El Magazín Cultural

“Memorias del mundo campesino”

A través de esta muestra, que estará abierta al público hasta el próximo año, el Museo Nacional recrea las experiencias de los colombianos que, hace más de medio siglo, tuvieron la posibilidad de educarse gracias a las escuelas radiofónicas.

Lizeth Cadena C., Especial para El Espectador
07 de julio de 2015 - 04:08 a. m.
Libardo Sánchez, historiador del Museo Nacional, Ismael Prieto, quien se educó con Radio Sutatenza e imágenes de la exposición “Memorias del mundo campesino”, que se exhibe en el Museo Nacional. / Lizeth Cadena
Libardo Sánchez, historiador del Museo Nacional, Ismael Prieto, quien se educó con Radio Sutatenza e imágenes de la exposición “Memorias del mundo campesino”, que se exhibe en el Museo Nacional. / Lizeth Cadena

En 1947, un radio y un transmisor artesanal fueron el comienzo de una aventura que llevó al padre José Joaquín Salcedo a la creación de Acción Cultural Popular (ACPO), Radio Sutatenza y las escuelas radiofónicas, todo con un solo objetivo: ayudar a la educación de los colombianos nacidos en zonas rurales. Como una grata coincidencia, un radio también se convirtió en el inicio de una investigación que culminó en “Memorias del mundo campesino”, una exposición que presenta el Museo Nacional y en la cual se recogen las vivencias y emociones de quienes tuvieron la posibilidad de formarse gracias a este tipo de pedagogía.
 
“La idea surgió de un radio que nos dio Acción Cultural en  2012. Comenzamos a hacer una búsqueda junto con entrevistas y recibimos más donaciones por parte de esta organización. Cuando nos dimos cuenta, teníamos todo el material necesario para montar la exhibición”, asegura Libardo Sánchez, historiador del Museo Nacional.
 
Allí se recrean esos años en los que niños, mujeres y hombres descubrieron una vida que iba más allá de su vereda. El visitante se encontrará con objetos que hicieron parte de esta experiencia, como cartillas, fotos testimoniales y el legendario periódico El Campesino, el cual contenía separatas que ayudaban a complementar lo visto en las clases.
 
Otra dimensión en la que el público podrá ver, sentir, leer y además escuchar, pues durante el recorrido oirá algo de lo que fue la programación de Radio Sutatenza. “Tenemos cinco audios que se repiten constantemente, con lecciones como la letra f o la elaboración de un queso, afirma Libardo. Estos fueron tomados de un disco editado por la biblioteca Luis Ángel Arango y Radio Nacional”.
 
Radio formadora de héroes 
 
Cerca de 4 millones de personas se vieron favorecidas con las escuelas radiofónicas, siendo este un modelo pionero en la educación a distancia e inclusión de la mujer y el campesino al mundo académico. Uno de sus beneficiarios fue Ismael Prieto, un hombre que gracias a la labor de ACPO se convirtió en un líder para la comunidad y logró graduarse como administrador de empresas. 
“Yo vivía en la vereda El Hato en Sesquilé, Cundinamarca. Estoy hablando de la década de 1950. Tiempos en los que no sabíamos qué era un carro, no contábamos con el servicio de luz y la escuela estaba a dos horas. Por ese entonces el párroco Julio Forero hablaba de la educación radiofónica y nos decía que en la casa cural podíamos comprar un radio. Por allá en 1956 mi papá decidió adquirir uno para la familia. En la casa únicamente teníamos una mesita y ahí lo colocamos. ¡Claro! Merecía un lugar privilegiado porque era especial. El sacerdote nos había dicho que debíamos encenderlo a las seis de la tarde para rezar el Santo Rosario. Luego de eso venían unas clases dizque para aprender a leer y escribir.
Al principio todo se dificultó porque el profesor locutor indicaba cuestiones que no entendíamos. Decía: “lean la lámina uno, escriban en el tablero con la tiza”, pero nosotros no teníamos nada de eso, ni sabíamos qué era una tiza.
 
Un día el párroco invitó a los dueños de los radios a una reunión. Allí les dijo que a cada hogar que formara una escuela le iba a dar cuadernos, lápices, un tarro de barniz verde oscuro para hacer el tablero y unas láminas que contenían las vocales, el abecedario, los números, etc. Me acuerdo que esa mañana mi papá llegó fatigado, pero muy contento, porque llevaba todo lo que necesitábamos.
 
Mi padre no sabía leer ni escribir, pero nos empujaba a que hiciéramos lo que decía el maestro. Nos echaba fuete si a diario no avanzábamos. Conocimos no sólo la gramática y las matemáticas, también aspectos cotidianos como el aseo, llevar las cuentas del hogar y producir con la tierra y los animales. Quienes seguían con juicio las clases, fácilmente podían validar la primaria.
En 1970 llegó una santandereana, Ana Vicenta Vera, líder campesina. Ella me dijo que reunía las capacidades para hacer un curso en Sutatenza, Boyacá. Me pareció buena idea y me fui. Yo no sabía que además de la radio, Acción Cultural contaba con institutos que también se encargaban de enseñar. De allí salían los futuros guías de otras escuelas radiofónicas. Yo me convertí en uno de ellos y tuve la oportunidad de recorrer el país dando mis conocimientos a más y más personas.
 
Recuerdo que Acción Cultural Popular incentivaba la escritura a través de la correspondencia. A nosotros nos pedían realizar cartas y enviárselas. Una de las misiones de ellos era responderlas todas. Se sentía una felicidad muy grande cuando se recibía un mensaje de respuesta. Era bonito saber que para alguien uno era importante”.
 
En 2008 ACPO dio su archivo a la biblioteca Luis Ángel Arango, en el que se encontraban más de un millón de cartas. Dentro de la investigación que hizo el Museo Nacional, revisó algunas de ellas y tomó frases que valía la pena que los asistentes leyeran. Estas se encuentran en las paredes que sostienen la exposición y son una huella de la gratitud, preocupaciones y anhelos de familias y pueblos.
 
Debido a la gran aceptación del público es probable que esta exposición crezca, pues además de lo que se presenta en esta sala, el Museo Nacional cuenta con otros objetos, como cuadernos en los que la gente anotaba sus lecciones y el primer boletín que escribió el padre Salcedo (realizaba uno cada semana para informar cómo iba la labor en todo el país).
“Memorias del mundo campesino” estará abierta a los colombianos hasta el próximo año y la entrada es gratuita. Una oportunidad única de sorprenderse con el trabajo de una fundación que le enseñó al campesinado que podía levantar la cabeza y sentirse orgulloso, y conmoverse con el relato de quienes aprendieron que los únicos esclavos son los ignorantes. 

Por Lizeth Cadena C., Especial para El Espectador

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