El Magazín Cultural

Mi nombre era Moore, Roger Moore

A los 89 años murió ayer Roger Moore, debido a un cáncer. Ya había vencido varias enfermedades, como la neumonía, un cáncer de próstata y la diabetes.

Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm
24 de mayo de 2017 - 02:02 a. m.
Mi nombre era Moore, Roger Moore

Fue Simon Templar, El Santo, en los años 60, y como El Santo comenzó a meterse en las casas de los televidentes durante varios años todas las noches. Sonreía siempre, como le había dicho su primer agente que lo hiciera, “No eres muy bueno, así que intenta sonreír cada vez que puedas”, y trataba de mantenerse impecablemente peinado, aun después de las peleas con sus enemigos, que eran los enemigos de Gran Bretaña. El Santo se iniciaba con un dibujo infantil a tiza, que iba apareciendo en la pantalla y que al final remataba con una aureola. Roger Moore se involucró en aquel cabezote.

Luego, en 1972, cuando empezó a ser James Bond, el agente 007 creado por Ian Fleming, su sonrisa y su peinado se mantuvieron intactos. Su interpretación fue la cara opuesta de la que había vuelto inmortal al escocés Sean Connery. Connery era serio, intrépido, vehemente. Moore, irónico y humorista, una consecuencia de las tiras cómicas que tanto le agradaban. Con él, las taquillas se multiplicaron, aunque los críticos dijeran que con él, el James Bond de Fleming había desaparecido. Pese a los comentarios de la prensa especializada, Moore trabajó en vario filmes como Bond.

El carácter que demostraba en sus películas no era muy alejado de lo que realmente lo constituía como persona. A sus 18 años, poco antes de finalizar la guerra, fue enfilado para prestar servicio militar. El esfuerzo, que siempre fue parte de sus características, lo llevó a ser oficial y eventualmente capitán. No obstante, para el resto de sus interpretaciones lo único que le quedó de ese momento de su vida fue su cuerpo bien formado y las pocas ganas de guerra, porque, aunque su carácter fuese de piedra en la mayoría de sus películas, él no abandonaba su manera de buscar la equidad en ellas.

Roger Moore había nacido en Londres en 1927 y su pasión por el arte fue apareciendo en él cuando quiso ser dibujante de historietas, obteniendo su primer empleo en una revista. Posteriormente trabajó como modelo y allí empezó la llama por ser actor. Uno de sus primeros papeles fue como uno de los centuriones de César y Cleopatra en 1945.

Aunque sus primeros papeles eran interpretados para pasar en un segundo plano, sus intenciones de estar en el primero no desfallecieron. Si sus primeros pasos se encaminaban para aparecer en las películas, el retroceso que tuvo que hacer fue lo que le dio el reconocimiento. En 1958 estuvo en la televisión interpretando al héroe de la serie Ivanhoe , demostrando con este papel la valentía de un hermoso caballero y la honradez hacia la humanidad, algo que no sólo era característico de su papel, sino de su vida como tal.

Para los años 60 las pantallas de televisión no tenían muy buena definición y entre la titilación de la señal lo que aparecía para dar un paso firme hacia el reconocimiento eran los ojos pícaros acompañando una sonrisa formal y un cabello intacto de Simón Templar en la serie El Santo. Con esta serie empezaron a aparecer sus primeros fans. Templar era un hombre rico, apuesto, sofisticado y culto que decidió transformarse en un Robin Hood moderno y luchar sin tregua en favor de los débiles; aunque a veces, para hacer triunfar la justicia tenía que emplear métodos poco ortodoxos. Esto le dio a Moore las ganas de seguir creando personajes que, aunque fueran ya interpretados por otros, no dejaban de ser propios, siendo reconocidos por otros productores que lo llevarían más adelante a estar en la pantalla grande.

Antes de que se acabara la serie, alternamente grababa la película Crossplot, en la que interpretó a Gary Feen, un buscador de talentos para una agencia de modelos londinense. Aunque esta vez pudo demostrar de nuevo la versatilidad que podía tener como actor, las críticas no se demoraron.

Pareciese ser para ese entonces que el cine quería cerrarle las puertas, aunque él no se diera cuenta. De nuevo y sin querer marcharse, la sonrisa aparecía para estar en la serie The Persuaders, esta vez junto con Tony Curtis, personificando a dos playboys internacionales. Otra vez Roger Moore demostraba todo lo que podía dar, por lo menos alcanzando a ser el actor de televisión mejor pago del mundo, obteniendo un millón de libras por su trabajo.

La inmortalidad de su vida como actor fue, después de muchos intentos y esta vez en la pantalla grande, en la década de los 70. Exactamente en 1973 fue elegido para interpretar el agente 007, James Bond, en Vive y deja morir. Aunque las comparaciones fueron múltiples por el anterior 007, algunos de sus fans se unieron para apoyar a Moore en su rol de Bond, gracias a la interpretación tan impecable que tuvo en El Santo.

“Me encantaría ser recordado como uno de los mejores Rey Lear o Hamlet de la historia. Pero, ya que no va a ocurrir, estoy bastante contento de haber sido Bond”.

Después de abrir las puertas en Bond, logró estar en otras películas de la saga, como El hombre de la pistola de oro (1974), La espía que me amó (1977), Moonraker (1979) Sólo para tus ojos (1981), Octopussy (1983) y Panorama para matar (1985).

En 1983, durante un viaje a India para el rodaje de una de sus películas, tuvo de frente una situación extrema de pobreza, lo que lo llevaría a interesarse en la ayuda a los países del tercer mundo. Así se convirtió años más tarde, en 1991, en Embajador de Buena Voluntad.

El hombre que permaneció durante años delante de las pantallas con las armas arriba, tuvo que bajarlas esta vez para siempre. Con 89 años, el actor murió ayer debido a un cáncer. Moore ya había vencido varias enfermedades, como una neumonía que lo atacó a los cinco años y una operación por cáncer de próstata en 1993. En 2003 le colocaron un marcapasos y en 2013 le diagnosticaron diabetes.

Por Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm

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