El Magazín Cultural
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“A los franceses nos tratan mal en Cannes”: Benoit Jacquot

El director Benoit Jacquot habla de sus inicios y su posición hoy frente al cine.

Camila Builes
30 de septiembre de 2015 - 04:05 a. m.

“Tengo la suerte de ser francés, es decir, nací en un país en el que el cine tiene mucha importancia. Desde muy temprana edad fui puesto en presencia del cine, de las películas, de lo que sucedía en ese mundo. Cuando era adolescente apareció en Francia la Nouvelle Vague (Nueva Ola) y me impresionó tanto, recuerdo que me quedaba toda la noche pensando en esas películas que desafiaban todo, incluso a mí mismo. Quedé pasmado ante tanta belleza y decidí hacer parte de eso. Decidí ser cineasta”.

Francia, 1958. Un grupo de cineastas franceses reaccionaron contra las estructuras que el cine francés imponía hasta ese momento y postularon como máxima aspiración, no sólo la libertad de expresión, sino también libertad técnica en el campo de la producción fílmica. Nouvelle Vague se convirtió en un movimiento de realizadores que proponían películas que se caracterizaban por su espontaneidad, con grandes dosis de improvisación, tanto en el guión como en la actuación; con iluminación natural, siendo rodadas fuera de los estudios y con muy poco dinero, pero rebosantes de entusiasmo, atravesadas por el momento histórico en todas las tramas. Las narrativas solían ser cantos a la plenitud de la vida, el deseo de libertad como valor central en todas sus dimensiones, y un nuevo modo de asumir la adultez desde la óptica de un espíritu joven.

Toda esta nube de rebeldía, todas esas películas baratas y cargadas de energía y vida inspiraron a Benoit Jacquot, uno de los cineastas franceses más importantes de nuestra época, a hacer cine. Un cine que se caracteriza por su profunda mezcla estética: sus películas frecuentemente combinan elementos de narración clásicos con otros mucho más modernos, casi experimentales. Alterna con gran fluidez y el mismo éxito, rodajes de blockbusters con producciones más íntimas.

Es sábado, hace calor en Bogotá. Benoit está en la ciudad en el marco del Festival de Cine Francés en Colombia. Es el invitado de honor. Me recibe en una de las salas de un hotel de la ciudad, la habitación está enchapada en terminaciones doradas, está llena de libros de arte. Cuando me ve entrar se levanta de la silla y se presenta; entiendo su nombre porque lo he leído tantas veces como ha sido posible. Es alto —más de lo que pensaba—, huele a tabaco: agrio, grave. “Ya ves —dice—, nunca tuve que enfrentarme a ningún obstáculo para ser cineasta. Lo único que realmente tuve que enfrentar fue a mí mismo”.

Inició su carrera cinematográfica en 1965, como asistente de Bernard Borderie y luego de Marguerite Duras. Es autor de más de 20 películas. Realizó su primer largometraje, L’Assassin musicien (El músico asesino) en 1975, y un año más tarde volvió con Enfants du placard (Niños del armario), donde confirmó su estilo minimalista. Benoit Jacquot trabaja de un modo discreto y sin alardes. Acaba de presentar su última película, Le Journal d’une femme de chambre (Diario de una camarera), adaptación de un libro escrito por Octave Mirbeau, publicado en 1900 y del que se han hecho otras dos versiones para el cine, una por Jean Renoir y la otra por el español Luis Buñuel. “Nunca había leído la novela en la que estuvieron inspiradas estas dos películas, y al leerla pensé que una tercera película era posible, porque se había hecho dos veces por grandes cineastas, muy diferentes la una de la otra, entonces la mía podría llegar a ser igual de diferente e interesante también”, dice a propósito de la película que se proyectó por primera vez en Colombia el 26 de septiembre.

Es cauteloso en sus respuestas. Mesurado. El traductor tiene tiempo para pensar las palabras en español. Le pregunto acerca de los festivales, de los premios. Se acomoda en su asiento: “Me parece que la importancia de los festivales de cine es demasiado grande, más de lo que debería. Lastimosamente, a pesar de esto son necesarios. Pero son vitrinas y tan pronto las vitrinas sólo quieren ganar dinero para la tienda destruyen el producto.

“Todas mis películas son mostradas en festivales. Trato de mostrar lo menos posible en Cannes, porque es un festival francés y a los franceses nos tratan muy mal en Cannes. La organización del festival y la selección se hacen en Francia, las películas francesas se vuelven los actores de un psicodrama espantoso. Tres meses antes todos los directores, actores y productores sólo tienen una pregunta: ir o no a Cannes, y ese no es un debate cinematográfico.

“Me parecen bien los premios, me divierten, pero para mí no tienen mucha importancia. Por ejemplo, en los Óscares ningún director importante ha recibido uno; sólo al final de su vida para honrar su carrera. Por ejemplo, uno de los más grandes del cine del siglo pasado fue Cary Grant, y nunca recibió un Óscar, sólo al final de su vida por su obra en general. Alfred Hitchcock para mí es uno de los más grandes artistas de la era, y nunca recibió un Óscar, sólo al final de su vida. Y muchos más”.

Hablamos acerca de lo nuevo del cine: películas que se hacen con celulares y mantienen una calidad narrativa digna de proyectarse en las salas. “Si yo tuviera 20 años hoy, haría películas con un celular porque eso acorta la brecha entre las grandes técnicas de producción y las buenas ideas. Y las buenas ideas son las que mantienen a este mundo girando”.

Por Camila Builes

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