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"La novela es un género omnívoro"

El escritor español, nacido en 1931, es un ferviente experimentador en múltiples géneros y un artista a contracorriente. Mirada a su vida y obra.

Juan David Torres Duarte
25 de noviembre de 2014 - 02:38 a. m.
Juan Goytisolo en 2010, durante el Festival Internacional de Literatura de Berlín.  / AFP
Juan Goytisolo en 2010, durante el Festival Internacional de Literatura de Berlín. / AFP
Foto: AFP - JOHN MACDOUGALL

Juan Goytisolo pertenece a una raza de escasos ejemplares en el círculo literario: aquella de los escritores que van en contra de la corriente. Es decir: de los modos establecidos. Es decir: en contra de casi todo el mundo. Goytisolo se conforma poco con el entorno que le tocó en suerte y sabe bien que España, su país natal, está hoy permeada por las mentiras, el desempleo y el desastre social. Esa misma actitud, que por fortuna ve siempre el vaso medio vacío, la traslada a la literatura a través de la experimentación. Para Goytisolo, los géneros carecen de muros, de límites, porque todos ellos (la novela, el reportaje, la poesía) están en clara consonancia con la mutación: justo esa mutación que la sociedad española (tradicional y católica todavía, en términos del escritor) se resiste a cumplir.

Por esa razón, por ir a contracorriente, por correr en la dirección contraria a la que los dueños de la opinión han decidido imponer, sus opiniones han caído de manera poco amigable en España (defensor él de una sociedad más plural, más abierta a los inmigrantes y más diversa) y Marruecos, donde reside de manera permanente desde 1997 y donde ha defendido, con cierta oposición, la independencia política de Francia y España. El ministro de Cultura del gobierno español, José Ignacio Wert, resaltó esa singularidad al desglosar las razones por las que ayer le fue concedido el Premio Cervantes a Goytisolo: “Por su capacidad indagatoria en el lenguaje y propuestas estilísticas complejas, desarrolladas en diversos géneros literarios; por su voluntad de integrar a las dos orillas, a la tradición heterodoxa española y por su apuesta permanente por el diálogo intercultural”.

Una razón más podría entrar en esa lista: por cambiar. Goytisolo, en su primera etapa como escritor, a mediados de los años cincuenta, ejecutó novelas como Juegos de manos y Duelo en el Paraíso, que fueron calificadas como relatos realistas, ajustados a la tradición de la posguerra en España. Goytisolo, sin embargo, decantó todo cuanto tenía que decantar en dicha estética, dio la vuelta y tomó otro camino. A partir de los años 60 compuso novelas que eran a la vez poesía, que eran a la vez análisis profundo de la sociedad en que vivía y de la que vivió en su niñez, culpable en cierto modo de la muerte de su madre durante un bombardeo franquista en Barcelona en 1938. Goytisolo comprendió, a través del trabajo de escritura, que ser novelista es recoger la experiencia del mundo: eso significa que, de un solo envión, el novelista es mucho más que un mero retratista. Es antropólogo, es sociólogo, es un estudioso de las luces y los espejos. Del engaño y de la pretenciosa verdad. De allí viene otra de las razones para otorgarle el premio, y que fue formulada por José Manuel Caballero Bonald, jurado y también premio Cervantes: “Goytisolo es un intelectual realmente cabal”. El poeta español Andrés Sánchez Robayna abarcó más con su definición del escritor durante el Hay Festival de 2008: “Goytisolo ha hecho del lenguaje el eje en que gira su relación con lo real y con el mundo (...). Ha llegado a un territorio en que lo real nos exige creación constante a fin de que podamos experimentarlo. De ahí que para él la literatura sea sinónimo de contravención, impugnación, destrucción, inconformismo, reinvención”.

En una entrevista con El País de España, Goytisolo habló sobre esa necesidad de abrir el espectro literario y, por la misma vía, del conocimiento: “Tanto en París como cuando daba clases en Nueva York me había acostumbrado a una sociedad heterogénea. El barrio del Sentier me procuró una educación que ninguna universidad me podía proporcionar: el contacto con migrantes de todas las partes del mundo. Pasear por allí era pasar de Pakistán a India, de India a Turquía. Cuando volvía a España en el año 76 sólo había españoles, y me pareció terrible. En aquella época no había inmigrantes, y ver una sociedad tan homogénea me decepcionó”.

De esa necesidad nacieron novelas como Señas de identidad, Don Julián, Juan sin tierra, Makbara, Las virtudes del pájaro solitario y la novela con que, dijo, se retiró como novelista, El exiliado de aquí y allá. Sus ensayos, recogidos en libros como El furgón de cola, Problemas de la novela, España y los españoles y Contra las sagradas formas, recogen ese mismo ideario, que es a la vez un modo de ver y una manera estética. Goytisolo no es sólo un hombre de ideas, sino también un explorador de la plasticidad del lenguaje. Sus novelas, hasta cierto punto, son narrativas, pero tienen todas una pretensión más alta, cercana a la sonoridad. Dice que sus textos están escritos para ser leídos en voz alta, y dice que algunos son “verso libre narrativo”: la cópula siempre necesaria de los géneros. “La novela es un género omnívoro, puede incluir la poesía, pero la poesía no puede incluir la novela”, dijo a El País.

En los últimos años, Goytisolo ha estado dedicado sobre todo a la poesía. Ha escrito versos de esta suerte en Ardores, cenizas, desmemoria (2012): “Feliz el que se muere sin saber que se muere” y “Me contempla un gato / con ojos de aristócrata inglesa”. Ha dicho también, a pesar de todos los libros escritos: “Cuando uno no tiene nada nuevo que decir, se calla”.

 

 

jtorres@elespectador.com

Por Juan David Torres Duarte

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