 - 01:00 a. m.
Lizeth León, quien dice que su relación con la depresión cambió con la escritura.
 / Frailejón editores
Lizeth León, quien dice que su relación con la depresión cambió con la escritura. / Frailejón editores

“Dime qué hago, ¿qué necesitas? ¿Puedo hacer algo?”, le dice ella. Él, la mayoría de las veces, responde con unos ojos que se esfuerzan por no lastimarla, pero que evidentemente no pueden ni sostener los párpados. Desde un cansancio evidente, dice: “No, nada. Perdón”.

La depresión nunca se va, pero hay días en los que se percibe considerada. El amanecer es pura expectativa. Los días en los que él se levanta con ganas de tener ganas, ella aprovecha para disfrutar de los colores que cree que él también ve. Le ofrece de los sabores que puedan acercarlo al placer, al derecho de sentir que tiene derecho, que está vivo, que es atractivo, que su respiración no es un desperdicio. Esos son los mejores. “Las victorias chiquitas”, dice ella. En los días en los que levantarse para él resulta doloroso, ella se angustia. Es ahí cuando lo llena de preguntas, o a veces se calla. Y se entrega a la impotencia que le quita la voz y hasta la esperanza. Los dos sufren, los dos intentan, los dos callan, los dos viven y los dos mueren un poco. De a pocos, porque la depresión no es radical y a veces engaña: hoy deberías morir, hoy deberías vivir. Nunca se sabe.

***

En el libro “Días de inercia”, Lizeth León narra lo que pensaba durante los bajos y los altos de su enfermedad. Este texto, que nunca se pensó como un libro, sino como un “intento de disección” que la escritora releía obsesivamente, se publicó con el título de esos días en los que luchar no tiene sentido, en los que los “para qué” se distorsionan, en los que ocupar un espacio en el mundo se convierte en una deuda.

León, además de narrar lo que desde la depresión se padece, se sufre, se siente o se deja de sentir, menciona su entorno. Habla sobre los “puentes débiles que nos dicen que aquí estamos para el otro”, sobre las posibles razones por las que los demás se ofuscan por su ausencia de lucha, o por los diagnósticos que repiten para justificarse o justificarla. La depresión no solo se recuesta sobre los que la padecen, sino que también se monta sobre las espaldas de sus cercanos, de sus amores, de los que no soportan que el otro no soporte y se deje caer.

El libro se inicia contando que estos textos los escribió sin pensar en que se convertirían en un libro, pero ¿cuál fue el efecto de la escritura? ¿Es diferente su convivencia con la enfermedad ahora que antes de escribir el libro?

Sí, mi relación con la depresión cambió con el proceso de escritura. Tú usas la palabra convivencia, y me parece adecuada. Normalmente la depresión se rechaza, se niega, se convierte en algo a ser superado. Este ejercicio de disección de alguna manera cumplió su cometido, que no era llegar a una cura o a una respuesta final. Más bien, como lo digo en la presentación del libro, a cierto entendimiento de que la depresión es un animal que no pide ser domesticado. Cuando convives con algo lo aceptas, tratas de entender su naturaleza. Y un poco de esto se trataba este ejercicio.

¿Depresión es igual a la ausencia de voluntad?

La depresión es ausencia de amor, que para mí es fe y voluntad. El amor (particularmente el amor propio) es esa potencia que no se rinde al miedo.

Usualmente una persona hace una dieta por vanidad. En su libro mencionó la dieta para intentar contener/sobrellevar/aminorar la enfermedad. La depresión cambia las prioridades, ¿cuáles serían?

La depresión cambia las prioridades, las lleva a su nivel más básico, que es el dominio del propio cuerpo. Dormir a ciertas horas, comer lo suficiente, levantarse, desplazarse. Hay una suerte de victoria épica en las cosas más simples. Cuando no logras pararte de la cama porque físicamente no puedes, la vanidad es sólo un agregado innecesario.

¿Qué cree que es lo que necesitan las personas que tienen depresión de las que los rodean?

No sé qué es lo que necesitamos, exactamente, las personas que tenemos depresión. La depresión, para mí, es una incomprensión del ser y eso también se traduce en la imposibilidad de saber cómo no ser islas. No hay fórmulas. Tal vez lo único que necesitamos es el fin de la condescendencia.

En el libro se menciona la magia. ¿en qué vale la pena creer? ¿En dónde encuentra luz?

Tampoco sé en qué vale la pena creer: cada quien halla su propio dios tutelar o su amuleto. Durante este periodo de inercia, yo hallé cierta potencia en la rabia. Lo digo en el libro: durante esos días era lo único que me mantenía despierta. Pero no hay un truco que funcione de forma definitiva. Cuando el truco se te revela dejas de ver la magia. Entonces tienes que buscar de nuevo algo que te sorprenda.

¿Cómo se vive el amor desde la depresión?

El amor desde la depresión se vive del mismo modo en que los cuerpos inertes experimentan su inercia: como una imposibilidad. En la depresión carecemos de amor, que es la fuerza capaz de imprimir o cambiar el movimiento. Lo que queda, entonces, es algo que viene de nosotros los inertes: una resistencia a modificar nuestro estado.

Cuál sería el mejor regalo/comportamiento/acompañamiento de quien la ama cuando usted se encuentre pasando por un día de inercia inclemente.

Es curioso: yo misma no sé cómo comportarme frente a aquellos que amo y que también viven los días de inercia. Tal vez el mejor regalo sea el abandono de la condescendencia, la aceptación de la propia ignorancia o torpeza, el no ahondar en los intentos de domesticación. Tenemos una crisis de la sensibilidad: no queremos dejar que los demás sientan, queremos negar su dolor. Eso puede ser noble, pero en verdad es egoísta. No necesitamos ser salvados.

 

Por Laura Camila Arévalo Domínguez- @lauracamilaad

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