El Magazín Cultural

Las mujeres de Woody Allen

Diane Keaton, Penélope Cruz y Dianne Wiest han sido las apuestas del cineasta para crear grandes personajes femeninos.

Nicolás Pernett
05 de marzo de 2014 - 03:00 a. m.
Cate Blanchett durante la entrega de los Premios Óscar, el 2 de marzo. / AFP
Cate Blanchett durante la entrega de los Premios Óscar, el 2 de marzo. / AFP
Foto: AFP - Frazer Harrison

Woody Allen ha demostrado repetidamente su maestría a la hora de escribir papeles para mujeres y de dirigir a las mejores actrices del momento para encarnarlos, y el resultado han sido personajes mucho más variados y ricos que los masculinos, quienes suelen ser en sus películas alguna variación del mismo prototipo del aspirante a artista, neurótico y risible, que es atropellado por el absurdo de la vida.

Este año el director neoyorquino nos deslumbró con su personaje Jasmine French, la desequilibrada y arribista protagonista de la película Blue Jasmine, y por cuya interpretación la actriz australiana Cate Blanchett ganó el Premio Óscar de la Academia a la mejor actriz en 2013. Con una increíble intensidad interpretativa, Blanchett lleva al espectador en un viaje agotador de hora y media a través de la compleja mente de una mujer burlada y súbitamente empobrecida que intenta mantener su porte a pesar de estar desmoronándose internamente. Con esta actuación Blanchett arrasó con todos los premios habidos y por haber en el mundo de Hollywood: se llevó el Globo de Oro, el Bafta, el del Sindicato de Actores y el premio de la crítica. Con el galardón del pasado 2 de marzo, la actriz de 44 años completó seis nominaciones y dos óscares en su carrera, y no será sorprendente que en un par de décadas llegue a igualar o superar el récord de las dieciocho nominaciones y tres premios de Meryl Streep, con quien ha sido comparada.

Pero la hermosa Cate Blanchett no ha sido la única actriz que ha logrado destacarse en los premios de la Academia gracias a una película de Allen. La también hermosa Diane Keaton fue la primera de sus “musas” que se llevó la estatuilla dorada, por su actuación en Annie Hall, de 1977. Aunque Allen no suele asistir a la entrega de estos premios ha ganado cuatro de ellos, y en la edición de 1978 su película Annie Hall fue la que se llevó los máximos galardones. Fue esta película la que le dio el primer gran éxito a la vez de crítica y taquilla, y la que consolidó a Diane Keaton (que ya era conocida por una película por completo diferente: El padrino) como la “novia de América”.

Después de haber trabajado con Allen en la mayoría de sus películas cómicas de los tempranos años setenta, en las que demostró ser una cara bonita capaz de hacer reír, Keaton se calzó a la perfección el papel de Annie Hall, escrito por Woody Allen expresamente para ella, como una joven e insegura cantante que vemos crecer a lo largo de la película hasta convertirse en una mujer independiente y exitosa que abandona Nueva York y a Alvy Singer (Woody Allen) para triunfar en Los Ángeles.

La actuación de Keaton no sólo enamoró a los miembros de la Academia sino a toda la legión de seguidores de Woody Allen, quienes todavía la vemos como la mejor compañera en la pantalla del genial comediante. Después de Annie Hall, Keaton también trabajó con Allen en otras películas en las que pudo demostrar su capacidad para interpretar papeles dramáticos, como Interiores y Manhattan.

En esta última película vimos a Allen igualmente acompañado de otras dos grandes actrices en dos de los estereotipos femeninos típicos del autor: Meryl Streep como la exesposa rencorosa que revela los secretos de su exmarido, y la jovencita Mariel Hemingway como la novia adolescente del protagonista avejentado (actuación por la cual estuvo nominada al Óscar como mejor actriz de reparto). Como la vida suele imitar irremediablemente al arte, Woody Allen terminaría viviendo la misma situación de su película cuando se divorció de Mia Farrow y se involucró sentimentalmente con la adolescente Soon-Yi Previn.

