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Recuerdo de Antonio Montaña

El año comenzó mal, pues a los pocos días de iniciado se supo de la muerte de Antonio Montaña, un intelectual de alcurnia que transitó por varios caminos pero que se destacó, aparte de su profesión de filósofo, en el teatro, la novela y el cine.

Manuel Drezner
13 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
Antonio Montaña, escritor e intelectual colombiano, murió el 5 de enero.  / Cortesía El Tiempo
Antonio Montaña, escritor e intelectual colombiano, murió el 5 de enero. / Cortesía El Tiempo

Fue autor de una serie de interesantes obras teatrales, algunas de ellas refundición de la picaresca del siglo XVII, pero que cobraron nueva vida en la imaginativa versión de Montaña. Fue hombre de claras ideas políticas y ellas lo obligaron por un tiempo al exilio, uno de esos castigos que se reciben con honor. Ya había estado preso por esas ideas y un recuerdo de una visita que le hice hace tantos años en su sitio de reclusión fue el humor con que recibió ese encierro que consideraba honorífico debido a lo que lo había causado.

Pero lo más interesante de la personalidad de Antonio Montaña era lo universal de su cultura. Su interés por la música, por la poesía y por la pintura lo hacían un conocedor profundo de esas disciplinas, y de hecho fue crítico aguzado de algunas de ellas, con una mordacidad que subrayaba su acierto. Éste, precisamente, hacía que no sufriera la suerte de tantos comentaristas de ser casi que insultado por lo que escribía, pues lo de él era tan basado en su erudición y a todo le daba motivo y base en tal forma que discutirle, para quien quisiera hacerlo, era bastante difícil.

En una de sus últimas novelas, incluso, abordó la tesis de lo indispensable que era la navegación fluvial para el desarrollo del país, sobre la base de la figura de Elbers, el pionero, y eso mostró igualmente otro inesperado conocimiento suyo, el de la geografía colombiana.

Los últimos años vieron a Antonio Montaña postrado por una cruel enfermedad y es reflejo de su carácter el que la llevara en forma abnegada, sin quejas y sin incomodar a quienes lo rodeaban. Su desaparición deja un vacío en el pensamiento colombiano y sólo resta dejar constancia de la solidaridad con su esposa Teresa Cuéllar, la indispensable Teyé, cuya flora imaginaria deleitaba a su esposo como igualmente a quienes los rodeaban. Antonio Montaña hará falta aunque quedan los recuerdos inolvidables de una persona a quien, por conocer desde la juventud, sabía cuánto valía y cómo quedará en el recuerdo de todos.

 

Por Manuel Drezner

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