El Magazín Cultural
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La paz se piensa en la calle

En Medellín nació hace un año y medio la Nueva Escuela de Pensamiento Fernando González, un espacio para el arte, la cultura y la vida.

Camila Builes
14 de agosto de 2015 - 12:11 p. m.

Medellín, cuatro de la tarde. Último fin de semana de la Feria de las Flores. La ciudad está abarrotada de personas. Las esquinas están vestidas con sombreros aguadeños, como si todos los campesinos de las montañas hubiesen bajado a la ciudad a recorrerla como propia, pero no. Debajo de esos sombreros cabelleras rubias y rojizas se esconden del sol, lucen cuerpos ajenos a la tierra paisa, el poncho y el carriel. Las calles están inundadas por acentos extranjeros, como aguas desconocidas, y la fiesta que era de todos, a veces parece ser de unos pocos.

En todo el paisaje de fiesta en la Villa de Aburrá, un parque cerca al centro comercial Los Molinos, cuatro carpas a rayas se enaltecen con modestia. Micrófonos, café, un par de bancas, personas sentadas en el asfalto, en el prado. “El arte que no transforma no sirve”, dice Julián Vásquez, uno de los fundadores de la Nueva Escuela de Pensamiento Fernando González.

La escuela es un espacio que se creó hace un año y medio para pensar y reflexionar los temas de ciudad en medio de la gente del común, de la cotidianidad. Son diez los fundadores: fotógrafos, sociólogos, antropólogos, amigos que hace diez años se encontraron con una sola premisa: “El arte transforma vidas”. Cada semana, siempre los sábados, se reúnen en el mismo sitio personas de toda la ciudad que discuten un tema específico. El de este encuentro es el conflicto: “La pared del pueblo” es la consigna. En grupos de cinco o seis personas se discute acerca de cómo el simbolismo, desde el grafiti y el mural, puede unir la ética y la estética.

“Nosotros no tenemos una posición de extrema izquierda o extrema derecha. Qué mundo tan pobre que sólo tiene dos visiones para alimentarse. Este espacio es para que la gente elija, para que se reconozca y para que decida”, comenta Vásquez.

La rebeldía es como un nacimiento, se da después de un tiempo de gestación, se compone, antes que nada, de la unión con el otro en un pensamiento, en una acción en común. La Nueva Escuela de Pensamiento Fernando González propicia el espacio para esa unión y da herramientas como el teatro, la meditación y la pintura para que el lenguaje sea el mismo y las barreras más pequeñas.

“Los muros construidos a nuestro alrededor, cimentados en adobes de esta tierra y formados con las luchas, sentimientos e ideas de nuestros hombres y mujeres, son los lugares donde se unen nuestro existir y devenir. La pared es el límite de nuestro actuar, pero también la fuente del deseo irremediable de subvertir todo en la creación. Estas paredes, que sirvieron para reunirnos en este terruño y permitieron sembrar nuestra vida para cosechar un futuro y unos sueños, se vieron surcadas por un importante proyecto: la ‘nación’”. Esta fue una de las reflexiones que se hicieron en los grupos de discusión de la escuela. Cada integrante daba su punto de vista e intentaba, a través del diálogo, llegar a un sitio común. Ninguna verdad, ningún absoluto, sólo versiones de lo que todos conciben como realidad, como el mundo.

La paz se piensa en la calle, donde el ir y el devenir del ciudadano le dan sentido a la ciudad y al campo. “Este espacio me representa, ustedes que están a mi lado hacen parte de mi realidad. No unas negociaciones en una isla que no me tocan, no me conmueven”, declara Julián Vásquez frente al micrófono.

Fernando González

“Yo era blanco, paliducho, lombriciento, silencioso, solitario. Con frecuencia me quedaba por ahí parado en los rincones, suspenso, quieto. Fácilmente me airaba, y me revolcaba en el caño cada vez que peleaba con los de mi casa”. Fernando González nació el 24 de abril en Envigado, Antioquia. Nació en 1895 y murió en 1964. Fue filósofo, abogado, escritor, ensayista, líder, amigo. Lo condenaron por ateo y, no obstante, fue un místico. Vivió a la enemiga de todo lo que pudo y como pudo y fue ese legado el que después de cincuenta años de su muerte heredaron los jóvenes de Medellín.

“Creemos que el conflicto se reproduce en distintas esferas de la vida cotidiana de las personas, y que existen fuerzas en pugna que utilizan distintos medios para propagar su mensaje o forma de ver el mundo. El mural ha sido uno de los medios que la ciudadanía ha utilizado para hacer sentir su voz, buscando contrapeso a las grandes versiones de los medios masivos”. Esta es una de las declaraciones del encuentro.

Luego de la discusión, los grupos se disolvieron y un lienzo en uno de los extremos del parque fue el espejo de los pensamientos hablados. Pinceles en mano, pinturas, afiches: un cadáver exquisito de los pensamientos de los más de 30 asistentes a la sesión del sábado de Feria de Flores.

Todos los asistentes alrededor del lienzo, uno a uno atrapaban el micrófono con ansiedad, como quien quiere decir algo urgente: una noticia en medio de la madrugada. Todos dijeron lo que pensaban, todos hablaron del país que se imaginaban.

“Nuestros latidos están al mismo ritmo”, era una de las frases del mural de pintura fresca.

Por Camila Builes

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