Los olvidados

Philipp Blom, invitado al Hay Festival de Cartagena 2013, dice que todos los historiadores tienen una vocación política. / Archivo particular

Existe entre los muertos algo parecido a un mercado de la reputación. Muchos, a pesar de lo que hicieron en vida, de ser valerosos guerreros de cuerpo o de ideas, no dejaron su impronta en la posteridad y se desvanecieron para la memoria de las generaciones futuras. El historiador Philipp Blom, creador de numerosos libros de ensayo y amante ferviente del siglo XVIII, empezó a darse cuenta en sus pesquisas de que, en el mercado de valores del presente, las memorias de Denis Diderot y el barón Paul Thiry d’Holbach habían caído en picada. Y por el contrario, algunos de sus contemporáneos y compañeros de discusiones en los salones de París, como Rousseau y Voltaire, gozaban de reputación y, habiendo sobrevivido al olvido, influenciaban a académicos y aún eran traducidos para que los chicos del colegio los leyeran como libros obligados.

“Al barón D’Holbach no lo recuerda nadie, aunque haya liderado uno de los salones en donde se reunían los intelectuales de más peso de la Ilustración y haya publicado los primero libros ateos de su tiempo, y a Diderot la gente lo recuerda como el autor de la Enciclopedia, reduciendo a este maravilloso y complejo pensador a recolector de artículos, algo que siempre odió siquiera imaginar”, explica Blom, quien está convencido de que los historiadores tienen siempre una vocación política, pues son “los que cuentan la historia, los que deciden qué poner y qué dejar por fuera”.

Blom quiso entonces averiguar por qué estos dos hombres no habían tenido buenos postores en las versiones más predominantes de la historia y, en consecuencia, por qué sus formas de entender el mundo no estaban tan presentes en el repertorio de nuestras ideas.

Metido entonces en los misterios de entender el ingrato paradero de estos dos hombres que hicieron parte de los radicales de la Ilustración, Blom se fue a París y se lanzó en busca de la casa en donde tenía lugar ese famoso salón del barón de D’Holbach. Luego intentó también dar con el sitio en donde estaban enterrados los cuerpos de estos dos pensadores que se propusieron como deber convencer a sus contemporáneos de que no había Dios, ni vida después de la muerte, y que no había nada de lujuria y orgullo en reivindicar el deseo y la razón. Encontró que ambos yacen en tumbas anónimas y que incluso el párroco de la iglesia niega que D’Holbach, semejante ateo, haya recibido santa sepultura.

“El siglo XVIII, y la Ilustración toda, es un período muy interesante porque es un momento en el que el mundo verdaderamente cambió, y ese cambio, como muchas veces sucede, empezó con una cosa pequeña: un libro. La Enciclopedia tiene tremendas implicaciones para nosotros. En sus páginas el mundo no fue ordenado por las jerarquías de un rey o un dios, sino por la democracia del alfabeto, en donde cada letra tiene su lugar; pero, además, la gente olvida que este libro fue escrito en tiempos de tremenda censura, así que Diderot y sus compañeros tuvieron que reseñar entre líneas muchas cosas acerca del gobierno, de la inutilidad de la aristocracia y la religión”.

Esta pesquisa, consignada en su libro Gente peligrosa (Anagrama), este redescubrir de Diderot y D’Holbach, es de alguna manera una pregunta que lanza Philipp Blom por el presente. Una pregunta por las génesis de nuestro modo de sociedad y un intento por desvelar qué pasó con esas ideas que pudieron cambiar el mundo, pero que a la postre fueron derrotadas por otras que cuajaron y resignificaron el futuro y, por tanto, dieron forma a nuestro presente. “¿Por qué los restos de Voltaire y Rousseau descansan en el principal santuario secular de la República Francesa”, pregunta Blom, “si la sociedad defendida por Rousseau se basaba en la manipulación ideológica, la represión política, la violencia y en una filosofía de la culpa?”.

Este viaje apasionante de más de 400 páginas, en el cual el lector acompaña a Blom por un mundo de amistades y lealtades, de pugnas intelectuales y políticas, nos lleva a lamentar que algunas de las propuestas de Diderot, como aquella de que una duquesa no tiene más derecho a la felicidad que un humilde campesino, no se hayan multiplicado.

Para no perderse este jueves en el Hay Festival de Cartagena

U. Jorge Tadeo Lozano

10:30 - 11:30 a.m. A.C Grayling, sobre ‘El buen libro. Una biblia humanista’. 

12:30 - 1:30 p.m. Katie Hickman, sobre ‘Viajando con el circo’. 

3:30 - 4:30 p.m. Antonio Colinas, sobre poesía. 5:30 - 6:30 p.m. Carlos Granés, sobre los retos culturales contemporáneos. 

7:30 - 8:30 p.m. Javier Cercas, en conversación con Guido Tamayo.

Teatro Adolfo Mejía

12:30 - 1:30 p.m. Álex de la Iglesia en conversación con Roberto Pombo. 

3:30 - 4:30 p.m. “Fútbol y literatura”. Con: Eduardo Sacheri, Daniel Titinger y Daniel Samper Ospina. 

5:30 - 6:30 p.m. Colum McCann, en conversación con Jonathan Bastian. 

7:30 - 8:30 p.m. “Investigaciones periodísticas”. Con: Juanita León, Pirry, María Teresa Ronderos y Daniel Samper Pizano. Modera: Jaime Abello.

Centro de Cooperación Española

3:30 - 4:30 p.m. “Historias comprometidas”. Con Elsa Osorio, Eugenia Rico y Mario Mendoza. Modera: Camilo Jiménez. 

5:30 - 6:30 p.m. “Impunidad”. Con: Luisa Valenzuela, Gioconda Belli, Carlos Vásquez-Zawadzki y Sergio Ramírez. Modera: Jorge Espinosa. 

7:30 - 8:30 p.m. “Gabo en La Guajira”. Con: Juan Gustavo Cobo Borda y Luz Mary Giraldo. Modera: Weildler Guerra.

Unibac (Bellas Artes)

2:30 - 4:30 p.m. “Bienvenidos a nuestra guerra”. Proyección de la obra de teatro ‘The Two Worlds of Charlie F.’ 

5:30 - 6:30 p.m. Narda Lepes en conversación con Sergio Vilela. 

7:30 - 8:30 p.m. “La vida doble”. Arturo Fontaine en conversación con Juan Gabriel Vásquez.