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Giovani Sartori nació en Florencia el 13 de mayo de 1924. Un adelantado de su época que comenzó a investigar acerca de temas que parecían sacados de la manga. En 1946, Sartori se licenció en Ciencias Sociales en la Universidad de Florencia y así comenzó su carrera universitaria: fue profesor de filosofía moderna, lógica y doctrina de Estado. Impulsó la creación de la primera facultad de política en Italia y en 1971, como una muestra de rebeldía pura, fundó la Rivista Italiana di Scienza Politica (Revista italiana de ciencia política).
Sartori pudo jactarse de muchas cosas en su vida, sin embargo, una de sus principales virtudes era manejar con calidad e ironía los temas legales, sociales y políticos de la sociedad italiana. Se le veía respondiendo en entrevistas demasiado sosas con un tono burlón que le permitíal, además, transitar con elegancia por un pensamiento pesado y crítico como encima de una nube. Esto, sin embargo, no quería decir que fuera ligero en sus definiciones. Una vez contó para La Nación, de Argentina "hubiera preferido que su último libro, La carrera hacia ningún lugar, diez lecciones sobre nuestra sociedad en peligro -en el que volcaba una mirada bastante pesimista sobre el mundo actual-, hubiera tenido como título algo mucho más directo: Del homo videns al homo cretinus".
Sartori afirmó que la democracia que existe no tiene que ver con la etimología de la palabra y que no puede ser tan buena como queremos. Argumenta que es un régimen abierto y de derechos, el cual no puede separarse de la competencia electoral entre partidos y en el que los ciudadanos votan por unos y en contra de otros. Propuso que los sistemas de partidos deben estar clasificados no según el número de formaciones, o partidos, sino según criterios diferentes, introduciendo el concepto de partido relevante.
En un polémico ensayo titulado La sociedad multiétnica, Sartori puso en evidencia "los supuestos efectos deletéreos provocados por las teorías multiculturalistas" y esa crítica la realizó en nombre del pluralismo de raíz liberal. El centro del mencionado ensayo no es tanto los excesos de quienes reivindican el reconocimiento público de toda diferencia cultural como la inmigración musulmana establecida en Europa, reacia, según el autor, a los ideales democráticos de gobierno.
“Soy un superviviente de otro tiempo, uno de los últimos dinosaurios que aún creen que lo importante es intentar conseguir que se entienda un problema, y no sólo aportar nuevos comentarios y análisis”, aseguró en una entrevista.