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Los escolios de don Nicolás

Una selección de las citas sobre las que construyó una obra por la que es considerado, más en Europa que en Colombia, un pensador de talla mundial.

Mauricio Botero Caicedo *Especial para El Espectador
08 de junio de 2013 - 09:00 p. m.
 Gómez Dávila nació en Bogotá el 18 de Mayo de 1913 y murió el 17 de mayo de 1993. Aquí en su biblioteca.  / Archivo - El Espectador
Gómez Dávila nació en Bogotá el 18 de Mayo de 1913 y murió el 17 de mayo de 1993. Aquí en su biblioteca. / Archivo - El Espectador

Se acaban de cumplir cien años del nacimiento de Nicolás Gómez Dávila, posiblemente la mente más lúcida que ha tenido este país. En homenaje a su memoria, es oportuno repasar algunos de los escolios de este insigne intelectual. El escolio es ‘una nota que se pone a un texto para explicarlo’, pero como el mismo Gómez Dávila aclara, “El lector no encontrará aforismos es estas páginas. Mis breves frases son los toques cromáticos de una composición pointilliste”. En una de las pocas citas textuales en sus libros, el autor de los escolios escoge una frase de “El Quijote: “!Oh! Pues si no me entienden – respondió Sancho – no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates”:

 - Cuando las codicias individuales se agrupan, acostumbramos bautizarlas nobles anhelos populares.   
- Reformar la sociedad por medio de leyes es el sueño del ciudadano incauto y el preámbulo discreto de toda tiranía. La ley es forma jurídica de la costumbre o atropello a la libertad.   
-La plétora de leyes es indicio de que ya nadie sabe mandar con inteligencia. O de que nadie sabe ya obedecer con libertad.   
-Una estupidez no deja de serlo porque haya quien muera por ella.   
-Ni la elocuencia revolucionaria, ni las cartas de amor, pueden leerse por terceros sin hilaridad.   
-Al demócrata no le basta que respetemos lo que quiere hacer con su vida; exige además que respetemos lo que quiere hacer con la nuestra.   
-Un destino burocrático espera a los revolucionarios, como el mar a los ríos.   
-Los palacios no se abrasan siempre que las chozas se incendia, pero el fuego que consume palacios abrasa chozas.   
 -Ni desconozcamos los méritos del autor subalterno, ni perdamos el tiempo en leerlo.   
-Pensando abrirle los brazos al mundo moderno, la Iglesia le abrió las piernas.   
- La felicidad del rico es el castigo del pobre envidioso.   
-El mundo moderno nos obliga a refutar tonterías, en lugar de callar a los tontos.   
-Revolución es el periodo durante el cual se estila llamar “idealistas” los actos que castiga todo código penal.   
-Las decisiones despóticas del Estado moderno las toma finalmente un burócrata anónimo, subalterno, pusilánime, y probablemente cornudo.   
 -Ser útil a la sociedad es ambición, o excusa, de prostituta.   
-La importancia de un acontecimiento es inversamente proporcional al espacio que le dedican los periódicos.   
-Los reaccionarios contemplamos las claudicaciones de la izquierda con la misma fruición malévola que los anticlericales del pueblo los deslices del cura.   
-La civilización no mora sino en casas solariegas. En aulas universitarias se muera del frío.   
-Indignado con el burgués que “tranquiliza su conciencia” dando limosna de su propio peculio, el católico de izquierda se propone hacerlo abnegadamente repartiendo el peculio ajeno.   
 -Los que propones abolir la alienación del hombre, cambiando la estructura jurídica de la economía, recuerdan al que resolvió el problema de su infortunio conyugal vendiendo el sofá del adulterio.   
-El acto de despojar de sus bienes a un individuo se llama robo, cuando otro individuo lo despoja. Y justicia social, cuando una colectividad entera lo roba.   
 -Sus libertadores le han forjado más cadenas a la humanidad que sus verdugos.   
-  El capitalismo es abominable porque logra la prosperidad repugnante vanamente prometida por el socialismo que lo odia.   
- El volumen de aplausos no mide el valor de una idea. La doctrina imperante puede ser una estupidez pomposa. Tan trivial reparo suele escapar, sin embargo, al espectador amedrentado.   
- Se acostumbra pregonar derechos para poder violar deberes.   
- En el Estado moderno las clases con intereses opuestos no son tanto la burguesía y el proletariado como la clase que paga impuestos y la clase que vive de ellos.   
- Le basta al gobernante actual proclamarse de izquierda para que todo le sea permitido y todo le sea perdonado.   
 - Cuando definen la propiedad como función social, la confiscación se avecina; cuando definen el trabajo como función social, la esclavitud se acerca.   
- A medida que el Estado crece, el individuo disminuye.   
- Cuando se deje de luchar por la posesión de la propiedad privada se luchará por el usufructo de la propiedad colectiva.   
- Mientras más grandes sean los problemas, mayor es el número de ineptos que la democracia llama a resolverlos.   
- La sensibilidad moderna, en lugar de exigir la represión de la codicia, exige que suprimamos el objeto que la despierta.   
- Patrocinar al pobre ha sido siempre, en política, el más seguro medio de enriquecerse.   
- Al pueblo no lo elogia sino el que se propone venderle algo o robarle algo.   
- Habiendo promulgado el dogma de la inocencia original, la democracia concluye que el culpable del crimen no es el asesino envidioso, sino la víctima que despertó su envidia.   
- El político necesita convencer al pueblo de que todos los problemas son “sociales”, para poder esclavizarlo.   
- Los pronósticos de Marx fallaron, los de Burke se cumplieron. Por eso unos pocos leen a Burke y media humanidad venera a Marx.   
- Lejos de ser todas respetables, casi todas las opiniones merecen ser irrespetadas.   
- Los críticos patriotas les inventa genios a las literaturas pobres. Nada daña más el gusto que el patriotismo.   
- El historiador democrático enseña que el demócrata no mata sino porque sus víctimas lo obligan a matarlas.   
- En un siglo donde los medios de publicidad divulgan infinitas tonterías, el hombre culto no se define por lo que sabe sino por lo que ignora.   
- La política sabia es el arte de vigorizar la sociedad y de debilitar el Estado.   
- El tonto instruido tiene más ancho campo para practicar su tontería.   
- Los medios actuales de comunicación le permiten al ciudadano moderno enterarse de todo sin entender nada.   
- La literatura contemporánea parece una algarabía de eunucos en celo.   

Por Mauricio Botero Caicedo *Especial para El Espectador

 

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