El Magazín Cultural
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Mamapacha que todo lo das

“Somos granos de maíz / de una misma mazorca / Somos una sola raíz / de un mismo camino”. Thaayrohyadi, Nación Otomí (México)

Ángela Martín Laiton
16 de agosto de 2015 - 11:51 p. m.

¿De qué cuidado del mundo hablan ustedes? Nosotros no podemos entenderlo. ¿Entendieron que le debemos la vida al agua? ¿Por qué cagan a diario en ella?, me interpeló esa tarde el abuelo de una comunidad indígena del país, ahí sentado, mascando coca, mirándome con tranquilidad pero con la palabra certera. Antes preguntó a los abuelos, luego me dio la palabra, porque primero fue el pensamiento.
 
Llamamos tierra a todo lo que nos rodea y está afuera de nosotros, contemplamos el planeta desde una mirada ajena, es un ente externo que nos provee de lo que necesitamos para vivir, pero al que no le damos más retribución que nuestra basura. No pude dejar de pensar en las palabras que me regaló el abuelo esa tarde. Cada mañana, tomando el vaso de agua que me recomendó como primer alimento del día, tomo un sorbo y pienso en lo que significa el agua para cada una de las personas que madrugan esa mañana, para las que lo harán más tarde, otro sorbo y pienso en la ducha diaria de millones de personas, otro más y van los ríos por mi mente, los pienso sobreexplotados, maltratados, destruidos.
 
El 1º de agosto de cada año el mundo inca fertiliza la tierra con alimentos, con chicha, con danza. Celebra las bondades que Pachamama traerá para sus hijos en la temporada de fertilidad que se acerca, fecundar la tierra, retribuirle en ofrendas porque amablemente nos cobija, nos alimenta, nos hace parte de ella. En la cosmovisión de los pueblos originarios esta es una de las principales premisas con las que defienden el territorio, porque no hay humanidad sin Pachamama, porque hacemos parte de ella y no podemos hacer una lectura de nuestra vida sin repasar la de todo lo que habita la tierra con nosotros.
 
Pachamama es una figura femenina que engendra universalidad. Cada vez que se va a sembrar o cosechar se cava un hoyo en el que se depositan las ofrendas, corpachar para hacer retribución, agradecimiento a la madre por dar de comer a sus hijos. A nosotros, hijos de la tierra, habitantes de sus montañas, llanuras, selvas y lugares que devastamos y destruimos a diario con la ambición disfrazada de excusas, nunca sus regalos nos fueron suficientes, siempre pedimos más, arrebatamos todo porque a la hora de su explotación nos pertenece, pero nunca para agradecer, cuidar y proteger.
 
Me pregunto todos los días qué tiene que ver este mundo que desde Occidente se erigió en torno al desperdicio, la mala utilización de los recursos y la explotación de todo con el desarrollo. Hago parte de la contaminación, me lo digo a diario, cuando veo mezclarse al agua con el jabón, cuando destapo indiscriminadamente todos los empaques de lo que necesito, incluso mientras escribo esta columna conectada a mi computadora. Nos inventamos insultos para con los otros, creímos que nombrarlos indios, primitivos o negros era una forma de degradarlos, y ellos desde sus costumbres, desde la lucha diaria que llevan por más de quinientos años en defensa de la vida, de Mamapacha, del fuego, el aire y el agua, con su dignidad infinita nos siguen diciendo: Resistimos su desarraigo, sus masacres y su odio con la vida como bandera, con la defensa de nuestra madre que nos ha mantenido vivos, incluso después de las mil muertes que nos intentó dar el avance de su civilización.

Por Ángela Martín Laiton

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