El Magazín Cultural

Petrona Martínez: Un canto de la tierra

La cantadora, de 78 años, habría sufrido una isquemia cerebral que provocó la parálisis de parte de su cuerpo y dificultades para hablar. Hasta ahora la salud de la artista continúa estable en la Clínica Bocagrande de Cartagena. Ofrecemos un perfil sobre ella.

Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm
15 de mayo de 2017 - 11:43 p. m.
Petrona Martínez, cantora de bullerengue colombiano / El Espectador
Petrona Martínez, cantora de bullerengue colombiano / El Espectador

Mientras la tierra se fecundaba para la cosecha de yuca, ñame, arroz, plátano, guandul o maíz, crecía también en San Cayetano, Bolívar, una pequeña morena llamada Petrona Martínez. Su bisabuela, Carme Silva, inicia con la tradición del canto en la familia, pasando luego a su abuela Orfelina Martínez y una de las tías, Tomasita Martínez, quienes hicieron de Petrona, como era de esperarse, una de sus alumnas.  Su formación como cantadora y compositora está inspirada en el ritmo y la energía de la música afrocolombiana de la región Caribe.

El bullerengue sería el género musical que Petrona Martínez fuese a representar en Colombia y años más tarde, en gran parte del mundo. Como es el caso de muchos compositores, ella se inspiraba en algún suceso de la vida para poder escribir. No sólo se sentaba a componer, permanecía inmersa en una realidad campesina que la obligaba a escribir sobre la vida de las mujeres, las penas y los dolores del campesino, sobre los esfuerzos de cualquier trabajador para poder ganarse la vida. Como nunca estudió, su vida siempre estuvo encaminada al trabajo, no sabía escribir ni leer, lo que hacía que sus composiciones fuesen escritas a máquina. “Me ponía a lavar y me nacía una canción restregando la ropa. No se me olvidaban, las componía pedacito a pedacito y después de terminar la canción la practicaba con los tambores. La verdad es que nunca estudié, nunca me pusieron a estudiar en una escuela. Soy cimarrona, campesina”.

Al principio de su carrera había intentado retirarse porque no le daba lo suficiente para vivir, no sólo podía dedicarse a ello, sino que debía seguir viviendo en torno a una familia y a la crianza de sus hijos, como una mujer normal. Su esposo fue uno de los que más apoyo le dio para seguir en su carrera. “Esto cansa. Al inicio de mi carrera le decía a mi esposo que no quería continuar, que estaba aburrida de lo mismo, no me daban ganas de cantar, porque me daba cuenta de que no ganábamos nada y siempre estábamos dándolo todo, pero él me apoyaba y me decía que no dejara la música.”

En su juventud sacó arena en el arroyo de Palenquito y se alimentaba, con su hombre y sus hijos, de un pescadito llamado arenca.  Este espacio también daba para que se inspirara de lo que hacía y así componer sus canciones. Podría decirse que la canción por la que fue reconocida “La vida vale la pena” fue escrita durante esta época.

“Sigan mis hijos porque la vida es bonita
Sigan sacando la arena que eso no nos perjudica
Sigan mis hijos porque la vida es bonita
Sigan sacando la arena que eso no nos perjudica
Vamos mis hijos ya la creciente bajó
Vamo’ a sacar la arena pa’ ganarnos pal arroz
Vamos mis hijos ya la creciente bajó
Vamo’ a sacar la arena pa’ ganarnos pal arroz
Ay Petronita, la arena me va a matar
Ya me duele la cintura que no puedo caminar
Ay Petronita, la arena me va a matar
Ya me duele la cintura que no puedo caminar
Ay Petronita, la arena me va a matar...

El dicho popular “nadie es profeta en su propia tierra” se cumplió con ella. Realizando giras por EspañaDinamarcaInglaterra, FranciaEstados UnidosMarruecos y otros países,  hace reconocer en ella  que los colombianos prefieren darle importancia a los forasteros ignorando en la mayoría de las veces lo del país.

Fue dominada al Premio Grammy “Mejor álbum de música latina” sin saberlo, precisamente porque no sabía qué era un Grammy. Cuando pasó eso, ella estaba en Bélgica, cuando Rafa Ramos le dijo que el disco había salido nominado. Ella, sin saber de qué le hablaba, lo único que dijo fue que estaba bien y sin más ni menos, siguió haciendo su arroz. “Luego una periodista de Barranquilla me llamó para preguntarme si yo iría a presentarme en los Grammy, y le dije que, por supuesto, iría, pero si había quien me diera para los pasajes, porque no tenía plata para ir a Estados Unidos. Así que como no me dieron nada, no fui. Pero no me arrepiento.”

Como la música y la composición han estado para ella durante varias situaciones de su vida, aunque no todas han sido tan buenas, ha logrado por medio de ello pasar de angustias a felicidades, no propiamente de ella, pero sí de quienes la escuchan, propiciando en un momento de estos escribir un vallenato titulado Gavilán.

“Ese vallenato lo compuse en memoria de mi hijo Luis, ya fallecido. Lo que ocurre es que cuando él estaba joven era muy enamorado, todas las muchachas le gustaban y andaba en Malagana, se iba para Montería, de donde es su papá, cogía para Arjona, Turbaco, Cartagena, y entonces yo lo regañaba mucho y le decía ‘tú lo que quieres es andar de picaflor aquí y allá’, pero no me paraba bolas, por eso dejó hijos por todo esos lugares. Y me comencé a decir: ‘Lucho anda como el gavilán pollero’, o sea detrás de las palomas para comérselas.  Y de pronto me nació la canción esa del Gavilán”.

Su hija Joselina Llerena ha estado al lado de ella durante varios años cantando bullerengue, lo que la ha hecho participe de varias canciones y lo que ha hecho que, como dice Petrona, se conserve la tradición de la familia Martínez.

Aunque ahora viaje en grandes aviones y se aloje en hoteles ostentosos, y muchos lleguen a creer que ella cambió su esencia, asegura que el mejor lugar del mundo es el patio de su casa, dándole comida a sus pollos y cosiendo para sus nietos.

 

Por Luisa Rendón Muñoz / @luisarendonm

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