El Magazín Cultural

No me los perdería...

Las rutas de las vacaciones me alejan, por estos días, de la ciudad a la que Carranza llamó “nuestra Ávila del mar”.

Fernando Toledo
04 de enero de 2013 - 04:00 p. m.
No me los perdería...

No asistiré, por lo tanto, a un certamen que plantea, al amparo de la arquitectura imperial de una España peregrina, la ensambladura de la Venecia de los Dogos y el Prete Rosso, del Nápoles borbónico y de Cimarosa, y de la ciudad pontificia por donde trasegó Scarlatti. De lejos, añorando el sonido surgido de la Contrarreforma que contribuyó a fraguar el talante musical de Occidente, voy a permitirme, sin embargo, señalar aquello que por ningún motivo me perdería en el VIII Festival de Música de Cartagena de Indias.

La Serva Padrona de Pergolesi es un finísimo patrón de la sonoridad dieciochesca. Las melodías diáfanas y el retozo entre lo sutil y la ironía, y tres personajes incluyendo a un mudo, dejan en claro que las damas enseñorean cualquier coyunda. Un reparto óptimo: la soprano Valentina Varriale y el bajo Umberto Chiummo, de amplio recorrido por la escena operística europea y por el mundo del disco, y un ensamble como Concerto Italiano, bajo la dirección de Rinaldo Alessandrini, su fundador, avalan una segura calidad.

El concierto inaugural en el Adolfo Mejía alude a la Roma de la época de Bernini. De nuevo con la Varriale, Concerto Italiano y Alessandrini, es otro imperdible. Además de los trabajos de tres italianos que vivieron allá, Corelli, Scarlatti y Stradella, obras del francés Muffat, discípulo de Lully, a quien influyó durante su estadía en la ciudad el propio Corelli. Notable el homenaje a otro ilustre visitante: Haendel gozó del mecenazgo de patricios romanos y escribió en la villa óperas y cantatas profanas.

El segundo concierto del mismo teatro es un must. El pianista Andrea Lucchesini, estrella de grabaciones y de salas de concierto, interpretará, para comenzar con un sugestivo contrapunto, trabajos del napolitano Domenico Scarlatti, quien sirvió en la corte madrileña, y del vanguardista Luciano Berio, cultor de la música experimental. Luego, un maestro del violín con numerosas grabaciones, Salvatore Accardo, y el cuarteto de cuerdas que conformó con sus amigos, deleitarán con obras de dos glorias: Luigi Bocherini, precursor del clasicismo, y Giuseppe Verdi, quien, además de sus ultraconocidas óperas, escribió cuartetos de cuerda y canciones.

De no perderse el Stabat Mater de Vivaldi con la gran contralto Sara Mingardo, voz habitual de los grandes teatros y cuyos discos han ganado premios notables. De nuevo participará Concerto Italiano con la batuta de Alessandrini, y se escucharán, además, la cantata Cesatte omai cessate, el concierto para flauta La notte, también de Vivaldi, y trabajos de Baldassare Galuppi y Evaristo Felice Dall´Abacco. Un recorrido por la Venecia del XVII y el XVIII, que evocará, desde el cerro de La Popa, los paisajes pintados por Il Canaletto y los firmamentos de Tieppolo.

El gusto por la música antigua me exigiría ir al concierto gratuito del domingo 6, a la sombra de San Pedro donde se advierten las huellas de los diseños de Vignola y Della Porta. El pianista Lucchesini, los conjuntos Dramsam y Pentabrass, y la mezzosoprano Alessandra Corsi se pasearán por el final del Medievo, el Renacimiento y el Barroco. Un itinerario por las épocas que articularon la espiritualidad con el humanismo y la riqueza de la forma… Todo lo anterior es una muestra de lo que no podría perderme, pero hay mucho más: jóvenes intérpretes, grupos de cámara y solistas de alta calidad. No obstante, por la lejanía, tengo que consolarme, aún a sabiendas del buen sabor de las uvas, y parafraseando a la zorra de la fábula de Samaniego, decir que “no las puedo comer…”

 

Por Fernando Toledo

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