La última vez que vimos a Diane Keaton como coprotagonista de una película de Allen fue en la divertida Misterioso asesinato en Manhattan, de 1993, y todavía mantenemos la esperanza de que reaparezca en una producción del director, del que todavía es buena amiga. Todo lo contrario se puede decir de la controvertida Mia Farrow, con quien Woody Allen se vinculó artística y sentimentalmente en la década de los ochenta y a la que, con seguridad, nunca más veremos en una de sus películas. Farrow no alcanzó a recibir el codiciado Óscar por ninguna de sus actuaciones con Allen, pero fue nominada al Globo de Oro por sus papeles en Alice y La rosa púrpura del Cairo. Los personajes que Farrow interpretó con Allen fueron en su mayoría mujeres lánguidas y flemáticas (tal vez como una encarnación de las fantasías de Allen con las pálidas mujeres bergmanianas), que servían de amores imposibles al personaje interpretado por el propio Allen y que rara vez resultaban divertidas, a excepción de su personaje en Broadway Danny Rose, de 1984.

Por eso se puede decir que la mejor actriz con la que Allen trabajó en la década de los ochenta no fue su compañera sentimental sino la fantástica Dianne Wiest, quien se robó el show en Hanna y sus hermanas como la hipernerviosa y polivalente “hermana problema” que, sin embargo, termina como la más feliz de las tres protagonistas. Por esta actuación, Wiest recibió el Óscar a mejor actriz de reparto en 1986, reconocimiento que repetiría en 1994 por su actuación en Balas sobre Broadway como una diva melodramática y venida a menos que enreda sentimentalmente al novato dramaturgo interpretado por John Cusack. Wiest ha sido la única actriz que ha ganado dos óscares por películas de Woody Allen, y su puesto entre las grandes del cine está asegurado con estas inolvidables actuaciones.

La siguiente visita de una de las actrices de Allen al escenario de los Óscar llegaría poco tiempo después, cuando la entonces veinteañera Mira Sorvino se ganó el premio a mejor actriz de reparto por su trabajo en Poderosa Afrodita, de 1995, en la que interpreta a una prostituta a la que el protagonista acecha después de enterarse de que es la madre biológica de su hijo adoptivo. El personaje de la prostituta es común en el universo femenino de Woody Allen y suele aparecer no sólo como el desahogo sexual del protagonista sino también como su apoyo emocional. En el caso de Poderosa Afrodita, el personaje se vio enriquecido por el toque a la vez cómico y tierno que le dio Sorvino. Desde entonces, esta actriz no ha vuelto a destacarse en nuevas producciones a pesar de haber demostrado con Allen sus grandes cualidades para la comedia.

Justamente uno de los logros de Allen como escritor de personajes femeninos ha sido presentar complejos cuadros psicológicos que a la vez hacen reír al espectador hasta tumbarlo de la silla, y sus actrices han dado la talla casi siempre. La última que había encarnado un personaje femenino de Allen con una actuación merecedora de premio de la Academia (antes de Blanchett) fue la española Penélope Cruz, que en 2008 apareció en Vicky Cristina Barcelona como la misteriosa e histérica artista celosa que termina viviendo un trío amoroso con su exesposo y la jovencita interpretada por Scarlett Johansson (quien, hay que decirlo de paso, ha sido uno de los puntos más bajos de Woody Allen a la hora de escoger actrices para sus películas). Penélope Cruz, formada en la escuela de ese otro gran escritor de mujeres como es Pedro Almodóvar, sorprendió en esta película con una actuación de carácter que hace reír y logra al mismo tiempo despertar la compasión del espectador por la mujer atormentada debajo del barniz de la comedia.

Precisamente porque en Blue Jasmine el complejo personaje femenino no da ganas de reír, sino de llorar, algunos críticos han asegurado que el director demuestra en esta obra que se ha agriado definitivamente con la vida en su vejez. Yo no lo creo. Si uno observa los personajes de Allen (hombres o mujeres) siempre han sido patéticos perdedores, pero el director ha elegido presentarlos como comedia en lugar de como tragedia (como dice su personaje en Melinda y Melinda). En esta última entrega, Allen sencillamente decidió no hacer concesiones al espectador y le presentó una mujer sin remedio ni esperanzas. Su apuesta resultó exitosa y premiada, gracias a la talentosa Cate Blanchett.

 

 

nicolaspernett@yahoo.com

Por Nicolás Pernett

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