El Magazín Cultural
Publicidad

Regresar con la vida plena

Pedro Pastor, el cantante español regresó a Colombia con sus letras nuevas, sus ideas de contexto, la poesía de su padre, el amor de su madre y sus tangibles presencias.

Mariana Álvarez López
01 de junio de 2016 - 10:13 p. m.
Regresar con la vida plena

La vida que rima, que canta y suena; la que ama, se despide y anda. Aquella que susurra, llora y entona. La que escribe, suspira, espera y recuerda. Esa que crea, cree y vive. La vida libre que renace. La vida de la selva, del hoy y el ayer. La vida de los del 94. La vida que sueña desde la A hasta la O. La vida que deja la puerta abierta, promete volver, regresa, se va y se queda.

Así había terminado las últimas letras que hablaban de mí para él, sobre él. Al sol de hoy son la continuación de la historia que se sigue escribiendo y que en pocos días parece volver a vivirse. El regreso, el irse, el quedarse. Pedro Pastor regresó a Colombia. Regresó a una de sus tantas casas del mundo, con sus paisajes, gentes y abrazos favoritos, extraños y ya conocidos.

El español regresó, esta vez con el rojo en su pecho. Con su cabello igual, negro y recogido. Con su guitarra al hombro, su misma sonrisa y sus ojos rasgados. Con sus letras nuevas, sus ideas de contexto, la poesía de su padre, el amor de su madre y sus tangibles presencias.

Con todo ello atiborrado, volví a verle.

Aún tengo que empinarme para saludarle. Aún la piel se me escaramucea cuando le escucho. Aún la boca se me seca cuando canto, a lo que van los pulmones, ese rap contestatario, reflexivo y particular del joven hijo de Luis y Lourdes; nacido de un emigrante y una canaria, crecido en una familia que parece vivir como suena: bonito.

Hay quienes tienen el alma viajera, quienes en la vida no dejan de andar; andar de isla a isla; como dice Luis Pastor “De isla a isla: corazón que tiembla, faro que brilla”; andar como obligación y cantar como deber, así, como se sintetiza la vida del cantautor, y particularmente, en la familia Pastor Guerra, la cosa es por partida triple.

En el primer viaje, los relatos “íntimos” de Pedro eran un tanto ajenos; su familia, su casa, su huerta. En este segundo – y no último viaje – su relato fue presencial, íntimo (ahora sin comillas), con sus padres sonrientes, sospecho que es por el hecho de viajar entre continentes y sentir, escuchar y ver a la gente cantar e identificarse con las letras que la conciencia y la vida de su hijo, de 21 años, han dado a luz. Luis Pastor dice que no pensó tener un hijo como Pedro, que se siente muy orgulloso de él. En cambio, Lourdes Guerra dice que sí lo sabía, tal vez por ser la madre – aunque su esposo dice que es porque “es bruja” -.

Pedro no ha dejado de escribir y de componer. Él no ha dejado de analizar su país, el mundo, la historia. Hace poco compartió una canción titulada “Sin Flor”. Creo que es mi nueva canción favorita de los días que han llegado y los días que se vienen. Juntar palabras para hablar de una historia que – como dice él – “ha sido siempre contada por los vencedores y no por los vencidos”, de entrada es ya todo un acto revolucionario. Es ponerle la cara a la estafa informativa de la que venimos haciendo parte.

“El arte es la alternativa en una sociedad donde los medios de comunicación mienten. La mayoría de los medios maquillan y engañan para adormilar y aborregar. Yo hago música con la ilusión y la responsabilidad de servir a la gente. Tengo un micrófono delante y puedo decir cosas que pueden mover algo a alguien, hacer sentir, hacer pensar […]”, respondió Pedro alguna vez, a sus 19 años, en una entrevista para El Asombrario.

Lo anterior, para mí, es uno de los caminos – hechos respuesta – para que algún día – como aquellos recientes - a su cabeza lleguen frases que juntas dicen “No recuerdan qué pasó, y si recuerdan no lo cuentan bien. No se acuerdan de lo que pasó y se acuerdan, mienten”.

En la cabeza de este cantautor siempre está rondando esa preguntadera que ha creado esa conciencia de interés mundial; rompiendo fronteras con ese ánimo de querer vivir en libertad; de confirmar que los del 94 tramaban algo; y de ser constancia de la educación obsequiada por Luis y Lourdes, esa que a él le posibilita decir – en la misma entrevista, ya mencionada – “Es un regalo haber nacido en esa casa”.

Es de mirarlos a los ojos para sentir que en ese triángulo tan amoroso hay un orgullo que se reparte en átomos azules por hacerse parte entre sí; por hacer y ser juntos. Es de mirarlos a los ojos para enterarse una – como amiga, espectadora, humana – que se besan con la mirada aunque sus manos estén entretenidas con el micrófono o una guitarra.

Finalmente, Pedro regresó para dar cuenta de que “Sin flor no hay olor, sin olor no hay poema, sin poema no hay tema ni verdad en la canción, sin verdad no hay belleza, sin belleza no hay baile. Sin flor, no hay aire”.
 

Por Mariana Álvarez López

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar